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Portada de la revista "Argosy All-Story", influyente en la evolución de la ciencia ficción pulp

La era dorada de ‘Argosy All-Story Weekly’: el origen del ‘pulp’

Cómo una revista icónica impulsó el nacimiento de grandes autores y revolucionó la ficción popular del siglo XX

Las revistas pulp, en su comienzo un fenómeno norteamericano, han recibido tradicionalmente muy mala prensa y habitualmente se les considera como un subproducto literario sin apenas méritos. Si bien es cierto que durante los años treinta hubo algunas revistas pulp de calidad ínfima, no se puede generalizar y, de hecho, antes y después de la Primera Guerra Mundial, estas publicaciones fueron merecedoras de gran interés y jugaron un papel importante en la cultura popular. Baratas y producidas con papel de bajo coste, siempre fueron consideradas como algo efímero y hoy en día no resulta fácil encontrar copias en buen estado de conservación.

En la actualidad, el término pulp se utiliza en inglés para referirse a algo basto y de aspecto poco agraciado. Originalmente, una revista pulp se imprimía en papel elaborado directamente de la pulpa de madera, por lo que amarilleaba rápidamente y se deterioraba con facilidad. Al principio, eran de tamaño reducido, pero en años posteriores ampliaron sus dimensiones y utilizaron papel más grueso, intentando competir con las revistas más elegantes de los quioscos. Estrictamente hablando, estas revistas no son pulp, pero tienden a denominarse así porque a menudo no eran sino continuaciones de antiguas cabeceras.

El auge de los pulps

La edad de los pulps se extendió de 1896 a 1955. Hacia los años cincuenta, fueron reemplazados bien por las revistas ilustradas para hombres o las de un formato digest (que también usaban papel de pulpa de madera). Otra característica de los pulp era que no incluían mucha publicidad. Eran muy baratos de producir y los precios eran acordes (al principio 10 céntimos, a veces solo 5 céntimos, y solo muy raramente más de 25 céntimos, incluso en los años cincuenta) y sus ingresos dependían principalmente de las ventas. Publicaban casi exclusivamente ficción, sin fotografías ni ilustraciones de calidad.

Los primeros pulps provenían de la tradición de novelitas baratas y revistas juveniles. La primera cabecera fue The Argosy, editada en Nueva York por Frank A. Munsey en lo que fue su primera incursión en el mundo editorial y sobre la que acabaría edificando un imperio. Comenzó titulándose The Golden Argosy y era una publicación semanal de aventuras destinada a los chicos, con formato tabloide, cuyo primer número apareció el 9 de diciembre de 1882. Su contenido consistía en una mezcla de historias y artículos.

Tras unos pocos años luchando por obtener beneficios de esa cabecera, Munsey se dio cuenta de que su lector objetivo no era precisamente el más rentable por dos razones. En primer lugar, en cuanto crecían –y los muchachos lo hacían pronto– perdían el interés por el material que allí encontraban y dejaban de comprar la revista. Y, en segundo lugar, los jóvenes no tenían dinero que gastar, algo que sabían perfectamente los posibles anunciantes, poco interesados en invertir su dinero colocando publicidad en la revista.

Transformaciones en The Argosy

Conforme fue pasando el tiempo, Munsey realizó varios cambios en la revista con la esperanza de ir ampliando su público. En diciembre de 1888, cambió el título por The Argosy. Posiblemente, la primera ficción publicada en sus páginas fue una historia de Andre Laurie titulada The Conquest of the Moon, serializada en 1889. En abril de 1894, The Argosy pasó a tener cadencia mensual. En octubre de 1896, Munsey retiró los artículos y The Argosy pasó a ser la primera revista de la Historia dedicada exclusivamente a publicar relatos de ficción. El número de diciembre de ese mismo año fue el primero en el que empezó a utilizar papel barato de pulpa de madera. Tenía 192 páginas, un tamaño de 18×25 cm y se vendía por diez centavos.

Esta sencilla estrategia para reducir costes y ofrecer a los lectores más historias por menos dinero fue la que dio inicio a la explosión de revistas pulp que transformó por completo la literatura de ficción. Y ser el pionero a veces da resultado. En 1902, The Argosy era la tercera revista del país en número de ejemplares a la venta; la segunda en 1907, con medio millón de ejemplares de tirada.

En enero de 1905, Munsey decidió capitalizar la creciente popularidad del nuevo formato inaugurando un nuevo título, The All-Story Magazine. En los últimos años se había producido un rápido crecimiento en el número de competidores en el campo de los pulps. Street and Smith Publishing, que llevaba en el mundo editorial desde 1855 dedicado al mercado de las novelitas baratas, puso entonces en circulación varias revistas de ficción de calidad superior con nombres de peso, como H. Rider Haggard, H. G. Wells, Rafael Sabatini o William Le Queux. En mayo de 1905, Story-Press Corporation presentó The Monthly Story Magazine, que dos años más tarde cambiaría su nombre por el mucho más famoso The Blue Book Magazine.

El desarrollo de la ciencia ficción

Éstos eran solo dos de los jugadores más importantes en la batalla por conseguir el dinero y la atención de los lectores. En los expositores de las tiendas y quioscos se alineaban docenas de revistas abordando todos los géneros imaginables, pero fueron The All-Story Magazine y The Argosy las que prestaron mayor atención a la ciencia ficción –aunque en aquellos años aún no existía tal denominación–. Si bien ninguna de las dos publicaron ciencia ficción en abundancia, sí fueron instrumentales en el desarrollo y posterior eclosión del género.

Las historias de ciencia ficción tuvieron presencia en The All-Story Magazine desde el principio. Ya el primer número incluía dos de ellas: When Time Slipped a Cog, de W. Bert Foster, era un serial sobre un hombre que pierde un año de su vida; y The Great Sleep Tanks, de Margaret P. Montague, contaba cómo un malvado ladrón inventa una máquina que puede literalmente extraer sueño del aire, como si fuera un elemento físico, y almacenarlo en grandes depósitos, de tal manera que todo el mundo se agota por su escasez. Luego, se hace rico vendiendo el sueño que ha robado en forma de carísimas cápsulas.

Siguieron muchas otras historias similares y los grandes nombres no tardaron en ir desfilando, como Garrett P. Serviss, George Allan England y, sobre todo, Edgar Rice Burroughs. Éste llegó a los pulps de Frank Munsey en 1911. Era entonces un hombre de negocios fracasado que, a los treinta y seis años, trataba de abrirse paso en una nueva carrera: la de escritor de ficción. Con la ayuda del editor de All-Story, Thomas Newell Metcalf, Burroughs revisó su manuscrito Bajo las lunas de Marte y lo dejó listo para su publicación bajo el seudónimo de Norman Bean. La primera parte de las seis de las que constaría el serial apareció en el número de febrero de 1912. Esta historia, recopilada en forma de libro en 1917 y rebautizada como Una princesa de Marte, fue la primera de las once novelas que constaría la serie de John Carter de Marte.

El auge de Tarzán

En el número de octubre de 1912 de All-Story, Burroughs volvió a hacer historia con una novela corta completa, Tarzán de los monos. Solo estas dos novelas y sus respectivos personajes, símbolos del espíritu aventurero y escapista de la literatura de la época, representaron un hito en la literatura de ficción. El número de All-Story en el que apareció por primera vez Tarzán alcanzó en una subasta de 2006 un precio de 59.750 dólares, lo que da una idea del valor que alcanzan estas revistas «baratas» entre los coleccionistas.

La popularidad de Burroughs fue tal que, casi en solitario, ayudó a All-Story y The Argosy a reconvertirse a una cadencia semanal, tal era la demanda del público. Con el número de marzo de 1914, All-Story se convertiría en All-Story Weekly, mientras que The Argosy adoptaría igual periodicidad con el número del 6 de octubre de 1917. Seguía llamándose igual, pero la portada incluía bajo el título y en rojo la leyenda “Issued Weekly”.

Hacia 1918, se incorporaron tres nuevos escritores que elevarían el nivel de la literatura de ciencia ficción contemporánea. El primero de ellos fue Abraham Merritt. Su primera historia, A través del cristal del dragón, se publicó en el número del 24 de noviembre de 1917 de All-Story Weekly. Merritt acabaría convirtiéndose en uno de los autores más populares de la revista. En 1938, Argosy organizó una encuesta para averiguar qué historia consideraban los lectores la mejor de todas las publicadas en la revista desde sus inicios. La ganadora fue La nave de Istar, serializada en seis partes (del 8 de noviembre al 13 de diciembre de 1924) en Argosy All-Story (enseguida veremos la fusión de ambas cabeceras).

Ray Cummings debutó en el número de All-Story correspondiente al 15 de marzo de 1919 con La chica del átomo dorado, un relato que se convirtió en clásico instantáneo. Que coincidiera con otra de las aventuras de Merritt, La conquista del estanque de la luna, hizo de aquel número uno muy especial.

Y luego llegó Murray Leinster, seudónimo de William Fitzgerald Jenkins. Aunque había vendido sus historias profesionalmente desde que era un adolescente, la primera que escribió de CF, The Runaway Skyscraper, apareció en el número de The Argosy del 22 de febrero de 1919 (más tarde, reeditado en el número de junio de 1926 de Amazing Stories).

Autores destacados

Estos tres autores se contarían entre los más apreciados por los lectores de CF durante los años 20, 30 y 40. Otros colaboradores regulares de la revista, ya en otros géneros, fueron Rex Stout (creador del detective Nero Wolfe), Johnston McCulley (padre de El Zorro, cuya primera aventura se serializó en All-Story en 1919) o Frederick Faust (Dr. Kildare, 1938), entre otros muchos escritores que producían a destajo historias de aventuras en lugares exóticos, suspense, amor o westerns. Un número típico contenía de cinco a seis historias serializadas y otras cinco o seis narraciones cortas, todo ello precedido y seguido por páginas de anuncios. Los editores encontraban además algún hueco para colocar poemas y secciones de cartas de los lectores.

La combinación de All-Story Weekly y The Argosy

En julio de 1920, All-Story Weekly y The Argosy se combinaron para crear Argosy All-Story Weekly con ocasión del número del 24 de julio.

Un conocido tropiezo tuvo lugar en 1922, cuando su entonces editor, Bob Davis, rechazó el manuscrito de La alondra del espacio, firmado por un tal Edward Elmer Smith. Este relato encontraría acomodo como serial en tres partes en los números de agosto a octubre de 1928 de Amazing Stories. Tuvo un éxito enorme, continuó en otros seriales y convirtió a E.E. “Doc” Smith en uno de los padres fundadores de la space opera.

Aunque aquella metedura de pata fue sonada, Argosy sí aprovechó muchas otras oportunidades. En los años siguientes, publicaría clásicos de la ciencia ficción (CF) firmados por Jack Williamson, Otis Adelbert Kline, Donald Wandrei, Henry Kuttner, Ralph Milne Farley y muchos otros. Argosy se ganaría reputación como una de las cabeceras en las que se publicaba la mejor CF, el mejor western y, en general, literatura de ficción de calidad. Para muchos autores, resultaba más prestigioso tener una sola historia de CF publicada en Argosy que docenas en otras revistas especializadas en CF.

El 22 de diciembre de 1925, el fundador, Frank A. Munsey, falleció de peritonitis a la edad de 71 años. En aquel momento, se estimaba el valor de su patrimonio entre 20 y 40 millones de dólares (o, en dólares de 2024, entre 360 y 720 millones).

La evolución de Argosy

Argosy mantuvo su cadencia semanal hasta noviembre de 1941, cuando pasó a quincenal y luego mensual con el número de julio de 1942. Por último, con el número de septiembre de 1943, ya en plena Segunda Guerra Mundial, hizo el tránsito de revista pulp a publicación de mayor calidad, dejando sus contenidos de ser exclusivamente ficción. La última historia de CF que pudo leerse en sus páginas dentro de lo que se considera la etapa clásica de la revista fue el serial de cuatro partes Earth’s Last Citadel (abril a julio de 1943), escrita por el matrimonio formado por Henry Kuttner y C.L. Moore.

Después de 1943 y su adquisición por Popular Publications, Argosy All-Story comenzó un largo y lento declive, publicando cada vez menos ficción y evolucionando hacia una revista netamente masculina, que era el público objetivo de los anunciantes tras la Segunda Guerra Mundial. A finales de la década de los 40 y hasta entrados los 50, la CF regresó a sus páginas con relatos, entre otros, de Robert A. Heinlein, Ray Bradbury, Arthur C. Clarke o Philip José Farmer. Pero para cuando en 1977 lanzó un número especial dedicado al género, sus editores ya no fueron capaces de encontrar autores con los que darle contenido y lo llenaron con reimpresiones de relatos aparecidos en Science Stories, una vieja revista de Popular Publications, en lugar de recuperar material aparecido en números anteriores de la propia Argosy.

El final de Argosy y su revival

El último número apareció en noviembre de 1978. Entre 1990 y 1994 se produjo un breve revival que no pasó de cinco números; y entre 2004 y 2006 volvió a resurgir como Argosy Quarterly. En diciembre de 2013, regresó otra vez, pero ya como una revista enteramente digital dedicada a ficción pulp moderna y clásica.

Argosy All-Story Weekly publicó regularmente relatos de CF durante más de mil números, aunque jamás se considerara a sí misma una revista de CF. Y, sin embargo, el impacto del trabajo de Burroughs —tanto Tarzán como las aventuras marcianas de John Carter— revolucionaron no solo el mundo del pulp, sino de la CF. Gracias a ellos y a las obras de otros autores hoy no tan conocidos pero en su día muy populares, el género fantástico y de CF encontró su lugar en las revistas, animando a toda una generación de escritores a especializarse en ese tipo de historias. Ellos serían la base, en 1926, de la primera revista pulp dedicada exclusivamente a nuestro género: Amazing Stories.

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".