John W.Campbell fue una de las figuras más importantes de la ciencia-ficción, no tanto por las novelas y relatos que firmó como por su labor al frente de la revista Astounding Stories . Nacido en 1910 en Newark, New Jersey, consiguió matricularse en el Massachussetts Institute of Technology (MIT) al tiempo que comenzó a escribir relatos de ciencia-ficción para el boyante mercado de las publicaciones pulp. En 1930, a los diecinueve años, vendió su primera historia y no tardó en conseguir cierta reputación en el medio mientras proseguía sus estudios. En esto último tuvo menos suerte: hubo de abandonar el MIT tras suspender alemán. Asistió entonces a la Universidad de Duke, en la que se graduó en Física en 1932, el mismo año en que apareció publicado este relato corto.
En sus primeros años como escritor, Campbell cultivó con éxito la space-opera, subgénero bien acogido por los lectores de Amazing Stories –que ya había salido del control inicial de Hugo Gernsback–. Como muchas de las historias de este tipo que se publicaron entonces, hay poco que hoy pueda interesar en ellas al lector moderno, así que he decidido seleccionar una que se apartaba del resto, The Last Evolution, un relato sobre la superioridad de las máquinas con un enfoque algo diferente.
Campbell nos presenta un mundo similar al nuestro en el que los humanos han desarrollado la inteligencia artificial, aplicándola en máquinas que, a su vez, son capaces de elaborar versiones mejoradas de ellas mismas. Eso sí, se mantienen leales al hombre, colaborando con él en una fructífera relación que combina las soluciones intuitivas propias de nuestra especie con el proceso lógico artificial.
Entonces, la Tierra sufre el ataque de una enorme flota alienígena cuyo fin es conquistar nuestro planeta destruyendo todas las formas de vida. Sin embargo, las máquinas no son vida orgánica y permanecen inmunes a las armas extraterrestres. Aquéllas, con el fin de poder hacer frente a la invasión, experimentan una evolución acelerada que les convierte en armas imbatibles. La inteligencia artificial averigua la fuente energética de los invasores y muta hasta superar la sofisticación tecnológica de éstos creando una nueva forma de vida, pura energía y lógica. Los alienígenas, incapaces de comprender a quién se enfrentan, optan por abandonar el sistema solar. Pero para entonces hace ya tiempo que los hombres se han extinguido, incapaces de sobrevivir al devastador conflicto. Así, las máquinas acaban convirtiéndose en las herederas del planeta, siendo precisamente una de ellas la que ejerce el papel de narrador de la historia
Aunque el cuento en sí no es particularmente brillante (está desarrollado con un estilo seco y desapasionado –por otro lado, propio de la supuesta máquina que ejerce de narradora– y la ciencia que presenta hoy nos resulta risible), sí contiene un par de elementos dignos de destacarse. En primer lugar, la propia idea de las computadoras (o máquinas) reemplazando a la humanidad, no porque se rebelen enfurecidas contra ella, sino porque, sencillamente, son seres superiores y más eficientes que el hombre. Y, en segundo lugar y relacionado con lo anterior, es una de las primeras narraciones en exponer el concepto de singularidad tecnológica décadas antes de que ese término fuera acuñado por el matemático y escritor de ciencia-ficción Vernor Vinge: los humanos crean máquinas cada vez más perfectas hasta que éstas son capaces de replicarse a sí mismas de forma mejorada en un proceso tecnológico acelerado que culmina en una singularidad histórica en la que el hombre será trascendido por una superinteligencia cuyo potencial somos incapaces de entender o incluso prever en nuestro actual estadio intelectual y tecnológico.
Un relato interesante por los conceptos que propone y por tratarse de un adelanto del tipo de ciencia-ficción que Campbell defendería e impondría al convertirse en editor: situar el foco de la historia en las consecuencias que para el hombre tiene el avance tecnológico en lugar de en el avance en sí. No era una idea nueva en la ciencia-ficción –H.G. Wells, sin ir más lejos, lo había entendido décadas antes–, pero sí alejada del tono entre épico y didáctico que el género adoptó en las revistas pulp norteamericanas.
Copyright del texto © Manuel Rodríguez Yagüe. Sus artículos aparecieron previamente en Un universo de viñetas y en Un universo de ciencia-ficción, y se publican en Cualia.es con permiso del autor. Manuel también colabora en el podcast Los Retronautas. Reservados todos los derechos.