Este es Joseph Banks (1743-1820), uno de los científicos británicos más prestigiosos de todos los tiempos. Botánico y explorador, acompañó a James Cook en su primer viaje de investigación por América y Australia. Identificó hasta setenta y cinco nuevas especies para el natural europeo. Introdujo en el viejo continente el eucalipto, las mimosas y las acacias. Fue consejero real en materia botánica. Y presidió la Royal Society, la sociedad científica más antigua y prestigiosa del mundo. Durante más de cuarenta años. Ya es decir.
Este cuadro, pintado por Thomas Phillips, muestra a un Banks sentado en su sillón presidencial de la Royal Society. Un cuadro que preside, durante los dos últimos siglos, la sala de reuniones del comité ejecutivo donde la Royal Society toma sus decisiones.
Delante del atril en el que se apoya Banks, se puede observar un documento, titulado On an Improved Reflecting Circle, publicado en las Philosophical Transactions, en el volumen 91, de 1801. Un artículo escrito por Joseph Mendoza y Ríos. El sevillano José de Mendoza.
José de Mendoza y Ríos (1761-1816) es uno más de los muchos españoles que brillaron con luz propia en la Europa de su tiempo, pero que la inquina de sus mediocres enemigos y la habitual desidia del resto de sus compatriotas ha hecho que caigan en el más absoluto de los olvidos.
Formado en el Colegio Real de San Isidro, donde estudiaba la élite de la España Ilustrada, pronto destacó por su especial aptitud para el cultivo de las matemáticas, de ahí que sus profesores le propusieran ingresar en la Marina Real, donde entró con tan sólo trece años.
Con apenas veinticinco escribió su Tratado de Navegación, compendio de sus saberes matemáticos y astronómicos. Un texto de tal calidad que fue elegido como manual en las academias españolas de guardiamarinas. Su publicación, en 1787, supuso el punto de partida de una meteórica carrera como científico al servicio de la corona española.
Animado por su posición relevante en el entramado burocrático del momento, fue comisionado para viajar a París y Londres, en busca de los textos más novedosos, de los últimos mapas. El viaje coincide con el estallido de la Revolución Francesa. En 1795 aparece su Memoria sobre algunos métodos nuevos de calcular la longitud por las distancias lunares: y aplicación de su teórica a la solución de otros problemas de navegación.
Su invisibilidad historiográfica se debe, en gran medida, al deseo que (en septiembre de 1796) manifestó Mendoza de radicarse en Londres, solicitando para ello su retiro de la Real Armada; una decisión que las autoridades navales españolas no tomaron hasta mayo de 1800, cuando determinaron borrar su nombre de la lista de marina, prohibiéndosele el uso del rango y uniforme.
Mendoza vivió en Londres los últimos treinta años de su vida. Fue amigo íntimo de Joseph Banks, quien facilitó la carrera académica del sevillano en los círculos científicos británicos. De ahí la presencia de su artículo en el cuadro del botánico. De su amistad y, cómo no, de la tremenda valía del sevillano, uno de los matemáticos más destacados de su tiempo. Aunque en España no sepamos nada de él. Aunque no guardemos memoria de su ciencia. Aunque tengan que ser los hijos de la Gran Bretaña, sin que sirva de precedente, quienes honren su persona.
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