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«Telegramas Cinéfilos», de José Luis Garci

Durante cincuenta semanas, José Luis Garci ha ido publicando Telegramas cinéfilos en el ABC Cultural sobre esquinas y rincones poco visitados: los cameramans, los músicos de bandas sonoras, los diseñadores gráficos de carteles y títulos de crédito, los especialistas españoles que se han jugado la vida en los spaghetti westerns, las grandes guionistas de Hollywood que han caído en el olvido o la filmografía de Fernando Fernán Gómez como director.

Tampoco se le han pasado los besos de cine, la carrera como actor del gran Frank Sinatra o la risa provocada por los Hermanos Marx, Charlot, el Gordo y el Flaco, Woody Allen… y tantos otros genios dedicados a la comedia, género poco valorado que ha dado joyas como Con faldas y a lo loco.

«De lo mejor que ha escrito Garci. Stop ‒escribe Jesús García Calero en el prólogo‒. […] Que Garci nos comunicase un día de febrero de 2021 que estaba escribiendo unos Telegramas cinéfilos nos intrigó a todos en ABC. ¿Cómo serían? ¿A quién irían dirigidos? Era difícil imaginar el resultado antes de leer la espléndida serie de textos que pueden ahora disfrutar aquí reunidos y que fueron publicados semanalmente en ABC Cultural a lo largo de un año (entre marzo de 2021 y abril 2022). Al principio pensamos que, por llamarse telegramas, serían breves y sucintos. Sin embargo, apenas los primeros fueron así, de hecho. Pronto crecieron y se convirtieron en los textos formidables que van a leer aquí reunidos, iluminando lo que podríamos llamar la galaxia Garci. ¡La galaxia Garci! Volveremos a ella.

[…] Entre los mensajes que han dejado memoria en el mundo cinéfilo están los telegramas que detonaron el volcánico affaire amoroso entre Ingrid Bergman y Roberto Rossellini, del que hoy sabemos que comenzó con la erupción estromboliana de sus afectos. «En italiano solo sé decir “te amo”», escribió ella en su primera nota. «Es absolutamente cierto que sueño con rodar un filme contigo», respondió él en un cable de inmediato. Es también muy conocido que Hitchcock cruzó el Atlántico tras recibir en 1939 una oferta por telegrama para rodar una película sobre el hundimiento del Titanic. Incluso Ian Fleming telegrafió un día de 1959 al novelista Eric Ambler para sugerirle el fichaje del director de Con la muerte en los talones (1959) para el primer filme de James Bond.

[…] La galaxia Garci no solo es una memoria de momentos estelares de la historia del cine que se miran con la ensoñación con que miramos las estrellas (de ahí lo de cinéfilos que acompaña al título de estos telegramas, claro). También es una película en sí misma, que se vive como una narración hecha de imágenes que importan mucho y en varias capas. Me explico: este libro de Garci es el relato de una vida en la que la cultura cinematográfica —y la otra— no han ocupado ni un segundo de impostura. Es la cultura en primer plano. En la que importan los momentos vividos entre películas, libros, aficiones, amigos y amores porque fueron —aquí hace falta una palabra discreta— extraordinarios. Nuestro cineasta mira todo eso, los instantes que le han hecho como es, tal y como lo haría un espectador en su butaca de patio. Se apagan las luces y, arriba, la tronera de proyección de esta memoria asombrosa comienza a emitir líneas de luz cambiante que atraviesan la sala y se derraman sobre una pantalla —a la que llama la sábana santa, dando una pista de la intensidad y fervor con el que guarda esos recuerdos—. No pueden separarse ya jamás la lectura de un clásico, la visita a un museo, los amigos con los que ha compartido todo eso, y los amores perdidos, que se fueron, imitando a las películas, o dejaron su sabor, casi silenciosamente, como decía Apollinaire que se deslizaba el Sena bajo el puente de Mirabeau. En los telegramas cinéfilos está todo unido y será siempre inolvidable para Garci. Al lector se le contagia esa ilusión. Quizá si le seguimos atentamente vamos a descubrir que todo lo que perdimos es, en estos textos, una ganancia neta, que era lo que había que demostrar. Paradojas de la vida, en telegrama. Este escritor irrepetible no venera el pasado porque fuera mejor. Su memoria no produce nostalgias o tristezas, sino que sigue deslumbrándonos a todos con ese swing que es el enorme disfrute de estar vivos. La memoria es la gasolina de la felicidad de cada día para este viajero ilustrado que es nuestro cineasta, siempre dispuesto a nuevas aventuras si puede vivirlas con ese corazón alegre que late —sístole, diástole— como si viviera dentro de la filmoteca más exquisita y de la biblioteca más subrayada.

[…] Decía Pasolini, «importa el amar, el conocer. No haber amado, haber conocido». A Garci le vienen a la memoria los recuerdos como si fueran ahora mismo, y así los encadena y comparte con nosotros, como si lo estuviera descubriendo todo una y otra vez. Es el eterno retorno de la alegría, algo envidiable, un plan perfecto. Es todo lo que importa. Leída en su conjunto, la narración que forman estos telegramas tiene tantas capas como uno sepa arriesgarse a buscar. Parece que vienen del pasado pero también de esa otra galaxia en la que no nos puede satisfacer el lugar común del Cinema Paradiso propio, por ejemplo. En un episodio escondido entre los grandes besos de cine de la historia, aún se sorprende Garci de aquellos elegantes planos en los que Hollywood, sin superar los seis segundos de contacto labial, tenía que hacer soñar con todo lo demás. Y explica el porqué. Muy jovencito, al cumplir su deseado primer morreo en el Retiro, le sorprendieron dos cosas: que no sonaba la música in crescendo, esa banda sonora de película que envolvía los besos en la sala, sino el prosaico ruido del tráfico que rodea los hechos reales con una chica real. Pero también le intrigó aquella lengua juguetona, viajera de la primera vez. Así que la vivencia es la que da sentido a la cultura que tenemos y no al revés. Es una buena lección. Así no se puede ser cursi.

[…] Garci es el gran sumiller del cine. Tiene todo en la cabeza y habla con la misma viveza de los datos con la que luego los escribe. Nombres, anécdotas, obras imborrables de las siete artes. Puede decirte una mañana, como acordándose de pronto: «La mirada de amor más perfecta del cine es la de Simone Signoret en París, bajos fondos, de Jacques Becker (1952)». Y no puedes aguantar un minuto más sin comprobarlo. Me consta que no soy el único de sus lectores que nada más leer su telegrama buscaba las películas citadas en las plataformas o en las tiendas. A estas alturas ya saben que en este libro hay, por tanto, un equipaje de primera clase. Garci dice que el cine era una vida de repuesto en aquellos años grises. Pero lo que hay en esta valija sirve para dar la vuelta al mundo en ochenta vidas, más que en ochenta días o en ochenta horas, que es lo que tardaban los viejos telegramas. La única condición que Garci puso para publicar sus telegramas en ABC Cultural fue que no llevaran ni un punto y aparte. Stop. Como los genuinos. Stop».

José Luis Garci (Madrid, 1944), cineasta que ganó el primer Oscar para una película en lengua española, Volver a empezar, guionista de La cabina (Antonio Mercero), también primer y único Emmy obtenido hasta hoy por la televisión en España; ganador asimismo del Goya al mejor director y del Premio Nacional de Cinematografía (sus filmes han sido cuatro veces nominados por la Academia de Hollywood), también es Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes y Medalla de Oro del Dos de Mayo de la Comunidad de Madrid.

Como escritor, Garci ha conseguido los premios Puerta de Oro de relatos, Clarín, Pluma de Plata y Nueva Dimensión, así como el Mariano de Cavia, el Gonzalez-Ruano y el Continente de Periodismo. Entre sus libros destacan Ray Bradbury, humanista del futuro, Morir de cine, Beber de cine, Noir, Las siete maravillas del cine, Campo del Gas, Insert Coin, A este lado del gallinero y El toque Lubitsch. De su filmografía sobresalen Asignatura pendiente, El crack, Canción de cuna, El abuelo, You’re the One y Tiovivo c. 1950.

Por sus colaboraciones radiofónicas ha sido galardonado con dos Antenas de Oro y el Premio Ojo Crítico de Radio Nacional de España.

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