Confío que quede aún alguien que recuerde a don Serafín Rojo Caamaño, humorista gráfico carne de La Codorniz, pilar anómalo del semanario para niños Jaimito, rey de bohemios, autoproclamado aristócrata tronado, pintor de cuadros y de atracciones de feria, trotamundos, libertino y currante, amigo de juergas, francachelas, caldos añejos, señoritas de mal vivir y de todo cuanto representa la vida con mayúsculas, anarquista epicúreo cuando le dejaban, Goya de andar por casa, Gutiérrez Solana del papel impreso…
Prolífico a la fuerza, su trazo expresionista y desgarbado cruza cuarenta años de vida española asomando por todos los rincones.
‘¿Por qué se ríen las calaveras?’
Varios libros recogieron parte de su inquieta actividad, entre ellos este que, por cuestiones de fecha, es hoy más apropiado, consagrado todo él a glosar una vida de Ultratumba descreída y cachonda: no renuncia el Marqués a su carnalidad gozosa ni aún reducido a mondo esqueleto. ¿Por qué se ríen las calaveras? es su título, editado por Barral en julio de 1976, con capítulos tan sugerentes como «Esqueletoteca paranoica», «Funerales, sepelios y otros desvelos» o «Crónica necrosemiótica».
Un Más Allá de trazo grueso, de profundos negros, de honda estirpe hispana, donde Eros y un Tanatos que tanto no parece campan a sus anchas entre ataúdes, exuberantes mozas, muertos que van a orinar y vivos que semejan sombras, donde cielo e infierno han sido cambiados por una eterna añoranza, la del placer en este mundo, única verdad a nuestro alcance. Risas un punto amargas, escépticas las de estos simpares difuntos. Hijas de una sabiduría que todos hemos de alcanzar…
Copyright del artículo © Pedro Porcel. Tras publicarlo previamente en El Desván del Abuelito, lo edito ahora en este nuevo desván de la revista Cualia. Reservados todos los derechos.