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«Selva misteriosa» (1971-1974). El rescate de un clásico del cómic peruano

El día que le llevé el primer ejemplar de Selva misteriosa a su venerable autor, Javier Flórez del Águila, le tendí una trampa que casi le provoca un desmayo o algo peor…

Imagina que tienes 84 años y eres el creador del mejor cómic de aventuras de tu país y uno de sus historietistas más aclamados, pero ninguna editorial ha editado JAMÁS un libro recopilatorio con tus tiras de prensa o tus series para revistas. Para Javier era sumamente importante esta edición, SU primera edición en un volumen independiente. Pero él estaba acostumbrado a esperar… (Una de las cosas que más me fascinan de Lima es que sus artistas están muy acostumbrados a esperar y no albergan demasiadas expectativas de la precaria industria editorial).

Bueno, tal era mi excitación al recibir en la sede de Planeta Perú, de manos de su directora María Fernanda Castillo, el primer ejemplar salido de imprenta de Selva misteriosa –¡la edición había quedado mejor de lo que todos habíamos imaginado esos meses previos!–, que al segundo telefoneé a Javier para hacérselo llegar…, pero no le conté la verdad.

Lo que le dije fue esto:

–Oye, Javier, tengo unos cómics que me han pasado varios dibujantes amigos que te admiran y desean tu consejo. ¿Puedo pasarme por tu casa a llevártelos?

Conociendo su generosidad, sabía que Javier no se negaría. ¡Y que tampoco sospecharía nada! Llevábamos ya más de un año trabajando en la edición y parecía que la fecha de impresión se alargaba y alargaba hasta el infinito y que tal vez nunca llegaría…

Tomé un taxi emocionado y revisé mi plan, lo llevaba todo dispuesto en la mochila. Primero le entregaría un álbum de cómic que yo le había traído de regalo desde España y que sabía le iba a emocionar: una edición completa de Frank Cappa de Manfred Sommer que yo había reeditado para el sello EDT de Joan Navarro hacía años. Confiaba en que ese álbum le distrajera lo suficiente para proporcionarle a continuación la gran sorpresa, la sorpresa real.

Javier me recibió con su afabilidad jocosa de siempre y nos sentamos en el sofá de su salón. ¡El corazón me latía a mil! Le dije con la boca seca que, en efecto, le traía un par de cosas.

–Me he acordado que todavía no te había pasado el volumen de Frank Cappa que te prometí, ¿recuerdas?

Y saqué de la mochila el mencionado tomo. Ilusionado, empezó a hojearlo, su mirada de maestro experto pegada al trazo entrañable de Manfred Sommer. Vi que lo tenía totalmente enganchado al caramelo de esa obra, así que me regodeé un poco en dejar transcurrir más tiempo.

–Qué bueno es, ¿verdad? –me comentaba él, hojeando contento una página tras otra.

Y entonces, cuando ya me sentía seguro de pillarlo con la guardia baja, puse en práctica la segunda parte del plan:

–Ah, y aquí traigo también este cómic de mi amigo, a él le hace mucha ilusión que le digas qué te parece. Es muy joven, está empezando, no seas muy duro con él…

Javier se giró al otro lado del sofá para posar, con la delicadeza y respeto que demuestra un verdadero artista a otro, su ejemplar de Frank Cappa. Y diligente, sonriéndome y mirándome a los ojos, extendió de nuevo sus brazos.

Y fue entonces cuando saqué de la mochila Selva misteriosa y se lo entregué, cumpliendo la promesa que le había hecho más de un año atrás.

Javier lo colocó en su regazo y se tomó unos segundos para mirarlo. ¡Y ahí fue cuando me asusté!

Al principio, no reconoció lo que estaba viendo. Su mente parecía en blanco, reajustándose a lo que ahora sostenía entre sus manos. Por un instante me entró el pánico y temí que le diera un síncope o cayera desvanecido sobre el sofá…

Pero al fin la lumbre del reconocimiento se encendió en sus ojos y su cara se levantó rauda para mirarme. Vi su rostro iluminarse como el de un niño. Tal cual, como el de un niño de 84 años que ama lo que ha hecho en su vida y que recibe por fin un poco de justicia en pago a toda la que su talento merecía.

Lo demás ya fue simplemente alegría y celebración. Julie, su encantadora esposa, quedó especialmente impresionada por el empaque del cómic. Abrimos una botella de champán, brindamos por ellos y celebramos juntos el final feliz de esa bonita aventura.

Y yo suspiré por dentro, por haber podido cumplir mi promesa…, y también por no haber provocado ese día una desgracia irreparable.

Imagen superior: Hernán Migoya junto a Javier Flórez del Águila.

En 2018, tras lanzar la idea en mi propio muro de Facebook, me comprometí con su autor a sacar la primera edición compilada del clásico del cómic peruano Selva misteriosa, el clásico de la historieta peruana que su autor Javier Flórez del Águila escribió y dibujó como tira de prensa para el diario El Comercio desde 1971 a 1974.

Hoy ya se considera un referente en la edición del cómic peruano y un volumen que debe estar en el hogar de todo buen aficionado al medio.

Poder levantar un proyecto de esta envergadura requirió de la participación desinteresada de un nutrido grupo de profesionales: tuve la fortuna de coordinar un equipo de apasionados del cómic, de entre los que destaco al coeditor Giancarlo Roman, al diseñador de la portada Manuel Gómez Burns y al diagramador Daniel Torres, quien se dejó la piel limpiando y escaneando tres veces los enormes originales con las más de 760 tiras incluidas, para obtener un calibrado perfecto entre los negros del dibujo y del rotulado. Debo subrayar también la resoluta complicidad de Planeta Perú, que gracias a su valiente directora editorial María Fernanda Castillo apostó por este libro casi a fondo perdido… algo no muy habitual en una editorial grande, precisamente.

Nos llevó a todos un año de trabajo, pero ese esfuerzo colectivo dentro de una feliz constelación logró, en un panorama industrial poco fogueado en la recuperación y restauración de tiras clásicas nacionales, que el resultado fuese espectacular. Hoy creo que se trata de uno de los mejores y más hermosos libros de cómic peruano jamás editados… y desearía que muchos más títulos rescatados siguieran ese camino. Ojalá alguna editorial recoja pronto el testigo y se faje recuperando otros tesoros de la dorada tradición historietística peruana.

Vuelvo a agradecer a Juan Acevedo y Enrique Planas sus exquisitos prólogos, a Javier Prado y Humberto Costa su incesante apoyo promocional, y a los editores españoles Ricardo Esteban (Nuevo Nueve) y Emilio Bernárdez (La Cúpula) los sabios consejos que me brindaron. En lo personal, le debo el inicio de esta hermosa aventura a mi hermano Gabriel Zarate, el mayor erudito limeño que conozco sobre cómic latinoamericano y que me puso en la pista necesaria para emprender tamaña odisea ¡que llegó a buen puerto!

Pero obviamente no hubiéramos logrado nada sin la confianza a ciegas del propio autor, Javier Flórez del Águila. No debió de resultar fácil para él depositar su fe en este lunático español que le abordó un día en su casa con la idea de editar compilado su trabajo más fundamental; él que con 85 años y siendo un as del cómic que había dibujado todas sus series para diarios y revistas, jamás había visto publicado todavía un solo volumen con ninguna de sus obras… ¡Era nuestro deber remediar esa imperdonable negligencia cultural!

Y, por esa conjunción milagrosa de sinergias, todo salió a pedir de boca.

Selva misteriosa sigue siendo un hito ineludible en cualquier escaparate de cómics peruanos que se precie… y en cualquier biblioteca particular. Ojalá Selva misteriosa continúe su andadura por siempre en las librerías peruanas y también os animéis a que os acompañe en vuestro estante de joyas comiqueras.

Sinopsis

Selva misteriosa es la tira de aventuras más importante de la historieta peruana. Estrenada en 1971 dentro de las páginas del diario El Comercio y aclamada unánimemente por su calidad, durante tres años presentó con periodicidad diaria las trepidantes peripecias del trochero Javico, un héroe “cotidiano” para los cánones habituales del género.

La honda impresión causada por la serie, novedosa por su visión realista de la selva amazónica peruana y la sensibilidad con que refleja sus habitantes y su fauna, fue tal que el hecho de que nunca se hubiera recogido en una compilación contribuyó a acrecentar su legendaria fama y mito.

Ahora, cuarenta y cinco años después de su abrupta conclusión y en una operación de rescate inédita en nuestro país, Editorial Planeta Perú reúne por primera vez en un solo volumen las 759 tiras publicadas a partir de sus páginas originales y varias redibujadas por el autor de aquellas que se han extraviado.

Javier Florez del Águila es médico neurólogo e historietista. En paralelo con sus primeros estudios en San Marcos, llevó cursos libres en la Escuela de Bellas Artes. Mientras estudiaba en la Facultad de Medicina de San Fernando, ingresó en la revista Avanzada en julio de 1954. Allí, hasta diciembre de 1968, dibujó muchas páginas escolares, así como las historietas El padre LafuenteOklahoma JimCapitán Alas y El Sr. Psiq, además de las biografías de San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier. En 1976, dibujó la historieta Otorongo para el suplemento Tío Carlitos del semanario Equis X. Y colaboró en la revista Carboncito entre los años 2004 y 2011. En 1971 obtuvo el primer premio en el Concurso de Historietas del diario El Comercio con Selva misteriosa, su obra emblemática.

Copyright del artículo © Hernán Migoya. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Planeta Perú. Reservados todos los derechos.

Hernán Migoya

Hernán Migoya es novelista, guionista de cómics, periodista y director de cine. Posee una de las carreras más originales y corrosivas del panorama artístico español. Ha obtenido el Premio al Mejor Guión del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, y su obra ha sido editada en Estados Unidos, Francia y Alemania. Asimismo, ha colaborado con numerosos medios de la prensa española, como "El Mundo", "Rock de Lux", "Primera Línea", etc. Vive autoexiliado en Perú.
(Avatar © David Campos)

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