La vida es dura y todo son problemas, pero los ciudadanos del primer mundo a veces nos ahogamos en un vaso de agua. ¡Hoy no me funciona Internet! ¡Estoy perdido! Bien, en esos momentos conviene recordar que gran parte de la población mundial se reiría de estas cosas, ya que la única tarea que muchas personas tienen al largo del día es llegar vivas a la noche.
Sí, todo es relativo. Lo sé. Que otra gente lo pase mal no evita que nosotros nos tengamos que resignar o no nos podamos quejar, pero, al menos, no estamos intentando sobrevivir en la nieve a las heridas infectadas que nos ha inflingido un oso.
Lo cierto es que quizá nuestra memoria genética “añora” esos retos, y por eso abundan esas vacaciones de deportes de riesgo y superviviencia, en plena naturaleza, a las que se apuntan muchos oficinistas.
Quizá porque echamos de menos las situaciones duras, pero básicas, tan alejadas de nuestros conflictos supuestamente complejos de hoy, parece que hay un revival del género western, al que más o menos pertenece El renacido. En realidad es una película de aventuras, aunque ese término ya no se lleve mucho. Otros llaman a este subgénero pre-western. En fin, etiquetas.
El renacido se basa en una de esas historias a medio camino entre la realidad y el folclore que surgieron en los comienzos de los Estados Unidos. La epopeya de supervivencia y venganza del trampero Hugh Glass (también pirata en algún momento, por lo visto) en la agreste ribera del Misuri ha inspirado un buen montón de libros y una estupenda película de 1971, El hombre de una tierra salvaje, dirigida por Richard C. Sarafian y protagonizada nada menos que por John Huston y Richard Harris, cómodo por aquellos tiempos en los papeles al aire libre tras rodar Un hombre llamado Caballo (Elliot Silverstein, 1970).
Los más traviesos dicen que el film Sarafian es, en realidad, la verdadera “inspiración” de El renacido, que oficialmente adapta parte de la novela The Revenant: A Novel of Revenge (Michael Punke, 2002). Ese juicio se lo dejamos al espectador, por si quiere hacerse una sesión doble comparativa. Aquí nos limitaremos a decir que El renacido es una película de Hollywood, con todo lo bueno y malo que eso significa.
Por un lado, el film de Alejandro González Iñárritu brilla por su excelencia técnica. Todo tiene buen aspecto, todo es vistoso, todo es correcto. Los actores son estupendos, la ambientación cuidadísima. La fotografía es exuberante, el sonido envolvente y hasta la última ramita pelada que hay en el suelo está justo donde debe estar para que quede resultona.
Por otro lado, tanto despliegue tecnológico provoca, precisamente, que la película no se sienta tan intensa como debería sentirse. Hablamos de una cinta en la que los personajes pasan por situaciones brutales, siempre con un pie en la muerte, pero los excesos estéticos no nos convencen de que estemos viendo algo, si no real, al menos auténtico.
Los constantes retoques digitales de imagen y la abundancia de infografía provocan la sensación de que ésta es una película fantástica, o de ciencia-ficción. Eso está bien para, pongamos, Avatar (que nos lleva a un planeta imposible para contarnos un romance extraterráqueo), pero los osos, venados, lobos y bisontes digitales de El renacido restan credibilidad a un largometraje que nos habla de la faceta más inclemente de la naturaleza.
Como amante de los animales, me resulta agradable saber que ninguna criatura ha sido maltratada para realizar esta película. Es algo que algunos odiamos de manera visceral y no toleramos bajo ninguna excusa artística. Pero, por otro lado, los efectos digitales todavía no son tan buenos ‒quizá lo sean algún día‒ como para que no tengamos la impresión de estar viendo a unos dibujos animados pululando por la pantalla junto a los actores, como sucedía en aquel maravilloso partido de fútbol de La bruja novata (1971).
Vale, supongamos que el director mexicano ha querido dar al film un aire poético, transformando el entorno silvestre en una tierra crepuscular entre la vida la y la muerte. Al fin y al cabo, el protagonista se mueve entre esos dos planos, y hasta se codea con los difuntos. En ese caso, tampoco logra sobrecoger. Simplemente, nos regala imágenes bonitas, pero no trascendentes.
Al leer declaraciones de Iñárritu sobre la dureza del rodaje, uno puede pensar que se siente como el sucesor de Werner Herzog, pero la horrible persona que escribe estas líneas sospecha que, con El renacido (y quizá también un poco con su anterior film, Birdman), lo que realmente desea este cineasta es suplantar a su buen amigo Alfonso Cuarón.
Muchas de las técnicas e ideas visuales del director de Gravity están presentes en El renacido, incluyendo la magnífica secuencia al comienzo de la película, que muestra una escaramuza entre tramperos e indígenas. Uno no puede sino recordar las espectaculares piezas de acción de Hijos de los hombres mientras la ve. El problema es que, a pesar de tener mayor aura de prestigio, Iñárritu es un cineasta mucho menos imaginativo que Cuarón, y la realización termina siendo monótona a medida que avanza el extenso metraje de El renacido.
El reparto no decepciona, y aunque Leonardo DiCaprio es el indiscutible protagonista, el muy activo Tom Hardy roba planos constantemente en su papel de superviviente pragmático.
El renacido es una película de aventuras y acción que quizá quiere ser algo más. Ese “algo más” no llega a cuajar, y no casa con los momentos a lo Jungla de cristal o Miguel Strogoff que se suceden en la película, y que habrían resultado más efectivos en manos de algún otro director con más aptitudes narrativas.
A uno le asalta el recuerdo de la adrenalina y la angustia que sintió viendo la soberbia Apocalypto (2006), y le pica la curiosidad elucubrando cómo habría resultado El renacido con Mel Gibson tras la cámara, por ejemplo. Incluso films menores en presupuesto y ambiciones como Centurión (Frank Marshall, 2010) o 71 (Yann Demange, 2014), que se pueden considerar como películas de supervivencia, resultaban más intensos.
Siendo positivos, no es esta una mala película. Incluso es la menos pretenciosa de su director, y siempre se agradece que el abandonado género de aventuras se vuelva a hacer su hueco en la industria.
El problema consiste en que El renacido, sencillamente, es artificial.
Sinopsis
Inspirada en hechos reales, El renacido (The Revenant) es una épica historia de supervivencia y transformación que tiene lugar en el salvaje Oeste americano. Durante una expedición en esas inexploradas tierras vírgenes, el legendario explorador Hugh Glass (Leonardo DiCaprio) resulta brutalmente herido por un oso, y después es abandonado por sus propios compañeros de cacería.
Moribundo y absolutamente solo, Glass se niega a perecer. Impulsado por su fuerza de voluntad y por el amor que siente hacia su esposa, una nativa americana, y su hijo, Glass emprende un viaje de más de 300 kilómetros a través del vasto e indómito Oeste persiguiendo al hombre que le traicionó: John Fitzgerald (Tom Hardy). Lo que comienza siendo una implacable búsqueda de venganza se convierte en una heroica historia, contra todo pronóstico, en pos del hogar y la redención.
Sumergiendo al espectador en la incomparable belleza, misterio y peligros de la vida en la Norteamérica de 1823, la película indaga en la transformación de un hombre mientras intenta salvar su vida. Mitad thriller y mitad aventura por terreno desconocido, El Renacido (The Revenant) explora los instintos primarios de búsqueda no sólo de la propia supervivencia sino de la dignidad, la justicia, la fe, la familia y el hogar.
La producción del filme, que gira en torno a la crudeza de los entornos salvajes, reflejó las duras condiciones que Glass y compañía efectivamente soportaron durante el siglo XIX. Iñárritu y la totalidad de su equipo técnico y artístico estaban preparados para todo lo que les echaran, aceptando los desafíos que suponía rodar en Canadá y Argentina, regiones famosas por su imprevisible clima y territorios vírgenes, con el fin de llegar a comprender plenamente la experiencia de los tramperos a principios del siglo XIX.
Iñárritu colaboró estrechamente con el actor ganador del Globo de Oro y nominado al Premio de la Academia Leonardo DiCaprio, que interpreta un personaje único, tan intenso físicamente como emocionalmente sincero. Junto con el actor ganador del BAFTA Tom Hardy y los actores Domhnall Gleeson y Will Poulter, Iñárritu dirigió a un heterogéneo reparto, compuesto por artistas internacionales y nativos americanos, hasta un pasado oculto. Iñárritu volvió a unirse al director de fotografía Emmanuel Lubekzi, conocido como «El Chivo», ganador del Premio de la Academia, para aportar su conjunto y característico estilo de rodaje en exteriores, con la cámara flotando por el paisaje; y que a veces se acerca tanto que hasta el propio aliento de los personajes se hace presente visualmente.
Iñárritu también contó con el meticuloso asesoramiento de asesores históricos con el fin de estudiar fielmente las guerras territoriales con las tribus nativas que posteriormente se convertirían en material básico del mito del salvaje Oeste.
La leyenda de Glass comenzó en 1823, cuando se encontraba entre los miles de hombres que se apuntaron al el comercio de pieles, una nueva fuerza impulsora de la economía americana. Era una época en la que muchos consideraban el territorio salvaje como un gran desierto espiritual que demandaba ser domesticado y conquistado por los hombres más duros. De manera que tales hombres se esparcieron en masa por ríos desconocidos, que nunca habían sido navegados ni cartografiados, se perdieron en bosques de imponente exuberancia, buscando no sólo emoción y aventura sino también beneficios; a menudo, en feroz competición con las tribus nativas, para las que hacía tiempo que esas tierras constituían su hogar.
Muchos de esos hombres murieron de forma anónima, pero Glass entró en los anales del folclore americano al negarse rotundamente a morir. Su leyenda se desató tras enfrentarse a uno de los peligros más temidos del Lejano Oeste: un desconcertado oso pardo. Incluso para los más curtidos colonos, tal hecho habría sido supuesto su fin. Pero no para Glass. En la historia que nos cuenta Iñárritu, un malherido Glass se aferra a la vida; después sufre una traición, lo cual le anima a perseverar a toda costa.
A pesar de su enorme deterioro, Glass consigue salir por sí mismo de su prematura tumba; abriéndose camino dificultosamente a través de un desafiante rosario de peligros ignotos y culturas desconocidas, en un viaje que se convierte no sólo en la búsqueda de un ajuste de cuentas sino también en una redención. Mientras atraviesa el salvaje Oeste en su confuso estado, Glass llega a rechazar la necesidad de destrucción que una vez le impulsó. Se ha convertido en un «renacido»; uno que volvió de entre los muertos.
La leyenda de Hugh Glass
Durante dos siglos, la historia de Hugh Glass se ha consolidado como uno de los relatos más increíbles sobre un hombre que excede todos los límites que se esperan de cuerpo, mente y alma. Nacido en Filadelfia en 1773, poco se sabe sobre los primeros años de vida del verdadero Glass, pero se cree que pasó años en el mar ejerciendo de pirata. En la treintena, Glass viajó al Oeste, y en 1823, se enroló, fatídicamente, en la expedición del capitán Andrew Henry para explorar el río Missouri. Fue entonces, aproximándose la expedición a lo que ahora es Lemmon, Dakota del Sur, cuando Glass resultó atacado por un oso pardo y fue abandonado por los hombres que tenían órdenes de quedarse con él, que supusieron, erróneamente, que pronto moriría.
Glass no dejó nada escrito, excepto una sola carta que escribió a los padres de un compañero asesinado por la tribu india de los Arikara. Cuando Glass apareció vivo, los periodistas de la época difundieron su historia por toda la nación. Desde entonces, ha habido biografías y novelas.
En 2002, el escritor Michael Punke publicó uno de los trabajos de investigación más exhaustiva: The Revenant: A Novel of Revenge. Curiosamente, Punke tiene otra carrera completamente distinta como representante comercial en Estados Unidos, pero también ha sentido siempre una gran fascinación por los «hombres de la montaña», lo que le ha llevado a explorar todas las fuentes para proporcionar la imagen más realista de Glass hasta la fecha.
El libro fue alabado por Publisher’s Weekly, que lo calificó como «una fascinante historia de heroísmo y venganza obsesiva», y se convirtió en favorito de los lectores ávidos de grandes aventuras. Entre dichos lectores, se encontraban tres productores de la compañía Anonymous Content: Steve Golin, Keith Redmon y David Kanter.
«Siempre me han gustado las películas de supervivencia en la naturaleza, y a todos nos pareció que ésta podía ser una increíble y original aventura», recuerda Golin. «Para David, Keith y yo mismo, esto ha sido un largo viaje, pero estamos muy contentos de que funcionara de la forma en que lo hizo con el extraordinario grupo de personas que la realizaron. No fue fácil, pero ha sido un sueño hecho realidad en lo que se refiere a la creatividad que la historia inspiraba».
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