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«Sandman: El velatorio» (1995-1996), de Neil Gaiman

Todos los grandes relatos llegan a un desenlace en el que se resuelve no sólo la trama, sino la expectativa que cada lector –usted o yo– ha depositado en esa historia. En el caso de SandmanNeil Gaiman es consciente de que la citada expectativa adquiere distintos niveles, dependiendo de las exigencias culturales y estéticas de cada uno de nosotros.

Pues bien, este décimo recopilatorio de la saga parece destinado a aquellos que admiran los tebeos se Sandman por el grado de sofisticación de sus referencias, no sólo en el ámbito del cómic, sino en el de la antropología, los mitos, y por supuesto, la literatura clásica.

Escritas por Gaiman, ilustradas por Michael ZulliJon J. Muth y Charles Vess, y coloreadas por Daniel Vozzo y Jon J. Muth, las planchas que nos ocupan tienen ese aire crepuscular que anuncia el poema de James Elroy Flecker, «The Bridge of Fire», que les sirve de prefacio.

Parece que fue ayer cuando leímos este cómic por primera vez. Es sorprendente comprobar que no ha perdido brío narrativo desde que fue impreso en 1995. No es para menos. En realidad, lo que se nos cuenta es el funeral del Sueño y el ascenso de un nuevo avatar de Morfeo, con todo lo que ello implica en el universo onírico que le rodea.

Si me dieran a elegir un pasaje predilecto, me quedaría con el encuentro entre el inmortal Hob Gadling, amigo humano de Morfeo, y la carismática Muerte. Probablemente en esas páginas sea posible distinguir el encanto que reúne toda la saga, a medio camino entre el prodigio, la reflexión existencial, el terror y la ironía.

Como Gaiman no puede renunciar a sus preferencias librescas, el volumen se enriquece con un relato protagonizado por William Shakespeare, en el que se reinterpreta el destino de su familia a la luz del argumento que el dramaturgo urdió en La Tempestad.

Poblado de alusiones metatextuales, muy al gusto posmoderno, este volumen final de Sandman contiene todo lo que sus seguidores valoran en el Señor del Sueño: desde guiños al Universo DC (incluidos Batman, Superman y el Detective Marciano) hasta menciones a la literatura victoriana, pasando por detalles propios del pulp, y sobre todo, de la novela gótica. En definitiva eso que Mario Praz llamó «temas de belleza atormentada y contaminada», en los que el placer es inseparable del dolor, robados de un siglo –el XIX– que se situó a medio camino entre el romanticismo y el decadentismo más voluptuoso. En suma: Gaiman en estado puro.

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Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

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Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.