Guzmán UrreroAunque la banda sonora de Andrew Powell aún es motivo de controversia, Lady Halcón es una de esas producciones que reflejan el excelente nivel del cine de fantasía que se rodó en los ochenta.
A partir de un argumento de Edward Khmara desarrollado por él mismo con la ayuda de Michael Thomas y de ese guionista magistral que es Tom Mankiewicz, Richard Donner se adentra en el siglo XII con esta historia de magia y aventura, protagonizada por Matthew Broderick en el papel del pícaro Philippe Gaston, Rutger Hauer como el capitán Etienne Navarre, Michelle Pfeiffer como su amada Isabeau d’Anjou, Leo McKern como el bondadoso Padre Imperius y John Wood en la piel del perverso Obispo de Aquila.
Powell, orquestador habitual del grupo The Alan Parsons Project, insufla un –¿inoportuno?– aire de rock sinfónico a la banda sonora. Curiosamente, lo que a muchos les parecía intolerable en los ochenta, hoy forma parte del atractivo sonoro de la película.
Vittorio Storaro se hace cargo de la esplendorosa fotografía, beneficiada por los impresionantes exteriores donde se rueda el film: el área alpina de Campo Imperatore-Abruzzo, las ruinas de Rocca Calascio, el pueblo medieval de Castell’Arquato, en Piacenza, y el castillo de Torrechiara, en Parma.
Pfeiffer no las tiene todas consigo cuando recibe el guión: «Es un tipo de películas que no me interesa demasiado: de princesas, bosques encantados y cosas así… Eso me hizo tener ciertas reservas a la hora de aceptar interpretarla. Lo que me hizo terminar de decidirme fue la lectura a fondo del guión, que era muy atractivo y estaba muy bien construido».
Es el propio Donner quien propone a Michelle el papel protagonista de este hermoso cuento de hadas. Donner dirige Lady Halcón en un momento especialmente dichoso en su vida; a su éxito como profesional cinematográfico se une el feliz romance que vive con su compañera en la producción de la pelicula.
Todo el equipo se traslada a Italia para rodar en escenarios naturales, incluidos varios castillos de la familia Visconti. El rodaje es largo y duro, y ello influye decisivamente en el ánimo de Pfeiffer, que no está acostumbrada a permanecer tanto tiempo lejos de su hogar.
«Para superar tensiones –cuenta la actriz– decidí que necesitaba entretenerme en algo que yo pudiese hacer, que me permitiese entregarme a fondo y me apasionase tanto como la interpretación. Empecé a pintar, pero acabó siendo una locura puesto que en vez de relajarme llegué al punto de no poder dormir pensando en cómo pintar tal o cual cosa».
Richard Donner pretende que Michelle dé vida a una heroína intrépida pero, al mismo tiempo, dotada de una mágica fragilidad. El de la dama que se transforma en halcón por culpa de un conjuro es un tipo de personaje totalmente nuevo para la joven actriz. Lo mismo sucede con Hauer, que da vida a ese caballero intachable que toma forma de lobo negro cuando el sol se pone.
El resultado es una película excelente, que ha ido ganando con el paso de los años, y que nos demuestra hasta qué punto Donner era capaz de cultivar cualquier género cinematográfico.
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Manuel Rodríguez Yagüe
