Ya han pasado años desde que la vi, pero no consigo extirpar de mi cabeza la escalofriante secuencia de la película El niño de barro en la que el psicópata adolescente sostiene el cuerpo sin vida de un niñito desmadejado con un cordel al cuello y, tras sacudirle para seguir “jugando” con él, le espeta: “¿Qué te pasa? ¿Qué? ¿Qué, te moristes?”; para luego reprocharle con cantilena infantil: “¡Je, je! ¡Te moristes, te moristes, te moristes!”.
Es una breve secuencia, si acaso una frágil pincelada, proclive a ser descartada en una sala de montaje, que me parece tocada de cierta magia negra: es la burla del niño malo, del niño monstruoso, una vuelta de tuerca a la reacción del monstruo de Frankenstein (ese niño grande) ante el cadáver de la niñita rubia a la orilla del río que jamás se hubiesen atrevido a incluir en su película: el monstruo mofándose de sus actos.
El horror.
El niño de barro es una coproducción hispano-argentina de 2007 basada libremente en los crímenes del Petiso Orejudo, un niño psicópata que asesinaba y violaba a niños más pequeños en el Buenos Aires de hace un siglo. Ni siquiera pretende ser una reconstrucción fiel (la historia principal se centra en otro niño, ficticio, que sufre premoniciones sobre los crímenes del Petiso), pero es una buena película. Su director, Jorge Algora, volvió al cine en 2013, con Inevitable.
El filme está fileteado con un faralá de clichés (especialmente en lo referente a los personajes adultos) y la consabida crítica social tan cara a nuestros días (hay personajes que hablan con la conciencia de esta década), pero el realizador no oculta su resuelto propósito de mostrarnos ramalazos del horror. Me parece muy valiente en ese sentido.
La película también generó uno de esos debates absurdos de TV (la propia edición en dvd lo incluye), en el que la bobería malintencionada del presentador (uno de esos no–periodistas que pretenden hacer pasar el sensacionalismo barato por indignación de ciudadano medio y desinformado: “Doctor, es importante que remarquemos: ¿es posible que este hombre sufriera excitación sexual ante el producto de sus crímenes, ante los cadáveres o el recuerdo de los niños?”, “¿Usted cree que está predestinado para matar?”) encuentra la horma de su zapato ante un psiquiatra criminal vitriólico y despiadado en su análisis. Entre escalofrío y escalofrío, os reiréis viéndolo.
Copyright del artículo © Hernán Migoya. Previamente publicado en Comicsario, un blog para la fenecida editorial Glénat España. Reservados todos los derechos.