El western es un muerto muy inquieto. Como el teatro o la cultura en general, siempre se habla de él como algo en extinción o directamente acabado, pero lo cierto es que, con cuentagotas, siguen apareciendo películas del oeste desde que su certificado de muerte se firmara a finales de la década de los sesenta.
Desapariciones se suma a este goteo, en los últimos tiempos bastante abundante, por fortuna. El punto de partida narrativo remite inevitablemente a la Obra Maestra Centauros del desierto, cuyo título original The Searchers también imprime su huella en el de Desapariciones, titulada en inglés The Missing. Como en el clásico de Ford, los protagonistas establecen su hogar en un medio hostil, a merced de los elementos, las bestias y los indios, quienes no se dejan avasallar ni desean compartir su territorio.
Por supuesto, los tiempos mandan, y en este mundo políticamente correcto los indígenas americanos no pueden retratarse como los inquebrantables guerreros que solían ser, así que se nos explica que los indios malos no son los integrantes de una tribu ancestral (de hecho un padre y un hijo de la tribu Chiricaua ayudan a los protagonistas), sino un grupo de exploradores que han renegado del ejercito para dedicarse a la trata de blancas motivados por el vil metal.
Precisamente la caballería es la que queda peor en este agreste western, con la breve aparición de un pelotón liderado por un obeso Val Kilmer, un grupo de soldados zarrapastrosos y saqueadores en los que los protagonistas no pueden confiar, y que haría al viejo Ford entrar en cólera.
Se agradece el tono duro y desagradable de la película, que incluye momentos de violencia desagradable y no tiene miedo a la hora de mostrar la inhumanidad con la que se trataba al más débil en aquel mundo tan poco inclinado a los modales o la piedad. Si el Salvaje Oeste llevaba ese adjetivo era por algo.
Lo que sorprende en esta película es la introducción de la magia india como un elemento real y palpable, quizá prescindible, pero interesante a la hora de desarrollar el personaje del villano principal. Si en Centauros del Desierto teníamos al férreo Cicatriz, aquí las cicatrices se multiplican en el rostro quemado y deformado en una mueca de odio de un terrorífico brujo capaz de matar a distancia con sus conjuros, uno de los personajes más potentes visualmente vistos en los últimos tiempos. Esta excursión por el colorido mundo de las tradiciones místicas indias (que no llega a los extremos psicodélicos de Blueberry) permite a Tommy Lee Jones divertirse con un extravagante papel de “amigo de los indios”, pudiendo llevar greñas largas, canturrear oraciones y llevar todo tipo de amuletos.
Por fortuna, detrás de esta labor exhibicionista algo molesta, el actor produce destellos de destreza interpretativa que le redimen. El resto del reparto no necesita de redenciones ni defensas, empezando por la siempre maravillosa Cate Blanchett, quien se las apaña para que su élfica estampa no desentone con lo agreste del paisaje y las situaciones, y acabando por las extraordinarias y jovencísimas Jenna Boyd y Evan Rachel Wood, a la que muchos reconocerán como una de las chicas de Thirteen.
Hasta aquí las buenas noticias, las regulares vienen de la mano del irregular Ron Howard, ese director comodín que lo mismo vale para un roto que para un descosido. Sin ser un mal director, a este ex-niño prodigio le falta la personalidad y el peso narrativo suficiente para llevar a cabo un western de los que dejan huella.
La realización de Desaparecidos, posiblemente buscando un innecesario realismo estético, es algo feucha y descuidada, y casi nunca llega a estar a la altura de un guión que podría haber sido mejor utilizado. Aun así, hay escenas de potencia indiscutible, como el hallazgo del cuerpo del infortunado Brake (un Aaron Eckhart con pocas páginas de guión) o la paliza que recibe Lily por parte de los villanos cuando intenta salvar a un bebé.
A pesar de lo prescindible de ciertos momentos místicos y de diálogos llenos de tópicos entre padre e hija, lo cierto es que Desapariciones es un western digno que los fans del género disfrutarán.
Sinopsis
Maggie Gilkesson (Cate Blanchett) vive en un rancho en mitad de Nuevo México, donde ejerce de curandera junto a sus hijas Lily (Evan Rachel Wood) y Dot (Jenna Boyd). Cuando un grupo de scouts indios renegados asesina a su novio y secuestra a Lily, Maggie deberá pedir ayuda a su padre Samuel (Tommy Lee Jones), al que odia desde que la abandonara cuando era pequeña para vivir con los indios. Descartando la ayuda militar, Maggie, Samuel y Dot seguirán el rastro del grupo de renegados, liderado por un poderoso brujo.
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