Uno de los libretos de Pietro Metastasio más concurridos por los compositores fue el de La clemencia de Tito.
Tito Flavio Vespasiano, pese a una corta presencia en el poder, consiguió por la benevolencia de su reinado el sobrenombre de Delicia del género humano. No está mal para un gobernante. Esta «delicia» perdura en la mente de los melómanos gracias al libreto que en 1734 redactara Pietro Metastasio, poeta cesáreo ya de la corte vienesa, y que ese mismo año puso en música Antonio Caldara, motivado por la onomástica del emperador Carlos VI.
Tras Caldara, la lista de músicos acuciados por tan suculenta «clemencia» es tan amplia como para evitarnos el catálogo. La más célebre es, sin duda, la firmada por Mozart en 1791, partitura de nivel aunque fuera durante años desatendida injustamente, pese a su inatacable valía y pese a contar con uno de los papeles escritos para soprano más fascinantes de su bien extensa galería femenina: Vitellia.
Gluck, en 1751, una década antes de meterse en tareas redentoras o de reforma de la praxis operística, también se interesó por esa actitud tan conciliadora de un emperador, capaz de perdonar a los conspiradores contra su persona, y así nos lo recordaron modernamente en 1987 Malgoire en su taller de Tourcoing y Louis Langrée diez años después en los Champs- Elysées parisinos, mientras que discográficamente hacían lo propio, parcialmente, el contratenor Aris Christofellis y las mezzos Cecilia Bartoli y Magdalena Kozena.
Milagrosamente, el Festival Barroco de Tuscania (Viterbo) en 2003 se interesó por aquella primera partitura escrita a partir de este noble título metastasiano, la de Caldara, y Bongiovanni, incansable testigo de estos eventos (¡Dios se lo pague!), estuvo allí los días 11 y 12 de septiembre para hacernos copartícipes del evento.
Música agradable siempre, encantadora a veces, deliciosa a menudo, fiel reflejo de la situación dramática por momentos, esta Clemenza da cuenta del talento del compositor para crear atrayentes melodías, adobarlas con el justo apoyo instrumental y para dar buena cuenta en el pentagrama de las situaciones escénicas vividas por esos personajes romanos, que se expresan solamente por medio de arias con el coro como cómplice interlocutor.
Al final impera siempre el buen gusto, el regalo auditivo y la elegancia, como fiel espejo del momento en que se compuso y las circunstancias que la propiciaron. Puede ser una alentadora tentación compararla con la obra de Mozart, sobre todo por la nueva estructura que dio al libreto el salzburgués, imaginando dúos, tercetos, conjuntos, donde aquí son, simplemente, páginas solistas, todas de suficiente belleza para que nadie se tiente en cuestionar su exhumación.
El equilibrado nivel interpretativo, de una mayoría juvenil entre las que destaca la algo más veterana presencia del bajo Aurio Tomicich en Publio, la única voz masculina del equipo (Tito es una contralto) y en un personaje que para Caldara tiene más labor que en la partitura mozartiana homónima, además de la sólida labor directiva de Sergio Balestracci, son factores importantes para disfrutar de este bienvenido producto.
Disco recomendado: Antonio Caldara (c.1670 – 1736): La Clemenza di Tito / Mya Fracassini, Ornella Pratesi, Eleonora Contucci, Patrizia Zanardi, Lucrezia Raffaelli, Aurio Tomicich, Camerata Polifonica Viterbese. Orchestra della Stagione Armonica. Dir.: Sergio Balestracci / Bongiovanni / Ref.: GB 2360/61-2 (2 CD)
Imagen superior: Golda Schultz (Vitellia), Marianne Crebassa (Sesto) en «La clemenza di Tito». Montaje del Festival de Salzburgo en 2017 © Salzburger Festspiele / Ruth Walz.
Copyright del artículo © Fernando Fraga. Este artículo se publica en Cualia por cortesía del autor y de Diverdi. Reservados todos los derechos.