En albores del siglo XVII, Monteverdi y otros compositores italianos pusieron en práctica algunos artificios estéticos, sumamente innovadores, para maridar texto y música en pos de una exacerbada expresividad que convirtió al madrigal en la forma musical más exitosa del momento (con excepción, tal vez, de la ópera). Una de estas técnicas consistía en identificar el lamento, incluso, el llanto y otras expresiones dolientes, con una escala cromática descendente que, semitono a semitono, pretendía describir el fluido de las lágrimas, los gemidos quejumbrosos, etc.
Este motivo lamento tuvo una gran trascendencia en el periodo barroco –y las obras de Ligeti, desde Musica ricercata (1953) hasta los Études por piano (1985-2001), son un ejemplo evidente–, en que diversos compositores, en muy distintos contextos, hicieron uso de él con idéntico significado.
Así ocurre en uno de los últimos números de Dido and Aeneas de Purcell (1689), el emocionante final When I am laid on earth [Cuando descanse en la tierra], que la estoica reina de Cartago canta justo antes de su muerte, tras la marcha del héroe troyano.
Como se observa en la imagen, el anunciado final de la soberana se acerca con el bajo lamentoso desde el inicio del aria, con la que se despide de la vida:
Imagen superior: Purcell, Dido and Aeneas, «When I am laid».
En un contexto muy distinto, Bach utilizó el mismo motivo para recrear el dolor de Cristo en la cruz, en el Crucifixus, como parte del Credo, eje central de la monumental Misa en Si menor, que compuso interrumpidamente entre 1724 y 1749.
Imagen superior: Bach, Misa en Si menor, «Crucifixus».
Sin embargo, este artificio tan sofisticado no se hubiera podido desarrollar sin el precedente de la música de John Dowland, uno de los primeros impulsores del motivo lamento. Si bien Ellen Rosand (1979) sitúa su origen en Lachrimae or seven tears (ca. 1604), para laúd, podemos encontrar ejemplos aún anteriores en Forlorn Hope Fancye (ca. 1600), que presenta (como otras obras del autor) un tema fugado por movimiento cromático descendente:
Imagen superior: Dowland, «Forlorn Hope Fancye».
Ésta y otras tristezas de la música isabelina se hallan en el primer estudio en español sobre este compositor, firmado por Alberto Álvarez Calero y editado por Fórcola Ediciones, un volumen de extraordinaria belleza y profunda labor de investigación: John Dowland: la música en tiempos de melancolía, que preludia un exquisito prólogo de María del Ser.
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