El hombre araña tiene características que ningún guionista debe ignorar. Con él, sentimos la cálida sensación de que es uno de los nuestros ‒se trata de un tipo corriente‒. Al decidirse por una vida peligrosa, no lo hace por razones grandilocuentes, y salvo en determinados momentos, su épica surge en las azoteas, en los pequeños centros comerciales o en los semáforos. Nunca enseña la cara a sus adversarios, pero nosotros sabemos que es un hombre entrañable, cercano y divertido.
Repartir esas cartas de una u otra manera depende de cada autor. Los hay que han preferido entregarse a la aventura urbana, mientras que otros han subrayado el romance, el choque entre lo cotidiano y lo superheroico, o la peculiar e intrincada mitología arácnida.
Curiosamente, si pensamos en la etapa en la que el trepamuros dependió del dibujante Todd McFarlane, la memoria nos hace dejar en segundo plano los primeros guiones de David Michelinie ‒que recibió el testigo de J.M. de Matteis, Ann Nocenti y Ken McDonald‒, para centrarnos en la originalidad con la que McFarlane se aproximó al personaje desde marzo de 1988.
Sí, hablamos de la etapa del matrimonio con Mary Jane Watson, y también de la fusión del traje alienígena con el humano Eddie Brock, que generó esa inolvidable entidad que es Veneno, y que complicó de manera extraordinaria la vida del lanzarredes. Hablamos, además, de un momento en el que la industria del cómic empezaba a atraer lentamente a todos esos inversores que, al cabo de los años, convertirían las franquicias en una fuente inagotable de beneficios. Pero sobre todo, nos referimos aquí a unos años en los que el dibujo de McFarlane ‒dicen que inspirado por el trabajo del ilustrador e historietista Michael Golden, inspirador asimismo de Arthur Adams‒ se convirtió en el verdadero protagonista.
En el volumen que comentamos, un ómnibus con todas las de la ley (Panini, 2018), redescubrimos la etapa previa a McFarlane para luego asistir a su irrupción en el mundo de Spiderman, definiendo nuevos parámetros en el universo de Peter Parker.
Obviamente, el dibujante aterrizó en la serie en un momento en el que todo estaba cambiando ya, pero su lanzamiento, apoyado por el editor Jim Salicrup, dio al público sobradas razones para comprender que el trepamuros había emprendido una nueva vida. El resultado, como seguramente saben, fue un cómic superventas.
Ni el observador más superficial puede ignorar los cambios. McFarlane emplea un estilo enérgico, de dinamismo extraordinario, donde lo espectacular prima por encima de cualquier consideración clásica. Al dibujante le atrae más el horror que la épica luminosa, y por eso acumula ansiedad en sus viñetas. Por otra parte, lleva al límite la flexibilidad física del héroe, y y al situarlo frente a unos villanos cada vez más tenebrosos, le obliga a deslizarse entre esas redes que se retuercen y ensortijan de forma imposible ante nuestra mirada.
Esta imaginería de McFarlane, con sus planos yuxtapuestos y su efectismo constante, tuvo consecuencias que no siempre fueron positivas a ojos del lector más tradicional. Sin embargo, hay que reconocerle un impacto inusitado, cuyas derivaciones siguen presentes en el cómic actual. De ahí que tengamos que celebrar la edición de esta novedad: un tomo impecable, que nos invita a revivir aquellas emociones como si fueran cosa de hace dos días (Y para que conste, lo digo sin figurar entre los fans de McFarlane.)
Sinopsis
Contiene Web Of Spider-Man 31-33, Peter Parker, The Spectacular Spider-Man 131-133 y The Amazing Spider-Man 293-310 y Annual 20 y 22, What If v2, 4 y What The–?! 3 USA
La llegada del legendario dibujante Todd McFarlane trajo una nueva edad de esplendor comercial para Spidey, con una sucesión de espectaculares aventuras en las que el trepamuros se enfrentó por primera vez a Veneno y volvieron muchos de sus viejos enemigos.
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