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‘Theodora’, el mejor oratorio de Haendel

Estrenado en el Covent Garden de Londres en 1750, este oratorio de Haendel, con libreto de Thomas Morell, llega a Madrid en una versión dirigida por Katie Mitchell

Es sabido que, considerados los enormes gastos que suponía representar una ópera, en sus últimos años de actividad Haendel se dedicó especialmente a la composición de oratorios. Normalmente basados en historias bíblicas o mitológicas, suelen contar con el suficiente contenido dramático para que a menudo suban con toda comodidad a los escenarios.

Theodora toma su base literaria del martirologio cristiano, apartándose un tanto de sus otros oratorios.

A pesar del relativo éxito obtenido cuando se estrenó, era para Haendel su obra más apreciada. La posteridad le dio en bastante medida la razón. Con apenas acción, pues todo ocurre en la intimidad de sus personajes, podría tratarse de un desafío para ser subida a escena. Pero desde el trabajo de Peter Sellars en 1996 se han enfrentado a la tarea otros registas, como Christof Loy, Stephen Landgridge, Vincent Boussard y Katie Mitchell, siendo la producción de esta última la elegida por el Teatro Real (11-23 de noviembre de 2024).

Dicho montaje fue estrenado en la Royal Opera londinense en 2022 y llega a Madrid con tres intérpretes del triunfal estreno inglés (captado en imágenes por el sello Opus Arte): Julia Bullock, Joyce DiDonato y Ed Lyon.

Los cinco personajes principales de Theodora se expresan a través de un discurso político y moral. Aparecen claramente descritos por la música, aunque esta descripción sea unilateral, de una sola pieza: la fe inquebrantable de Theodora, la ternura y confraternidad de Irene, el amor de Didymus, el dilema entre su deber y su humanidad hacia los cristianos por parte de Septimius, la arrogancia de Valens.

Una violenta sexualidad

Mitchell atiende al contenido literario pero le añade un componente de lucha social con un añadido de violenta sexualidad. Para ello, actualiza la acción y dispone a los cantantes y la figuración a una disciplinada tarea teatral, consiguiendo que su concepto aparezca contundentemente reflejado  en su exposición y desarrollo.

Aunque obliga a los cantantes a enfatizar algunos recitativos y puntuales pasajes de algunas partes cantadas, en realidad sin forzar demasiado el contenido. En suma, con una dirección detalladísima y modélica definición de los climas de cada escena logra que la obra adquiera condiciones teatrales.

Hay que citar a sus colaboradores: la escenografía rodante de Chloe Lamford, la iluminación de James Farncombe, ambos habituales colaboradores de Mitchell, junto a la diseñadora de vestuario Sussie Juhlin-Wallen.

En todo ello, Mitchell consigue integrar en la acción al coro (espléndido en su decisiva participación), bastante más allá de su labor de simple comentarista de lo que sucede. La coreografía de Sarita Piotrowski se integra sin problemas con el resto.

Excelentes cantantes

Todo el equipo vocal parece elegido con minuciosa satisfacción, incluido el episódico Mensajero. Aquí el canto, salvo fugaces concesiones típicas barrocas, se centra más a los sentimientos que en los artificios vocales o instrumentales.

Bullock es una soberbia intérprete de la protagonista. Todas sus arias y sus dos hermosísimos dúos sonaron en su voz con el acento, la sensibilidad y el estilo necesarios. Indudablemente, el aficionado esperaba esa página demasiado breve pero de una penetrante belleza que es el aria With darkness Deep. Un momento mágico de la exquisita cantante que solo tuvo ligeros problemas en su siguiente página del mismo acto o parte segunda, probablemente por exigencias expresivas acordes con la situación.

DiDonato parece tener una empatía especial con la maternal Irene: acaba de grabarla, extraordinaria, con Maxime Emelyanov. Cantó con el mejor de los estilos que ella domina, brindando una delicada messa di voce en una de sus primeras intervenciones y, en contraste, resolvió poderosa las fatídicas notas graves de Lord, to thee each night and doy al inicio de la parte tres. Una excelente cantante y equivalente actriz.

Todas las arias de Septimius, de diferentes condiciones vocales, fueron solventadas con dignidad por Lyon, un poco apurado en la coloratura en Dread the fruits of Cristions, pero con disciplinado uso del fiato para las largas vocalizaciones de From Virtue springs.

Davies, como Didymus, volvió a demostrar, en elegancia canora y sensibilidad musical, que está en la cima actual de los contratenores.

La tesitura algo ambigua de Valens que a veces parece exigir un barítono grave y en otras ocasiones otro algo más agudo, ni supusieron obstáculo para el lucimiento de Callum Thorpe que asimismo expresó las bien marcadas rudeza y agresividad del personaje. 

Desde el foso, Bolton ofreció la esperada lectura: impecable, articulada, de sonoridad nutrida a la par que diáfana, en apoyo al canto y  a la expresividad de los solistas. El trabajo asociable a un director que si bien es de amplias propuestas, merecen recordarse en este capítulo sus modélicas lecturas haendelianas en la Ópera de Baviera en la era de Sir Peter Jonas.

Madrid. Teatro Real. 21-XI-2024. Haendel: Theodora. Julia Bullock (Theodora), Joyce DiDonato (Irene), Iestyn Davies (Didymus), Ed Lyon (Septimius), Callum Thorpe (Valens), Thando Mjandana (Mensajero). Dirección musical: Ivor Bolton. Dirección de escena: Katie Mitchell. Libreto de Thomas Morell, basado en la obra de Robert Boyle ‘Love and Religion Demonstrated in the Martyrdom of Theodora and Didymus’.

Copyright del artículo © Fernando Fraga. Reservados todos los derechos.

Copyright de las imágenes © Javier del Real | Teatro Real. Reservados todos los derechos.

Fernando Fraga

Es uno de los estudiosos de la ópera más destacados de nuestro país. Desde 1980 se dedica al mundo de la música como crítico y conferenciante.
Tres años después comenzó a colaborar en Radio Clásica de Radio Nacional de España. Sus críticas y artículos aparecen habitualmente en la revista "Scherzo".
Asimismo, es colaborador de otras publicaciones culturales, como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Crítica de Arte", "Ópera Actual", "Ritmo" y "Revista de Occidente". Junto a Blas Matamoro, ha escrito los libros "Vivir la ópera" (1994), "La ópera" (1995), "Morir para la ópera" (1996) y "Plácido Domingo: historia de una voz" (1996). Es autor de las monografías "Rossini" (1998), "Verdi" (2000), "Simplemente divas" (2014) y "Maria Callas. El adiós a la diva" (2017). En colaboración con Enrique Pérez Adrián escribió "Los mejores discos de ópera" (2001) y "Verdi y Wagner. Sus mejores grabaciones en DVD y CD" (2013).