El escritor argentino Manuel Puig decía que el glamour de Hollywood provenía de la Europa Central anterior a la guerra de 1914 y que bastaba con comprobarlo viendo la iluminación nocturna de Budapest. Podría agregarse que el melodismo de Broadway tiene mucho de violín gitano y que sus tramas dramáticas o vodevilescas evocan la opereta vienesa o húngara.
Victor Herbert está entre los fundadores de ese encanto. Irlandés de formación germánica, llevó a los Estados Unidos, país propicio al mestizaje, tanto una severa educación musical como una abierta y rica inspiración, patente en sus musical comedies, que aún seguimos tarareando y silbando por los caminos del mundo. En formato instrumental solista y con sesgo de intimidad hogareña, como en estas páginas, vuelve a mostrar su doble prodigalidad.
Sus fuentes de inspiración son muy variadas: nostalgias de la verde Irlanda popular, largos desarrollos melódicos acariciantes y de comedido sentimentalismo, aires indígenas, bailes de salón, romanzas, valses vieneses. Todo se filtra en su doble maestría para hacer cantar al violonchelo, su instrumento favorito, del cual fue virtuoso, y el infaltable piano de fondo salonero. Amable, apicarado, sutilmente amoroso, impresionista de fugaces paisajes, sencillo de escritura y sincero de expresión, su poder encantador llega lejos apenas el oyente se entrega a sus propuestas.
La obra herbertiana, conocida sobre todo por sus trabajos escénicos y la divulgación que le brindó el cine sonoro, se extiende por tamaños mayores, sinfónicos y concertantes. Pero lo suyo es la confidencia que estas páginas contienen a la vez que sirven para recobrar el tiempo perdido en los avatares trágicos de su siglo, el ahora anterior al nuestro.
Glamour constante y renovado, como siempre ocurre con la música auténtica.
Disco recomendado: Victor Herbert (1859-1924): Obras para chelo y piano; Obras para piano Jerry Grossman, violonchelo. William Hicks, piano / NEW WORLD RECORDS / Ref.: 80721-2 (1 CD) D3
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