«Anónimo fue una mujer», decía Virginia Woolf. Los conventos, reductos de saber femenino durante siglos. «Es que ninguna mujer publicó nada, pintó nada, compuso nada», dicen los absurdos ignorantes. Id a los conventos, ¡lerdos!, buscad en sus archivos. Y encontraréis los tesoros de la cultura femenina.
Leonora, la única hija superviviente de Lucrecia Borgia. Princesa, monja y música. Y Laurie Stras, profesora de música en la Universidad de Southampton, su descubridora.
«Hace ocho años, hojeando (como usted mismo haría) un repertorio de impresos musicales del siglo XVI ‒escribe Laurie Stras en The Guardian‒, me llamó la atención el título de un motete: Salve sponsa Dei. Novia de Cristo, pensé. ‘¡Debe de ser para monjas!’. Formaba parte de una serie de 23 motetes anónimos que se publicaron juntos en 1543, así que hice lo que cualquier nunólogo que se precie, y encargué una copia del libro. Cuando puse los motetes en una edición utilizable para los cantantes modernos, descubrí que eran diferentes a cualquier otra música del siglo XVI que yo hubiera conocido. Eran densos, intensos, y a veces, sorprendentemente disonantes. (…) Tuve entonces la certeza de que fueron escritos para las monjas por otra hermana: una princesa y monja llamada Suor Leonora de Este. Puede que usted no reconozca este nombre, pero quizá haya oído hablar de su infame madre, Lucrecia Borgia«.
«Leonora (1515-1575) ‒continúa‒ fue la única hija sobreviviente de Lucrecia Borgia y de su tercer marido, Alfonso I de Este, duque de Ferrara. Lucrecia murió cuando Leonora tenía sólo cuatro años, a causa de complicaciones por el nacimiento de quien posiblemente fue su décimo hijo. Leonora se crió en el convento de Corpus Domini en Ferrara, donde su madre fue enterrada, porque no había ninguna mujer de su rango para educarla en la corte. A los ocho años de edad, decidió entrar en clausura de forma permanente y se convirtió en abadesa cuando tenía 18 años. Esto puede parecer una edad joven para una mujer con ese cargo, pero lo cierto es que su madre fue nombrada gobernadora de Spoleto cuando sólo tenía 19 años. Puede que ella optase por la vida de clausura para no convertirse en una moneda de cambio en la política matrimonial de su padre. De ese modo, podría hacer las cosas que más desebaba, estudiar e interpretar música, sin las distracciones de la maternidad o de la política. Seguramente descubrió, gracias a la experiencia de su madre, que ser hija de una poderosa familia suponía una bendición, pero sólo a medias».
Imagen superior: «Ritratto di donna» (posible retrato de Lucrecia Borgia, c. 1510), de Bartolomeo Veneziano.
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