Con X-Men, el excelente director y guionista Bryan Singer logró algo casi imposible. Cualquiera que conozca a un fan de La Patrulla X, sabrá que los seguidores de este inabarcable cómic de la Marvel son los más fanáticos de todos los fans, valga la chapuza ortográfica. Y resultó que la película no sólo contentó a la mayoría los lectores, sino que encima gustó.
Después de ver X-Men 2, sólo puedo aventurar que los fans se van a volver locos de alegría. Y es que esta continuación convierte a la primera parte en lo que realmente era, un episodio piloto, y entra a saco en el desarrollo de una apasionante aventura que absorbe al personal.
Para este humilde analista, X-Men 2 (a la que habría que sumar la película anterior como introducción) es la mejor película de superhéroes desde el Superman de Richard Donner. Se trata de un film de aventuras sencillo en su planteamiento y complejo en su construcción, basada en la interacción de los numerosos personajes y sus poderes.
Este trabajo en grupo y la conjugación de los poderes de los mutantes se plantea como un mecanismo de relojería encajado al milímetro, que necesita de la atención de espectador. No se trata, como en otras películas, de ver simplemente a dos tipos zurrándose, aunque también haya de esto.
Pero está cinta no es sólo acción. Lo más importante son los personajes y las relaciones entre estos. Una vez presentados en la primera película, la cosa se lía. El triángulo amoroso de Jean Grey, Cíclope y Lobezno se acentúa. Por su parte, Lobezno se dedica a la filosófica tarea de averiguar quién es. También se hace más importante la relación amorosa, y forzosamente casta de Pícara y el frígido Bobby.
La aparición de un desconcertante mutante alemán Kurtz “Rondador Nocturno” Wagner nos revelará una faceta de la personalidad de Tormenta. Por otro lado, la muerte de un personaje principal dará un dramático giro a la historia…
En fin, que cada personaje tiene su aquel.
El film trata, al igual que la primera parte, sobre esa cosa tan americana que es el rechazo a lo desconocido, y expone un discurso insólitamente liberal sobre la tolerancia. La escena final en el despacho oval hace a la película definitivamente grande, exponiendo un discurso político comprometido e inusual para una producción comercial y palomitera.
Cada actor está definitivamente en su papel. Destacan, como no puede ser de otro modo, los geniales intérpretes shakespearianos Ian McKellen y Patrick Stewart. También hace un excelente trabajo Famke Jansen, quien ya ha demostrado en más de una ocasión tener algo más que un físico privilegiado.
Hugh Jackman retoma el papel del mutante estrella, Lobezno, con su talante supermacho, sus ataques de ira, las frases lapidarias y el crujido de cuello que ya se ha convertido en un clásico.
La película ofrece al espectador un amplio espectro de mutantes, encarnados en su mayoría por bellezas para todos los gustos y sexos, desde la perfección anatómica de Rebecca Romijn, en el papel de la enigmática y fascinante Mística, a la sonrisa profidén de James Mardsen, como el pijo e insulso Cíclope (del que se nos dice que le molan los Backstreet Boys), pasando por la rellenita Anna Paquin y su noviete en la ficción, Shawn Ashmore, quien parece carne de carpeta para las adolescentes.
Por supuesto, no hay que olvidar las veneradas curvas de Halle Berry como la oxigenada Tormenta ni, válgame Dios, a Kelly Hu, el impacto del año pasado en El Rey Escorpión, y que aquí encarna a la mortífera Yuriko, réplica femenina y diabólica de Lobezno.
Las escenas de acción, como es de esperar, no faltan, y son más que buenas. Destaca la escena inicial del ataque por parte de Rondador Nocturno en la Casa Blanca, el asalto a la escuela y la violenta pelea a navajazos entre Lobezno y Yuriko. Los poderes del insolente Pyros y una persecución entre jets también son espectaculares.
En definitiva, X-Men 2 es una excelente demostración de que las películas abiertamente comerciales no tienen por qué ser una sandez, y que los superhéroes, por muy mutantes que sean, son, en definitiva, tan humanos como usted o yo. O incluso más. Más humanos que los humanos, ¿se acuerdan?
Copyright del artículo © Vicente Díaz. Reservados todos los derechos.