A comienzos del siglo XXI, la Guerra Fría continúa dominando la política terrestre aun cuando el primer contacto con una cultura alienígena tuvo lugar en los años ochenta del siglo anterior. En aquel momento, inadvertidamente al principio, la Tierra pasó a ser un factor más dentro del conflicto que atenazaba al resto de la galaxia. Los nómadas kandemirianos son la especie hegemónica, enfrentados a una coalición liderada por los guerreros vorlakianos. Los monwaingi, mientras tanto, adoptan una postura neutral, aunque en el fondo se oponen también a los kandemirianos.
El contacto con la tecnología extraterrestre proporciona a los humanos la posibilidad del viaje espacial a grandes distancias, no tardando en organizar expediciones a remotas regiones de la galaxia, alejadas del conflicto. Una de esas naves exploradoras es la norteamericana U.S.S. Benjamin Franklin, que regresa a la Tierra tras un viaje de tres años al centro de la galaxia.
Lo que se encuentra es desolador: la Tierra ha quedado reducida a un cascarón muerto, no hay ni rastro de vida animal o humana ni en el planeta ni en la Luna, y su órbita está plagada de misiles programados para destruir cualquier vehículo espacial que se aproxime. No hay nada allí que puedan hacer. Deben marcharse, pero ¿a dónde? ¿Qué puerto alienígena es seguro cuando no saben quién ha sido el responsable de tal calamidad? Es más, vayan donde vayan, ¿qué futuro puede esperarles ahora a esa tripulación de trescientos hombres, sin mujeres con las que perpetuar la raza? La tripulación se amotina, mata al capitán y nombra un nuevo líder, un aventurero e ingeniero llamado Carl Donnan, que dispone las cosas para buscar a otros humanos supervivientes y averiguar quién fue el responsable de lo sucedido en la Tierra.
Por otra parte y en una situación similar se encuentra la nave Europa, recién llegada de una exploración de la Nube de Magallanes. Su tripulación, entre las que se cuenta su líder, la navegante Sigrid Holmen, está compuesta por 100 mujeres europeas. Como en el caso de la Benjamin Franklin, habrán de alejarse de la Tierra ante la amenaza de los misiles automáticos.
Los hombres se alían con los vorlakianos, ofreciendo sus servicios como mercenarios y desarrollando para ellos nueva tecnología bélica. Ello no les llevará más que a la cautividad y al enfrentamiento con los kandemirianos mientras tratan de averiguar cuál de las razas es la responsable de la destrucción de la Tierra. Las mujeres, por su parte, se alejan de los mundos en pugna, evitando las culturas sospechosas de haber aniquilado la Tierra. Se establecen en un planeta con una vibrante economía capitalista, donde fundan una empresa y rápidamente –y es que en el capitalismo no hay quien gane a los terrícolas– comienzan a ganar dinero. Su objetivo es el de utilizarlo para comprar naves que les permitan buscar a otros humanos supervivientes. Tampoco ellas conseguirán evitar los problemas, esta vez derivados de la rivalidad comercial.
Hombres y mujeres lograrán por fin reunirse tras una gran batalla en la que los primeros demostrarán su capacidad de combate y su calidad guerrera. El misterio del fatal destino de la Tierra quedará aclarado, pero a costa de desatar más violencia…
No es esta la mejor de las novelas de Anderson (ni siquiera, hasta donde sé, tiene edición en español). Los personajes son un tanto amorfos y tópicos (héroe masculino valiente y heroína exótica), la tecnología (aparte del motor estelar que permite los viajes espaciales) no parece haber evolucionado demasiado y la resolución del misterio se hace evidente antes de llegar a la mitad del libro. En el lado positivo tenemos la original idea de contar la última parte en forma de poema épico o el planteamiento de un escenario galáctico balcanizado en el que la Tierra ocupa un lugar marginal (lástima, eso sí, que nuestro planeta sea destruido tan pronto). Pero sobre todo –y quizá lo más importante– es un libro entretenido, una space opera ligera con ciertos toques de sátira social y política.
Copyright del texto © Manuel Rodríguez Yagüe. Sus artículos aparecieron previamente en Un universo de viñetas y en Un universo de ciencia-ficción, y se publican en Cualia.es con permiso del autor. Manuel también colabora en el podcast Los Retronautas. Reservados todos los derechos.