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Las múltiples vidas de Mario Roso de Luna, astrónomo, ocultista y escritor

¿Sabías que, a comienzos del siglo XX, Roso de Luna descubrió un cometa mientras cultivaba el esoterismo? Descubre su sorprendente obra y legado en este artículo

Conocido como ‘el mago rojo de Logrosán’, el cacereño Mario Roso de Luna (1872-1931) fue una de esas figuras excepcionales que desafían cualquier intento de catalogarlas. Abogado de formación, masón, astrónomo, teósofo y prolífico escritor, su vida estuvo marcada por un incesante interés por los misterios del universo.

«Toda la obra rosoluniana», escribe Esteban Cortijo, «recurre al simbolismo como método de interpretación de lo real tanto en sentido estricto, como crítica literaria, musical o religiosa, como en aquellos otros campos menos asequibles por vías académicas de estudio que los anteriores, y que a él le sirven para enriquecer la experiencia cotidiana con las claves de ese código de la sabiduría arcaica. Para ello, lo mismo va del pitagorismo a la teosofía, como de los últimos descubrimientos científicos a Blavatsky, del Marqués de Villena a Flammarion«.

Este análisis, firmado por el mayor experto en Mario Roso de Luna, ofrece una excelente base para comenzar su perfil. Nacido en 1872 en Logrosán, Roso de Luna fue un destacado escritor, astrónomo, teósofo e investigador de lo oculto, además de licenciado en Derecho, Física y Química, Astronomía y Filosofía y Letras.

Pocos recuerdan hoy que su amor por los cielos le permitió descubrir, en 1893, el cometa que lleva su nombre.

Un polígrafo aficionado al misterio

Además de su notable contribución científica, hay que resaltar su honestidad, su disposición hacia lo nuevo y una inteligencia poderosa. La vida intelectual de Roso de Luna pone en evidencia todas estas virtudes. Sin embargo, su espíritu inquieto y heterodoxo también lo llevó a interesarse por el ocultismo, un tema que estuvo de moda en el periodo de entreguerras.

En 1917, se inició como masón en el Gran Oriente Español y en 1902 se afilió a la Sociedad Teosófica, fundada por Helena P. Blavatsky, otro personaje controvertido y casi novelesco.

La labor del escritor como teósofo fue incansable y debemos considerarle el principal introductor de esta doctrina entre nosotros, siempre impulsado por la afición por lo paranormal que prosperó en el primer tercio del siglo XX. En esta línea, Roso fundó la revista teosófica Hesperia, editada en Madrid desde noviembre de 1921 a marzo de 1925.

Muchos de los libros que llevan su firma contienen elementos ocultistas y sobrenaturales, aunque también se apoyan en un elocuente discurso científico que nace de toda una vida de estudio autodidacta y curiosidad.

Principales obras de Roso de Luna

Su extensa obra refleja tanto su fascinación por la ciencia como por lo esotérico. Entre sus títulos más importantes, recomiendo los siguientes:

  • Hacia la gnosis. Ciencia y teosofía (1909-1921)
  • En el umbral del misterio (1909-1921)
  • De gentes de otro mundo (1917)
  • El tesoro de los lagos de Somiedo (1916)
  • De Sevilla al Yucatán (1918)
  • Del árbol de las Hespérides (1923)
  • Una mártir del siglo XIX: Helena Petrovna Blavatsky
  • Wagner, mitólogo y ocultista (1917)

En cada uno de estos textos, se entrelazan la teosofía y la ciencia, características que convierten a Roso en una figura muy singular dentro de la literatura española de su tiempo.

Etapas en la vida de Roso de Luna

Según Esteban Cortijo, su obra transita por varias etapas: la positivista o científica, la teosófica y la filosófica. La etapa positivista abarca estudios académicos y exploraciones histórico-arqueológicas y astronómicas. La etapa teosófica, sin duda la más prolífica, aborda las cuestiones espirituales. Finalmente, la etapa filosófica, más densa, se manifiesta en sus ensayos.

Aunque esta descripción ofrece una imagen clara de su trayectoria, lo mejor es que los lectores descubran su obra por sí mismos. Encontrar libros como Por las grutas y selvas del Indostán (1918), El libro que mata a la muerte o libro de los jinas (1920) o El velo de Isis (1923)es una experiencia reveladora y feliz para cualquier bibliófilo.

Un cultivador del género fantástico

Pocos autores españoles de su tiempo adaptaron su obra a géneros como el gótico, la mitología o el cuento de hadas. Roso de Luna fue uno de los escritores españoles que se aventuró en ese territorio tan ampliamente explorado por los narradores anglosajones. Esto último ya es motivo suficiente para captar la curiosidad de cualquier lector interesado por el género.

A lo largo de su carrera, como ya vimos, Mario Roso de Luna combinó elementos científicos, mitológicos y esotéricos. Esta fusión lo convierte en un personaje de culto, que merece ser conocido más allá de esa minoría que aún lo recuerda.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Esta es una versión de un artículo que escribí en el Centro Virtual Cervantes, portal en la red creado y mantenido por el Instituto Cervantes. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.