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Vidas y muertes paralelas

Con frecuencia nos preguntamos cuánto de común hubo y hay entre España y los países hispánicos de América. Dejando de lado las misteriosas identidades que demasiado a menudo invocan la raza o la religión. Examinando los hechos aparece la comunidad de la historia. Un tremendo episodio de ella, la guerra mundial de 1914-1918, puede servir de ejemplo. Es el que examina el gerundense Maximiliano Fuentes Codera en su libro España y Argentina en la Primera Guerra Mundial. Neutralidades transnacionales (Marcial Pons, Madrid, 2022, 317 páginas). Como síntesis caben sus palabras acerca de “los múltiples vínculos de conexión entre Argentina y España. Ambos países forman parte de una inmensa tela de araña que cubrió Europa y atravesó el Atlántico.” (p. 216). No eran excepción pues también lo experimentaron otros Estados neutrales como los escandinavos, Suiza y los Países Bajos. La guerra europea se mundializó y acabó afectando también a quienes permanecieron en la neutralidad.

Había una especial proximidad entre los dos países. España era uno de los extremos europeos más pobres y Argentina, uno de los más ricos de América. La atracción inmigratoria era inevitable. De tal modo, había notorias colonias de europeos en la Argentina, la española en primer lugar. Las analogías se impusieron. No ocurrió sin curiosos detalles. En general, liberales e izquierdas simpatizaron con los Aliados por ser democráticos aunque asociados al despotismo zarista. Invocaban lo universal pero a veces defendían la autoridad de la raza latina. Del otro lado, militarizados imperios –Alemania, Austria-Hungría, Turquía– eran defendidos por los reaccionarios que estaban a favor de la fuerza bien organizada frente a unas democracias caóticas y corrompidas. Con todo, hubo quienes simpatizaban con ellos en nombre de la razón tecnológica y la sociedad moderna: eficacia, disciplina, ciencia.

Fue difícil y complejo mantener las neutralidades. Hubo entreveros en el mar y los submarinos alemanes hundían indefensos barcos de transporte argentinos y españoles. Dos dirigentes con vidas paralelas, el presidente Hipólito Yrigoyen y el rey Alfonso XIII, trataron de que el eje hispánico consiguiera un alto el fuego, dando lugar a la mediación y el arbitrio, prólogo de la paz. No lo consiguieron. Se los trató de flojos y de abrigar secretas simpatías progermánicas.

Entre tanto, las sociedades respectivas se aminaban hasta el fervor por uno y otro bando. Intelectuales, profesionales, políticos, gente de la Iglesia, gremialistas, todo el mundo, vivió la guerra como si participara de ella, aunque invocando siempre la supremacía de la paz. La victoria daría la razón a quien la consiguiese. Es decir: en la historia no gana quien tiene razón sino que tiene razón quien gana. A la vez, como dice Ernst Jünger, no sólo fue mundial la guerra sino también la revolución. Algunos vieron que la catástrofe estaba liquidando el régimen planetario de la Bella Época. Otros entendieron que los tiempos estaban dando espacio a la revolución social. Así apareció el octubre (quizá noviembre) bolchevique de 1917. Algunos lo definieron una alborada histórica. Otros, simple y rasamente,  una artimaña alemana para sacar a Rusia de la guerra.

La investigación es densa y apasionante. El profesor Fuentes ha trabajado con un tesón y una prolijidad muy intensos. Se ha metido en una jungla documental que impuso hurgar en hemerotecas de ambos continentes, rescatar libros menores y olvidados, exhumar documentos que el secreto oficial había velado. No se limitó a ordenarlos sino que los expuso en un relato que es la enésima narración de una de las mayores tragedias de la humanidad. A su lectura podemos añadirle un par de reflexiones. Conviene hacerlo respecto al tema de en qué medida, España y América hispana tuvimos y acaso sigamos teniendo una historia en común. Y, ensanchando la mirada, considerar si la primera no fue la antesala de la segunda y la abierta y abismal premonición de una tercera.

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Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")