Nos puede parecer, por comparación con su triste vecino, que Corea del Sur, el moderno país de los cachivaches Samsung, el K-pop y la vistosa producción audiovisual, ha vivido inmerso en la modernidad desde aquella guerra civil de mediados del siglo pasado, pero lo cierto es que también ha pasado por momentos siniestros. De hecho, ha vivido una sucesión de periodos convulsos y dictaduras hasta 1987.
Hunt nos lleva a los años 80, cuando el régimen de Chun Doo-hwan aplastaba a la población. Incluso llegó a asesinar a miles de manifestantes en la llamada «masacre de Gwangju». En todo caso, que nadie se asuste o lleve a engaño, porque no hablamos aquí de un drama social (aunque algo de eso hay), sino de una clásica historia de espías, topos, mentiras, corrupción y tiroteos. Muchos tiroteos.
La capacidad del cine surcoreano para ofrecer productos comerciales de primera ya ha quedado claro prácticamente para todo occidente, como demuestra el bombazo de Netflix El juego del calamar, protagonizado por el versátil Lee Jung-jae, quien aquí debuta en la dirección y e interpreta al principal personaje en una historia donde nada es lo que parece y todo es lo que se sospecha, de tal manera que al espectador no le queda otra que «ponerse de lado» de personajes que no se pueden considerar héroes.
Todo gira alrededor de un complot para asesinar al presidente, operación cuyo nombre clave posiblemente provoque cierta sorna entre el público español (ya lo verán), en el que la figura clave es un topo norcoreano del que solo se conoce el nombre clave: Donglim. Descubrir quién es y si realmente existe provoca todo tipo de tensiones entre los investigadores, prácticamente en guerra interna por cuestiones políticas e incluso de supervivencia, ya que la tortura (o incluso la ejecución) a cualquier persona mínimamente sospechosa es la herramienta más utilizada por estas «fuerzas de seguridad».
Sin la estilización de otras películas de intriga y acción surcoreanas, aquí se opta por la cámara agitada y el montaje frenético en las secuencias de persecución y enfrentamiento, pero sin llegar a desorientar al espectador. Se trata de una película violenta y ruidosa, pero lo principal no es la pirotecnia, y no se sale de ella con la sensación de haber asistido a una cinta de acción al uso, sino más bien a un thriller oscuro sobre gente desesperada que actúa de manera brutal y poco ética, no tanto por gusto sino por hallarse atrapada en los hilos de una maraña política que no da opción a tomar decisiones.
Hunt no es una obra deslumbrante ni un nuevo clásico del thriller coreano, pero sí una digna aportación a una cinematografía donde lo comercial y la calidad todavía van de la mano.
Sinopsis
Hunt nos sitúa en la Corea del Sur de 1980. Tras el asesinato del presidente Park por la agencia de inteligencia coreana, el ejército vuelve a hacerse con el poder. Corea del Norte lo ve como una oportunidad para una invasión futura y envía a uno de sus espías. Dos altos responsables de la seguridad surcoreana, tienen la misión de perseguir al infiltrado. Así comienza una terrible carrera contrarreloj.
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