El periodista francés Rolin decidió, en 1999, ocuparse de cinco escritores nacidos cien años antes y que, por decisión de la Historia o el azar él consideraba definitorios del siglo XX: Ernest Hemingway, Vladimir Nabokov, Jorge Luis Borges, Henri Michaux y Yasunari Kawabata.
Un norteamericano, un ruso políglota, un argentino más o menos de lo mismo, un belga francófono, un japonés. Entre ellos sólo se conocieron personalmente Michaux y Borges. Éste tradujo con gusto Un bárbaro en Asia del otro, quien alcanzó a verlo y conversar con él, cuando Borges ya no veía y era una figura de fama mundial, dicho sea con perdón de los dos.
Nabokov leía con admiración a Borges, que lo ignoraba como a casi todos los novelistas del mundo. Quizá los otros cuatro oyeron hablar de Hemingway, que no era la referencia de ninguno.
Rolin visitó los lugares de infancia y adolescencia de todos ellos. Fueron viajes a la ausencia. En tales sitios quedaban escasas huellas, pocos o nulos contemporáneos, referencias más museales que cotidianas. El viajero se vio obligado a rellenar los huecos de las cosas con sus lecturas. Así consigue restaurar historias remotas, de los comienzos del siglo pasado, donde el niño Borges recorre bibliotecas e imagina guerreros de alma blanca, Hemingway pesca incansable mente la misma trucha, Kawabata se enamora de un compañero de alcoba, Nabokov persigue mariposas que lo conducen a los alejados cielos del exilio y Michaux prepara fugas en barcos de altura.
Rolin advierte que los cinco son finalmente reunidos por la historia de un siglo bélico y destructor, cuya memoria hay que salvar por la escritura. La Guerra Mundial, la que empieza en 1914 e insiste en 1939, la coalición fascista que afecta al planeta desde Tokio a Buenos Aires, la revolución rusa que atormenta a los rusos y hace soñar a los no rusos: una telaraña de sucesos eventuales —valga la redundancia— que, leídos en conjunto y con la debida distancia, parecen conformar un sistema del tiempo. De nuevo, la Historia. Asimismo, diversos matices de la crueldad que aparecen en la escritura de los cinco narradores dan prueba de una centuria igualmente cruel.
Crueldad mental nabokoviana, cuchilleros borgianos, cazadores de Hemingway o sádicos amantes de Kawabata. A todos evoca Rolin (Paisajes originarios, SeixBarral) de modo ameno y ligero. Si la amenidad y la ligereza son virtudes, estamos ante un libro francamente virtuoso.
Imagen superior: Vladimir Nabokov.
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