En su día, la televisión española repuso, en una preciosa copia de leve tono sepia, La dama duende, película filmada en Argentina por Luis Saslavsky en 1945. Eran tiempos en que había una rica industria del cine argentino, capaz de producciones derrochonas como ésta, en un país próspero y pacífico, en el cual, no obstante, ya rugían las fieras mesiánicas en el fondo de sus cavernas.
Se trata de una adaptación de la comedia calderoniana hecha por María Teresa León y Rafael Alberti, entonces exiliados en Argentina, con una primorosa partitura de Julián Bautista (que no hubiese desdeñado firmar don Manuel de Falla, me parece) y vestuario de Gori Muñoz, inspirado en los cartones para tapices de Goya, pues la acción es llevada al siglo XVIII y la protagonista es convertida en perulera.
Manteos de peleles, columpios, zancos, estandartes de la Sardina, paveras, cacharreros, ferias de santo, cantos, coros y bailes sirven para exaltar el amor libre y el derecho al placer, a pesar de la gazmoñería y la Iglesia. En torno a Delia Garcés, actriz argentina bien conocida de los mexicanos, una pléyade de actores españoles emigrados o refugiados en la Argentina de entonces.
El film, decorativo y agradable, de un esteticismo elegante y halagador, pasó sin mayores comentarios y hasta motivó informaciones erróneas. No se advirtió que películas como ésta, o las de Luis Buñuel y Carlos Velo, en México, fueron el cine español que no se podía hacer en la España del más feroz franquismo, asfixiada por monopolios, patrioterismo antirrojo y sones de pandero casticista.
Hay, todavía, ciertos sectores de la cultura del exilio republicano que resultan difíciles de asumir por los españoles de hoy. La imagen tópica del emigrado político, muerto de hambre, hundido por el desarraigo, la extrañeza y la falta de lugar, paralizado en su tarea, se da de frente con estas gozosas muestras de lo contrario: los “escapados” se salvaron del mercado negro, la censura, la escasez de palabras y de espacios, para salvar esa España que, aunque desgarrada y con coágulos de heridos y muertos, se rescató de la muerte, a la espera de tiempos mejores.
Imagen superior: «La dama duende» (Luis Saslavsky, 1945)
Copyright del artículo © Blas Matamoro. Este artículo fue editado originalmente en la revista Vuelta. El texto aparece publicado en Cualia con el permiso de su autor. Reservados todos derechos.