El futuro ofrece horizontes muy diversos, dependiendo de nuestra perspectiva. Por un lado, es cierto que las estadísticas analizadas por optimistas como Steven Pinker, Hans Rosling o Matt Ridley dibujan un presente acogedor, con recursos muy avanzados: mejor acceso a los alimentos, descenso de la pobreza, mayor esperanza de vida y descenso de la violencia y de la mortandad infantil. Por otro lado, hay ensayistas que vaticinan el colapso climático, el fin del trabajo o la muerte de la democracia.
Aunque los pensadores pinkerianos expliquen cómo y por qué está mejorando nuestra civilización, parece que una cosa son los estándares de vida ‒medidos con datos objetivos‒ y otra la percepción de la realidad, que calibramos a partir de otros factores: el estado de ánimo, la esperanza o la falta de ella, los mitos culturales, la impronta religiosa, la ideología, la propaganda, la intuición o ciertos temores, más o menos fundamentados por los hechos.
Dicen los afines a Pinker que las malas noticias o el pesimismo siempre han tenido mayor eco en la prensa. Esa tendencia se ha acentuado en la sociedad digital, cada vez más tribalizada y afín al periodismo amarillista, que es el mejor recibido en las redes sociales. Por otro lado, el pensamiento apocalíptico permite dar la espalda a la realidad, señalando conspiraciones que nos invitan a predecir los peores desastres.
Lo niegan los expertos y lo niega la prensa seria. Pero el runrún sigue ahí, avivado por tuits que auguran el naufragio de nuestra cultura. En ese contexto, los problemas reales ‒la armonización del desarrollo económico con la biodiversidad, o el encaje del ser humano en un mundo sostenido por máquinas‒ pueden ser analizados desde la sensatez o desde la histeria, desde la racionalidad o desde la banalidad. Todo dependerá de la altura intelectual del opinador.
¿Cómo se enfrenta Paul Mason a este reto? Esa es la pregunta que tiene respuesta en este libro tan notable. En sus páginas, el escritor y periodista británico identifica a tres enemigos ‒el poder global existente, el fatalismo de los mercados financieros y una parte de los movimientos populistas‒, diagnostica un fracaso ‒el de las políticas neoliberales‒ y propone una solución personal: el humanismo de inspiración marxista.
El pensamiento de Marx, nos dice Mason, engloba errores y pasos en falso. También ha dado lugar a tiranías antihumanistas como la china o la soviética, pero «desprovisto de sus impulsos autoritarios, puede seguir siendo una importante fuente de toda una estrategia radical de resistencia».
Con el pasar de los años y el avance tecnológico, Mason cree que será viable una renta básica de ciudadanía, sostenida con los impuestos, que garantice a los ciudadanos sanidad, transporte, educación y vivienda. Si hacemos las cosas bien, nos espera «una sociedad tecnológicamente capacitada en la que la mayoría de las cosas se consuman gratis, y una modificación de la mentalidad de los seres humanos a escala masiva para que sepan aprovechar esa libertad».
Esa doble promesa del libro de Mason, adoptada por la nueva izquierda europea, se asemeja a las promesas de otros activistas que nos animan a pensar en un futuro iluminado por la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías, siempre y cuando controlemos su empleo. De no hacer esto último, dicen, la distopía estará a la vuelta de la esquina.
El planteamiento del libro es muy estimulante y sagaz, al margen del color ideológico del lector, aunque conviene tener en cuenta que Mason tiene un claro posicionamiento político ‒el sesgo parece inevitable, sobre todo en determinados capítulos‒, y por eso mismo, algunas de sus conclusiones quizá resulten prematuras. En ciertos aspectos, como cuando habla de España, creo que se deja llevar por la línea editorial de diarios como The Guardian, condicionada por la inercia de sus corresponsales y por ciertos prejuicios anglosajones.
Frente al predominio de los mercados financieros, que el autor define como deshumanizados y fantasmales, y ante la posibilidad de que las máquinas controlen nuestras mentes por medio de algoritmos, Mason propone una resistencia continua y cotidiana.
Por un futuro brillante es la obra de un marxista heterodoxo, que nos invita a distanciar a Marx de Stalin, Mao o Lenin, que no se resigna a contemplar la deriva del mundo, y que defiende unos paradigmas cívicos y morales propios de las sociedades libres. Aunque pierda capacidad persuasiva cuando encarrila su discurso con evidente partidismo, también hay muchos elementos de verdad en sus críticas, y esto es lo que más conviene valorar en este vigoroso ensayo.
Sinopsis
Entre el reportaje periodístico, el ensayo, la crítica cultural y la historia social, Por un futuro brillante se presenta como una defensa radical y apasionada del ser humano, de nuestros derechos y libertades universales y de nuestro poder para cambiar el mundo que nos rodea. Porque todavía somos capaces de dar forma a nuestro futuro y comprender que los humanos somos algo más que engranajes en una máquina. ¿Queremos ser controlados? ¿O queremos algo mejor?
Paul Mason (1960) es un periodista y locutor inglés especializado en economía. Corresponsal de prensa en zonas de fuerte agitación social, anterior editor de la sección de Economía de BBC 2’S Newsnight y actual responsable de Economía del Channel 4 News, Mason es muy conocido en el Reino Unido y colabora habitualmente con The Guardian y The New Statesman. Es autor de varios libros y profesor visitante en la Universidad de Wolverhampton.
Traducción de Albino Santos Mosquera.
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