Hacia 1900, la esperanza de vida en países como el nuestro, no pasaba de los 45 años. Hoy llega a una media de 80: 83 para las mujeres, 77 para los hombres.
El historiador rumano Lucien Boia calcula que un septuagenario de nuestros días equivale a un quincuagenario del siglo XIX. O sea que hemos ganado veinte años de juventud. Y un último dato, para no sofocar al lector con numeritos: cada cuatro años aumentamos en uno nuestra esperanza de vida. La mitad de los bebés que están naciendo mientras lees estas líneas, amigo/amiga, vivirán un siglo.
La biología molecular ensaya sustituir las células perezosas o muertas, desde la piel hasta el corazón, de modo que recuperen su lozanía. Ya se está pensando en renovar tejidos nerviosos, un tabú de siglos para la ciencia. Adiós trastornos neurológicos, problemas de vista y oído, huelgas de memoria.
Un inglés algo especial, Aubrey de Grey, gerontólogo biomédico y autor de la obra La teoría del envejecimiento de los radicales libres mitocondriales, trabaja para que morir sea una elección en el futuro. Las salas de fiesta verán celebraciones de matrimonios en su primer milenio.
No vayamos tan lejos. Si la esperanza de vida será de 95/110 años hacia el año 2080, es mejor que prevengamos a nuestros nietos: os jubilaréis octogenarios. O, mejor visto desde otra perspectiva: vuestra juventud empezará a los cuarenta sin peligros de ser considerados viejos verdes o viejas cachondas. Antes, una prolongada y variopinta adolescencia.
Con esto propugno inventar deportes, entretenimientos, paseos y amoríos para esas novedosas edades que ya no podremos considerar como vejez. Desde luego, también dietas prudentes, placeres sensatos y cierta displicencia ante los incorregibles males del mundo. Digo displicencia y no indiferencia.
Compay Segundo siguió cantando sones cubanos hasta morir con 95 años. Su plan iba más lejos: llegar a los 115 y pedir una prórroga.
Estamos asistiendo, acaso sin notarlo, a una revolución antropológica. Sí, me hago cargo: es un tema demasiado grave para un amable sábado a la mañana. Pero a pocos pasos de donde escribo, nuestros antepasados prehistóricos fallecían a los 35 años, habiendo perdido buena parte de sus dientes royendo carne cruda.
Imagen superior: Bruce Dern y Caroline Silhol en «Remember Me» («Recuérdame», 2019)
Copyright del texto © Blas Matamoro. Este artículo fue editado originalmente en ABC. El texto aparece publicado en Cualia con el permiso de su autor. Reservados todos los derechos.