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Crítica: «Hasta el último hombre (Hacksaw Ridge)» (Mel Gibson, 2016)

Nos hemos convertido, por distintas razones, en un espectadores cínicos. En estos tiempos, los cineastas encargados de hacer películas de Superman sienten vergüenza a la hora de decir la palabra “Superman”, y convierten al héroe por excelencia en un personaje amargado y homicida. No hay lugar para la pureza, todo tiene que verse a través de una lente de desdén.

Hasta el último hombre (Hacksaw Ridge) se lanza a las pantallas con la misma actitud que el personaje protagonista se alista en el ejército a pesar de negarse a coger un arma: sin tener en cuenta lo que opinen los demás.

Por cuestiones que nada tienen que ver con el cine, hemos tenido que esperar una década para ver una nueva película dirigida por Mel Gibson, cuyo último trabajo fue el extraordinario film de aventuras Apocalypto (2006).

Cabría esperar que el director buscase una especie de redención frente a la opinión pública con su nuevo largometraje. Que su nuevo film fuese un forzado ejercicio de corrección política, o un mea culpa. Pero no, Mel Gibson simplemente hace la película que le apetece, como siempre ha hecho.

Andrew Garfield (ese inquietante clon de Anthony Perkins) encarna a Desmond Doss, un joven hillbilly que, tanto por convicciones religiosas como por experiencias personales, siente aversión por la violencia. Tras el ataque de Pearl Harbor, responde a la llamada del deber y se alista, pero dejando claro que no piensa coger con arma. Así pues, Desmond tiene en contra tanto a los hostiles japoneses como a sus compañeros y a sus superiores. Pero en la batalla de Okinawa demostrará que no es un cobarde, ni mucho menos.

Bueno, básicamente así de sencilla es esta historia (real, aunque posiblemente exagerada, como todas las buenas historias). Lo normal habría sido convertirla en un panfleto pacifista (*) o religioso, pero lo que obtenemos en una película de la vieja escuela, sin ninguna vergüenza a la hora de exagerar tanto en lo “cursi” como en lo atroz.

Las escenas románticas entre Andrew Garfield y la encantadora Teresa Palmer tienen un irresistible sabor añejo, mientras que los momentos de de combate entran de lleno en el terreno de las más increíbles “hazañas bélicas”. Son un puro tebeo, repleto de tiros, explosiones, vísceras y bayonetas.

Puede que usted, como quien escribe estas líneas, sea ateo y no especialmente patriota. Si ese es el caso, puede enfrentarse a una película como esta desde el rechazo (comprensible) o desde la empatía. Al fin y al cabo, el film no trata tanto sobre las bondades del cristianismo o de la bandera con barras y estrellas como sobre el poder de las convicciones personales. En un determinado momento de la película, un montaje paralelo ilustra las distintas maneras de afrontar la muerte y la derrota por parte de un soldado estadounidense y de un oficial japonés, y las dos nos pueden parecer tan absurdas como respetables.

Si su película favorita sobre la guerra del Pacífico es La delgada línea roja (Terrence Malick, 1998), quizá debería permanecer lejos de Hacksaw Ridge. Si no le dice no a un cómic del Sargento Rock o siente cariño por La gran prueba (William Wyler, 1956… con Anthony Perkins), no dude en verla.

(*) Alguien dijo que todas las películas bélicas son pacifistas. Después de ver Hacksaw Ridge, la verdad es que a uno se le quitan las pocas ganas que le quedaran de lanzarse al campo de batalla.

Sinopsis

Primavera de 1945. La guerra del Pacífico tiene los días contados y las batallas se recrudecen. Las tropas estadounidenses asaltan Okinawa en algunos de los combates más sanguinarios de la historia y un soldado destaca por encima del resto. Ese soldado se llama Desmond T. Doss, un objetor de conciencia que lleva el mandamiento de «no matarás» grabado a fuego en lo más profundo de su ser. Asignado al destacamento médico de la infantería, Doss logró salvar la vida de docenas de soldados heridos por las ráfagas enemigas sin disparar una sola bala.

Adventista inquebrantable, Doss vivía en Virginia cuando se alistó voluntario en el ejército de Estados Unidos no como soldado, sino como médico «no armado». Su postura chocó con todo el estamento militar, pero perseveró. Este joven delgado y vegetariano, que rechazaba entrenar los sábados y se negó a empuñar un arma, fue objeto de mofa de sus compañeros, quienes lo veían como un peligro en las trincheras e intentaron hacerle abandonar el ejército por todos los medios. Doss se mantuvo fiel a sus principios incluso al llegar a Okinawa, donde su unidad recibió la orden de participar en el asalto al acantilado de Maeda, una misión prácticamente imposible. En lo alto de esta escarpada colina de 122 metros esperaban nidos de metralleta, trampas y soldados nipones escondidos en cuevas que habían jurado dejarse la vida en el combate.

Allí fue donde Doss demostró ser no solo un hombre de principios, sino también de un valor extraordinario. Al verse rodeado por el intenso fuego enemigo, Doss no corrió a refugiarse. De hecho, cuando su batallón recibió la orden de retirarse él ignoró la orden, adentrándose una y otra vez en la zona atacada para evacuar a sus compañeros. Sin otra arma que sus convicciones, consiguió salvar a unos 75 soldados malheridos que hubieran fallecido de no ser por sus actos.

El presidente Harry Truman le condecoró con la Medalla de Honor en octubre de 1945, y en su discurso subrayó «su gran valentía y enorme determinación en condiciones dramáticas y peligrosas». Fue entonces cuando empezaron los intentos por llevar la vida de Doss al cine. Al conocer su hazaña y comprender todo lo que había conseguido este hombre (solo otros dos objetores de conciencia han recibido una Medalla de Honor), quedaba patente que era una historia potente y provocadora. Aún así, su adaptación cinematográfica se ha hecho esperar más de medio siglo, en parte porque Doss quiso llevar una vida tranquila y humilde, alejado de la fama.

Gracias a un guión coescrito por el dramaturgo ganador de un premio Pulitzer Robert Schenkkan (Kentucky Cycle, All The Way) y el guionista australiano Andrew Knight (El maestro del agua) y la experiencia de un equipo técnico de primer nivel comandado por el director Mel Gibson (nominado a un Oscar), la historia de Doss por fin da el salto a la gran pantalla, contada con todos los medios que ofrece el cine del siglo XXI. Este filme no se centra únicamente en la batalla de Okinawa, sino también en los seres queridos que contribuyeron a formar las creencias y convicciones de Desmond Doss.

«Desmond nunca quiso vender los derechos de su vida. Sentía que la fama y la popularidad iban en contra de su forma de entender la vida, pero al final comprendió que al compartir su historia con los espectadores se aseguraría de que ésta no se perdiera», explica Bill Mechanic, productor de Hacksaw Ridge.

Doss falleció en marzo de 2006 a los 87 años. Varios años antes, el realizador Terry Benedict había recibido su autorización para empezar a producir un documental titulado The Conscientious Objector y se hizo con los derechos sobre su vida. Cuando llegó el momento de explorar cómo narrar la vida de Doss en formato cinematográfico, Benedict se puso en contacto con el productor David Permut, que a su vez recurrió a Mechanic, a quien le pareció un proyecto muy interesante.

«Es la historia de un hombre de convicciones firmes que se adentra en lo más profundo del infierno y sale reforzado», dice Mechanic.

Para escribir un guión que pudiera integrar todos los elementos históricos, biográficos y espirituales de la historia de Desmond DossBill Mechanic contrató a Robert Schenkkan, ganador de un premio Pulitzer en la categoría de drama por las obras de la serie Kentucky Cycle, un testimonio épico sobre la historia y la mitología del Medio Oeste articulado a través de la vida de tres familias de Kentucky. En 2014, Shenkkan recibió el premio Tony a la mejor obra de teatro, entre otros galardones, por All The Way, un convincente retrato del primer año de gobierno del presidente Lyndon Johnson, tras el asesinato de Kennedy. La pasión de Schenkkan por aportar humanismo a acontecimientos históricos de enorme relevancia demostraba que era el guionista ideal para trabajar con este material.

Para contar una historia tan excepcional, que aunaba amor, problemas familiares, cuestiones de fe y la brutal realidad de la guerra, habría que alejarse de las estructuras cinematográficas convencionales. Mechanic y Schenkkan estudiaron las declaraciones de Doss y los archivos del ejército para lograr comprender por qué Doss se oponía tan firmemente a la muerte a pesar de apoyar la guerra.

«Llegamos a la conclusión de que sería imposible entender las decisiones de Desmond sin conocer su pasado. Si hubiéramos empezado directamente en Okinawa, no hubiéramos podido explicar la influencia que ejercían sobre él sus padres ni cómo conoció a su esposa Dorothy ni cómo fue componiéndose su rudimentario sistema de valores», dice Mechanic.

Schenkkan repasó la cronología de los hechos para darle estructura a la historia. Basó algunos de los personajes secundarios en personas que realmente compartieron la vida de Doss e incluyó acontecimientos de su juventud. Pero al narrar su impresionante hazaña en el acantilado de Okinawa, no se despegó ni un milímetro de los hechos reales. Por ello, enseguida se hizo evidente la necesidad de dar con un director que pudiera retratar tanto la vida íntima de la familia Doss como recrear el épico combate de Okinawa con gran realismo.

Fue entonces cuando Mechanic empezó a tantear a Mel Gibson. Con una filmografía que incluye clásicos como Braveheart (ganadora del Oscar a la mejor película), Cuando éramos soldadosLa Pasión de Cristo y su último filme como director Apocalypto, sobre la civilización maya, Gibson es un maestro a la hora de tratar temas de enorme peso histórico con un estilo evocador y sumergir a los espectadores en mundos fascinantes. Mechanic había seguido de cerca la evolución de Gibson tras trabajar con él en Braveheart.

«Le envié el guión de Hacksaw Ridge tres veces: en 2002, 2010 y 2014″, recuerda Mechanic. «Su equipo sí llegó a leérselo antes, pero hasta 2014 (cuando se lo envié por última vez), Mel había estado más interesado en dirigir proyectos que había desarrollado él mismo. En 2014 se lo leyó de una sentada y a la mañana siguiente ya tenía decidido que quería participar».

«Desmond Doss aborrecía la violencia. Iba en contra de sus principios y sus convicciones religiosas, pero quería servir a su país como médico durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo se adentra una persona en el lugar más terrible de la tierra sin llevar un arma? Me resultó todavía más apasionante por ser una historia real y pensé que podría llevarla al cine con mi lenguaje visual», dice Gibson.

Copyright del artículo © Vicente Díaz. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Pandemonium Films, Permut Productions, Vendian Entertainment, Kylin Pictures. Cortesía de DeAPlaneta. Reservados todos los derechos.

Vicente Díaz

Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Europea de Madrid, ha desarrollado su carrera profesional como periodista y crítico de cine en distintos medios. Entre sus especialidades figuran la historia del cómic y la cultura pop. Es coautor de los libros "2001: Una Odisea del Espacio. El libro del 50 aniversario" (2018), "El universo de Howard Hawks" (2018), "La diligencia. El libro del 80 aniversario" (2019), "Con la muerte en los talones. El libro del 60 aniversario" (2019), "Alien. El 8º pasajero. El libro del 40 aniversario" (2019), "Psicosis. El libro del 60 aniversario" (2020), "Pasión de los fuertes. El libro del 75 aniversario" (2021), "El doctor Frankenstein. El libro del 90 aniversario" (2021), "El Halcón Maltés. El libro del 80 aniversario" (2021) y "El hombre lobo. El libro del 80 aniversario" (2022). En solitario, ha escrito "El cine de ciencia ficción" (2022).