La tradición caballeresca, impulsada por la literatura del ciclo artúrico, dio lugar a un catálogo imborrable de personajes. Ese repertorio, conocido por los especialistas como la «materia de Bretaña», tiene dos fundamentos: la Historia Regum Britanniae (1136), de Geoffrey de Monmouth ‒que en España editó primorosamente Siruela‒ y las novelas y relatos que, hasta 1230, completaron la llamada Vulgata artúrica.
El largo aliento del ciclo artúrico ha dado lugar a un sinnúmero de creaciones. No es el momento de detenernos aquí a hacer acopio de títulos, dado que el campo de la literatura caballeresca es demasiado prolijo. Sin embargo, tengamos en cuenta otro hecho singular, y es que ese catálogo de creaciones, adaptado a los gustos del siglo XX, se reconvirtió en ámbitos tan variados como los relatos pulp de espada y brujería, la fantasía heroica de Tolkien y compañía, el western cinematográfico y el cómic de superhéroes.
Hablando de cómics: el noveno arte ha sido especialmente receptivo con el caudillo de los bretones y con sus invencibles caballeros. Así, los fulgores de Camelot forman parte de títulos inolvidables, como El Príncipe Valiente, indispensables para comprender la evolución de la historieta contemporánea.
Más reciente es Merlín, una aproximación al ciclo artúrico que firmaron en 1993 Robin Wood y Enrique Alcatena. Las figuras de Arturo y sus camaradas de la Tabla Redonda recuperan en esta obra su grandeza y su brutalidad, en una suerte de reinterpretación del mito que no excluye los detalles culturalistas (la ambientación, aunque fantástica, añade elementos tomados de la estética de normandos y bretones, por no hablar de anglos, jutos y sajones).
La estupenda creatividad de Wood, admirable por tantas razones, consigue que el mago Merlín se convierta en una presencia imponente y compleja, cuyos encantamientos se alternan con una visión filosófica y política de notable interés.
Los lances armados, las traiciones, las intrigas y los enigmas van agitando un relato que se lee compulsivamente, a pesar de que su desenlace es bien conocido.
El documentado guión de Robin Wood es traducido admirablemente a imágenes por Alcatena. Su dominio gráfico es formidable, y en determinados tramos recuerda el arte de Barry Windsor-Smith. De hecho, cabe relacionar estas viñetas, llenas de fantasía y de fiereza, con el trabajo que el mismo dibujante llevó a término en Conan the Savage, para Marvel.
Sin duda, nos hallamos ante un cómic sensacional, muy recomendable.
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