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«Ciudadela», de Antoine de Saint-Exupéry

Si existe un paraíso de los aviadores, Saint-Exupéry estará sobrevolándolo con su prestigio intacto. Al fin y al cabo, pocos narradores acceden a esa gloria que consiste en ser ellos mismos un personaje novelesco.

Como bien saben, entre ese escaso grupo de afortunados, destaca el autor de El Principito, admirado incluso por quienes no han ido más allá de ese relato infantil y desconocen los otros títulos que consolidaron su lugar destacado en las letras francesas.

Ciudadela es una obra póstuma, editada en 1948 sin la posibilidad de que su difunto autor retocase el manuscrito final. En su momento, Michel Quesnel, con la ayuda de Pierre Chevrier, se ocupó de evitar las reiteraciones y titubeos que el propio Saint-Exupéry no llegó a corregir. En todo caso, en la edición que comentamos se nos presenta el texto íntegro, estupendamente traducido por Hellen Ferro.

Parece evidente que el autor se identifica con su personaje-narrador. En el texto, la voz del aviador ‒el hombre de acción que observa a sus congéneres desde las alturas ‒ y la del narrador bereber, que ve cómo crece el desierto, se sobreponen, dando lugar a un texto torrencial, bellísimo, muy lírico, en el cual van articulándose los grandes temas que siempre conmovieron a Saint-Exupéry: el viaje, la divinidad, la ensoñación, el amor, la experiencia…

Para resumir ese catálogo de dudas y de pasiones personales, nada mejor que reproducir este párrafo, donde se marca el tono de la obra: «Porque se me ha revelado ‒dice el jefe bereber‒ que el hombre e en todo semejante a la ciudadela. Destruye los muros para asegurarse la libertad; pero ya es solo una fortaleza desmantelada, y abierta a las estrellas. Entonces comienza la angustia de no ser. (…) Ciudadela, te construiré en el corazón de los hombres. (…) ¡Ciudadela! Te he, pues, construido como un navío. Te he clavado, aparejado, después abandonado en el tiempo, que es un viento favorable. ¡Navío de los hombres sin el cual perderían la eternidad!».

Sabemos que las cuartillas de Ciudadela estuvieron sobre el escritorio de Saint-Exupéry desde 1936, así que es interesante pensar en cómo progresaron sus reescrituras.

El resultado final nos brinda una doble posibilidad a los lectores. Por un lado, podemos disfrutar del exotismo y el colorido poético de este relato en primera persona, y por otro, cabe acercarse a él como una reflexión moral sobre los horizontes lejanos, el ascetismo del desierto y la necesidad de entender las extrañezas del mundo.

Dejo para el final un pequeño detalle. Cualquier libro de Saint-Exupéry siempre luce  esta garantía: es literatura de primera clase. Y créanme, algo tan inspirador como este peregrinaje filosófico que nos propone en Ciudadela nunca puede ser casual.

Sinopsis

Publicada por primera vez en 1948, Ciudadela reúne las notas que Saint-Exupéry dejó inéditas cuando desapareció en 1944 sobre Francia en misión de guerra. Con la voz de un príncipe del desierto, a quien su padre el rey transmite la sabiduría adquirida durante su larga existencia, y bajo la forma de un diario que abarca toda clase de reflexiones, es en esta obra, más que en cualquiera de sus libros de ficción. donde se plasma con mayor profundidad el mundo interior de Saint-Exupéry, su filosofía de la vida. Sus principales temas reaparecen aquí con una nueva dimensión espiritual, desnuda y trascendente. La necesidad de volver a la esencia de las cosas y las ideas, el deseo de encomtrar un orden social y espiritual, el abandono de uno mismo, el sentido de la fe y la experiencia humana, son los puntos cruciales de un camino místico trazado, página a página con hondura y poesía.

Antoine de Saint-Exupéry nació en Lyon en 1900 y desapareció con su avión volando sobre Francia en 1944. Fue uno de los pioneros de la aviación comercial, cubriendo rutas de Europa, África y Sudamérica. Sus experiencias como piloto inspiraron muchas de sus obras, como Vuelo nocturno (1930) o Tierra de hombres (1939). El principito (1943), un relato para niños lleno de poesía y elementos simbólicos, le valió una gran celebridad.

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.