La modernidad cultural española, con ilustres excepciones (Almodóvar, Alaska, Martirio, Serrat), siempre ha odiado su propia cultura popular.
Aun hoy cunde jalear el chascarrillo y la mofa sobre lo que se hace aquí a nivel mayoritario: la prueba está en cómo nos reiríamos si ese subgénero imperialista de «¡superhombres que vuelan uniformados y con capita!» se hubiera inventado en España… qué burlas, qué denigración, qué aplausos al vilipendio más cruel se sucederían. ¡Cómo alejaríamos a nuestros hijos de esa cultura! Una cultura en la que la gente cuelga de la pared armas defensivas con la estrella de la bandera yanqui impresa en ellas…
La copla fue un ejemplo flagrante de ese autodesprecio elitista: la «música franquista» por antonomasia para una mayoría intelectual. Tras décadas así etiquetada, ahora resulta que es reducto contra el machismo de la época y «la voz de todas esas mujeres sometidas» (Paco Roca dixit). Pues vale.
¡Cómo cambian los discursos oficiales! Pero yo estoy más con Paco: prefiero que se valore y admire el arte, carisma y modelo de independencia de Lola Flores a que se la silencie por sus elogios públicos a Franco (sin que ello implique que nos quitemos una venda para ponernos otra, claro).
Más allá de que la copla es un género grande con independencia de cómo se instrumentalice su naturaleza para que los prejuiciosos se queden tranquilos, lo único que tengo claro es que Carla Berrocal ama la copla y lo cañí. El impulso que le ha llevado a crear esta novela gráfica sobre Concha Piquer es genuino y loable: arrojar luz sobre una gran artista y tonadillera (qué bonita palabra) que, en efecto, se construyó como mito de la nada en un país de envidias y en un mundo de hombres. Una mujer poco simpática, además, como objeto de idealización. Una persona soberbia y paradójicamente dependiente en lo sentimental. Una gran artista, repito, que es lo que cuenta.
Y lo que cuenta Berrocal, yo creo que con un equilibrio muy certero entre el discurso moral coyuntural (cómo se veía en el siglo XX) y contemporáneo (cómo lo vemos ahora), sin eludir los asuntos espinosos (el franquismo, la sumisión afectiva), aporta un antes y un después en cómo podemos ver y apreciar nuestras raíces culturales. Con una mirada sin paternalismos ni complejos. Aceptando las contradicciones, lejos de talibanismos y risillas. Con la admiración hacia los iconos artísticos de épocas que SIEMPRE han sido más duras que la nuestra, cuando papá USA no se ocupaba de todo nuestro ocio.
Creo que Doña Concha: la rosa y la espina puede contribuir a que miremos atrás sin miedo, ¡a nuestro pasado, a nuestro origen! Y a que levantemos de una vez la sábana bajo la que hemos guardado todos los muebles caseros que nos avergüenza que descubra de visita nuestro tío de América.
Estoy convencido de que ahora mismo el móvil de Ramiro Oliveros está petando a llamadas desde el Más Allá, con madre e hija insistiéndole en que les compre un ejemplar de Doña Concha.
Ojalá esta obra sirva también para que cuando entremos en alguna editorial nos encontremos a sus autores y editores silbando melodías de los magos Quintero, León y Quiroga, de Mostazo, de Solano… ¡y alguna sardana de Pep Ventura!
Una maravilla gráfica y una mirada directa a los ojos de aquello que somos realmente, bajo la capita del Hombre de Acero, el antifaz del Detective Murciélago y los disfraces importados de Halloween…
Sinopsis
Concha Piquer no es solo un icono de la copla y la historia sentimental de España: también fue una mujer que rompió moldes y cambió muchas de las leyes no escritas del mundo del espectáculo. Niña prodigio, joven triunfadora en Broadway y amante con muy mal ojo para los hombres, fue la primera tonadillera en tener compañía propia, antes de la Guerra Civil, y en contar con canciones exclusivas en sus obras.
Doña Concha: la rosa y la espina es una biografía insólita que mezcla, en viñetas, episodios de su vida con entrevistas que la autora ha realizado a expertos en copla y cultura popular. El resultado es un libro que traza una completa panorámica de toda una época, así como un trabajo de concepción y diseño impecables.
Carla Berrocal (1983) estudió ilustración y diseño gráfico en la Escuela de Artes y Oficios N10 de Madrid. Desde 2004 se dedica a la ilustración editorial en medios como eme21magazine, eldiario.es y El País, y en el grupo Vocento. Siempre ha compaginado esta labor, en el ámbito de la ilustración y el cómic, con el activismo feminista, la enseñanza y la divulgación; actualmente colabora en el programa Territorio 9 de Radio 3.
Debutó en el cómic ocupándose del dibujo en las obras Hire: el terrible vampiro samurái (2004, junto a Daniel Hartwell) y Mad Trio (2005, con Jason DeGroot), a las que siguió su primer trabajo como autora completa en el volumen misceláneo Quattrocento (2006). Tras años de trabajo, mientras participaba también con historietas breves en recopilatorios y revistas, publicó en 2011 su primera novela gráfica, El brujo, inspirada en la cultura popular chilena y con la que consiguió un amplio reconocimiento entre lectores y crítica. Su siguiente libro fue el cómic experimental Epigrafías (2016), sobre la vida de la poeta estadounidense Nathalie Clifford Barney. Y por último, este Doña Concha, el resultado de tres años de dedicación que nos complace presentar y con el que damos la bienvenida a la autora en el catálogo de Reservoir Books.
Copyright del artículo © Hernán Migoya. Reservados todos los derechos.
Copyright de imágenes y sinopsis © Reservoir Books. Reservados todos los derechos.