Desde hace mucho ha existido la preocupación por el vestuario que usamos al ir a dormir. Un formidable narrador, Juan Perucho, ha dedicado más de un párrafo a la materia, e incluso llegó a exhumar —y posiblemente a inventar— una página donde se habla de todo ello con minucia y buen criterio.
La cita, según nos hace creer Perucho, proviene de El arte de peinarse a sí mismo, obra escrita en francés por el gerundense Ignacio de Hervés y de Albunyol, marqués de Santositio y amigo del dandi Beau Brummel.
«El gorro de dormir —recomienda el fino Hervés— debe ser de lienzo, y al ponerlo se le harán dos pliegues, de modo que forme triángulo. Después, tomando una extremidad en cada mano, se le colocará en la cabeza trayéndolo hasta la nuca que se encontrará de este modo cubierta, y proporcionará de este modo el ir trayendo los cabellos de los lados hacia delante y bajo el gorro» (Diario apócrifo de Octavio de Romeu, Barcelona, Ediciones Destino, 1985, p. 54).
Nos encantaría saber qué diría el marqués sobre otra prenda imprescindible a la hora de reposar entre sábanas: el pijama. En este artículo, nos atrae más la etimología de la palabra que el uso específico de esa prenda que ésta viene a designar.
José Alemany y Bolufer, en su Diccionario de la lengua española (Barcelona, Ramón Sopena, 1917), advierte que se trata de una voz de ascendencia india, y lo define como sigue: «Pantalón ligero, ancho y flotante, usado en el Indostán por los dos sexos». Añade Alemany una segunda definición, sin duda menos exótica: «Traje de casa para hombre, compuesto de una chaqueta sin solapas y un pantalón sujeto a la cintura por un cordón».
Casi veinte años después, la Real Academia Española también describía la prenda en el Diccionario de la lengua española (Madrid, Espasa-Calpe, 1936): «Traje de casa, ligero y de tela lavable, compuesto de chaqueta y pantalón. Con ligeras modificaciones se usa también para dormir. El de las mujeres tiene forma distinta». Sobra añadir que así, con ese detalle, es como nosotros lo conocemos.
Por otro lado, si nos fijamos en la estirpe de la palabra, hallaremos que, ciertamente, proviene de la India. Allá se denominaba pāē-jāma o pāē-ğāma a un pantalón ligero, empleado primordialmente por las mujeres, aunque los varones del grupo sij y los mahometanos también gustaban de él. Se ve que los colonizadores ingleses pronto adoptaron esta ropa por su comodidad, y la llamaron pyjammas. No obstante, hay estudiosos que se remontan en el tiempo para hacer otra averiguación etimológica; y es que los hindúes recibieron el vocablo a través de Persia, cuyos naturales descubrieron antes la idoneidad de esa gozosa vestimenta que, en su lengua, llamaron pāyğāme.
Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Esta es una versión expandida de un artículo que escribí, con el seudónimo «Arturo Montenegro», en el Centro Virtual Cervantes, portal en la red creado y mantenido por el Instituto Cervantes para contribuir a la difusión de la lengua española y las culturas hispánicas. Reservados todos los derechos.