Una vez culminada la primera circunnavegación de la Tierra, una vez que aquellos primeros dieciocho hombres desembarcaron en las arenas sanluqueñas, una vez que la noticia se expandió como la pólvora por todas aquellas tierras europeas abiertas, por primera vez, al mundo, fueron muchas las naciones que se afanaron en intentar encontrar una ruta alternativa para llegar a las islas de las especias.
Compañías de mercaderes rusas, inglesas, holandesas, alemanas, francesas exploraron las posibilidades de las llamadas rutas del Norte, aquellas que intentaban sortear los continentes americano o asiático bordeando sus costas más septentrionales. Todo, sin éxito.
El 30 de julio de 1789, las corbetas Descubierta y Atrevida, al mando de Alessandro Malaspina y José de Bustamante y Guerra salieron del puerto de Cádiz con rumbo a Montevideo. Estos dos navíos, con doscientos tripulantes a bordo, iban a emprender la expedición científica más importante jamás realizada en España.
Durante cinco años proyectaban viajar por América, Asia y Oceanía, investigando materias tan dispares como topografía, hidrografía, biología e historia natural, agricultura, minería o náutica. Un viaje que pretendía dar una idea más completa del planeta Tierra y el hombre que lo habitaba.
Entre las muchas tareas encomendadas, la Descubierta tenía órdenes de comprobar el viaje que, presuntamente, había realizado en 1588 Lorenzo Ferrer Maldonado, un granadino que decía haber descubierto el mítico Paso del Noroeste, viajando desde la costa este norteamericana hasta la costa oeste, desde el Atlántico hasta el Pacífico, atravesando los hielos del Norte.
Imagen superior: detalle del volcán Chimborazo y la corbeta Atrevida (Museo Naval / Museo de América).
La Atrevida no dudó en unirse a esta imposible búsqueda geográfica, bordeando toda la costa californiana, adentrándose en aguas vírgenes. Comprobada la inexistencia del Paso, ambas corbetas regresaron a Acapulco, poniendo rumbo a Filipinas, siguiendo sus planes iniciales.
Casi cien años tardó en publicarse el resultado de dicha expedición. Corría el año 1885 cuando el teniente de navío Pedro Novo sacaba a la luz su Viaje político-científico alrededor del mundo por las corbetas Descubierta y Atrevida, al mando de los capitanes de navío don Alejandro Malaspina y don José Bustamante y Guerra, desde 1789 a 1794.
Sí que se habían hecho publicaciones parciales. Algunas, tan desconocidas como las Disertaciones sobre la navegación a las Islas Orientales por el norte de la Europa, escritas por Ciriaco Cevallos, capitán de fragata que fue protagonista de aquellos escarceos por las costas norteamericanas, en busca del Paso del Noroeste. Disertación en la que demostraba la falsedad de la relación presentada por Maldonado doscientos años antes. Una obra, la de Cevallos, publicada en la Isla de León, en la Escuela de Guardiamarinas, en 1798. Porque, a pesar de todos los pesares, frente a lo que nos cuentan los libros de Historia, aquellos marineros españoles seguían siendo, tres siglos después, los más avezados expertos en el arte de navegación.
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