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«La voz de las espadas», de Joe Abercrombie

Poco más se ha podido añadir a la doble herencia de Tolkien y de Robert E. Howard ‒fundadores, con permiso de Lord Dunsany, de la fantasía heroica y del subgénero de espada y brujería‒ después de que ambos se instalasen en el panteón de los clásicos. Y aunque es cierto que otros cultivadores de ese legado como George R. R. Martin aspiran a la originalidad, lo cierto es que pocos, muy pocos escritores han alcanzado la calidad literaria en ese escenario de bárbaros, princesas y hechiceros.

Joe Abercrombie, con la trilogía de La Primera Ley (2006-2008), nos lleva a esa tierra de promisión, pero en lugar de producir un relato adolescente plagado de guerreros con hachas de doble filo, ha añadido ingredientes más sofisticados a la receta. En un panorama narrativo como éste, con los pastiches girando como el cemento de una hormigonera, Abercrombie va alzando con su pluma un esquema diferente, más cínico, más posmoderno y con una épica menos previsible.

En la constelación de Abercrombie hay algo que brilla con peculiar intensidad. Me refiero, claro está, a esos personajes que han conquistado a una audiencia multitudinaria. Figuras tan bien caracterizadas como el inmaduro espadachín Jezal dan Luthar, el mago Bayaz, el bárbaro Logen Nuevededos o el inquisidor Sand dan Glokta ya se han incorporado a ese imaginario, en dura competencia con otros héroes ‒o mejor dicho, antihéroes‒ que ya son indispensables dentro el género que nos ocupa.

Supongo que habrá quien se deje llevar por el lirismo de ciertas descripciones, o por la intensidad que el autor imprime al ritmo narrativo, pero hay algo que, a mi modo de ver, sobresale en el conjunto, y no es otra cosa que esa combinación de realismo sucio ‒o mejor, gritty fantasy, dado que nos movemos en territorio mágico‒, humor, luchas de poder, violencia en la línea de un thriller contemporáneo, y por supuesto, una constante ambigüedad moral.

Por estilo y vocación, Abercrombie es un narrador muy visual, así que resulta complicado no relacionar ese estilo con sus antecedentes como montador videográfico.

También, al margen del tono que emplea, se advierte su pasión por la fantasía épica, y aunque no hablamos de homenajes explícitos, está claro que detrás de La voz de las espadas hay muchas lecturas y muchas referencias más o menos veladas: desde Tolkien y Ursula K. LeGuin a Karl Edward Wagner y Michael Moorcock.

Fluido, original, bien hilvanado tanto en sus acelerones como en sus momentos más íntimos, La voz de las espadas inaugura la trilogía de La Primera Ley con una virtud añadida, que va más allá de la calidad descriptiva o de la tensión dramática, y es que, simple y llanamente, uno se lo pasa de miedo desde la primera a la última página.

Sinopsis

El inquisidor Glokta, convertido en un cínico tullido tras su paso por las cárceles de los enemigos de la Unión, es ahora a su vez un eficaz torturador capaz de extraer cualquier información de un criminal o de quien decidan sus superiores…

El capitán Jezal dan Luthar no ha hecho en su vida nada más peligroso que desplumar a sus amigos jugando a las cartas y soñar con la gloria de vencer en el certamen de esgrima. Pero se está fraguando una guerra, y en los campos de batalla del Norte la lucha se rige por normas mucho más sangrientas…

Logen Nuevededos, infame bárbaro de pasado sangriento, acaba de perder a sus amigos y está decidido a abandonar sus tierras y dirigirse al sur, pero los espíritus le advierten que le busca un Mago de los Viejos Tiempos…

Sus historias se entrelazan en una fantasía negra repleta de acción y personajes memorables.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

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Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.