Vicente DíazEn 2006 llegaron a nuestras pantallas películas como Diamante de sangre, que tratan la problemática relación entre África y sus (¿ex?) colonizadores. En estos films, los occidentales salen ganando económicamente y los africanos sufren de todas las formas imaginables.
El último rey de Escocia, además de tener el mejor título de esta serie de cintas, es la mejor. Su desarrollo es bastante mecánico y predecible, aun cuando uno no tenga ni idea de quién era el presidente Amin, un primate violento con delirios de grandeza intercambiable por cualquier otro como Pol Pot, Bokassa o cien mil más (curiosamente estos tipejos suelen pasar a la historia, aunque sea en breves comentarios, mientras que la gente buena pasa al olvido).
El film es, a un nivel esquemático, la historia de la relación de amistad entre dos personajes teóricamente muy distintos, pero igual de aprovechados, tanto que tiene que acabar mal, más que nada porque este tipo de relación.
Al comienzo de la película todo lo respectivo a ambos personajes es buen rollito, y es ahí donde el film es más terrorífico, incluso antes de que se nos muestre (de refilón) el verdadero horror, ya que uno se da cuenta e incluso llega a compartir el autoengaño que practican tanto el dictador inútil y sicótico como el jovenzuelo que se lanza a vivir una excitante aventura africana. El primero se piensa que todo lo que hace es para salvar a su país y convertirlo en una primera potencia no sólo de su continente, sino mundial, mientras que el segundo posee ese espíritu del mochilero que quiere arreglar el mundo a base de condescendencia y palabrería, pero sin enfrentarse con la realidad más cruda, sucia y maloliente.
El excelente trabajo del reparto es definitivo a la hora de que el film funcione. Forest Whitaker está sensacional, y sus delirios (alejados de cualquier numerito a lo Jack Nicholson, que conste) captan más la atención del espectador e incluso del director que los tejemanejes de los titiriteros británicos. Esa locura es también más atractiva que la aventura del protagonista, un brioso James McCavoy, quizá algo desatado en ocasiones pero efectivo a la hora de comunicar la perniciosa juventud de su personaje.
Pese a ser un film de lo más interesante, la historia fáustica que cuenta no lleva a demasiadas sorpresas al ajustarse a un modelo de narración mil veces vista, aunque sea con mil caras distintas (Mefistófeles es lo que tiene), ya sea la de la relación entre un pringado y una planta parlante que le promete el oro y el moro, o entre un pringado y una mujer fatal que le promete amor eterno y riquezas, o incluso entre un pringado y un Plymouth Fury de 1958 con capacidad para convertir pringados en ganadores. Todas estas historias llevan al traumático reconocimiento por parte del pringado en cuestión de la maldad de su socio, y de que en esta vida nada es gratis, aún menos las cosas por las que entregarías tu alma.
Sinopsis
Por una increíble pirueta del destino, un médico escocés (James McAvoy) destacado en misión médica en Uganda queda irreversiblemente enredado con uno de los personajes más bárbaros del mundo: Idi Amin (Forest Whitaker). Impresionado por la descarada actitud del doctor Garrigan en un momento de crisis, el recientemente autonombrado presidente de Uganda, Amin, le elige como médico personal y como su confidente más íntimo.
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Guzmán Urrero
