Además de las buenas ideas que ofrece en sus aforismos, Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799) era célebre por su capacidad predictiva, especialmente en el terreno de la psicología, pero ahora citaré un aforismo asombroso y certero: “¡Cómo se olvidarán algún día nuestros nombres por los de los inventores de la aviación y otras cosas semejantes!”.
Lichtenberg, como Leonardo Da Vinci, estaba fascinado por la posibilidad de que el hombre pudiera volar e incluso hacía una curiosa inferencia: “El mundo no debe ser todavía muy viejo puesto que los hombres aún no pueden volar”.
Ahora sabemos, por supuesto, que el mundo sí es muy viejo, mucho más viejo de lo que probablemente ni siquiera el propio Lichtenberg podría haber imaginado. En realidad su inferencia estaba mal planteada y más bien debería formularse (contando nosotros con la ventaja de conocer la teoría de la evolución de Darwin, claro) de la siguiente manera: “No es posible que en un mundo lo suficientemente viejo alguna especie no invente la capacidad de volar”. Y en este caso, está confirmado que ciento o miles de especies, desde los insectos hasta las aves, lo inventaron y bastante pronto, como nos demuestran los Pterodactilos o los Archaeopteryx, del mismo modo que otras inventaron el nadar y otras el saltar de un árbol a otro.
Los seres humanos nos conformamos con caminar por el suelo, pero con el tiempo, otra evolución, la cultural, nos permitió también volar, no mucho tiempo después de la predicción de Lichtenberg.
Ilustración de Zdeněk Burian.
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