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«La jota, aragonesa y cosmopolita. De San Petersburgo a Nueva York», de Marta Vela

El rumbo inicial de esta aventura sonora lo marcan dos músicos que pasaron por España: Liszt y Mijaíl Glinka. Deteniéndose en la experiencia de ambos, Marta Vela atrapa el lector con la certeza de que el sonido de la jota aragonesa trascendió más allá de nuestras fronteras. Y lo hizo gracias, precisamente, a la curiosidad de visitantes como Liszt y Glinka. «La estancia de Glinka ‒escribe la autora‒, tan distinta a la de Liszt y su frenético ritmo de conciertos, propicia un andar sosegado en pos de la esencia de la música española».

Esa indagación del compositor ruso, tan cercana a la de aquellos viajeros románticos que cruzaban los Pirineos en busca de exotismo, tuvo un valioso resultado: el Capricho brillante sobre la Jota aragonesa (1845).

A título personal, esta y otras muestras de españolidad musical (desde el Capricho español de Rimsky-Korsakov a las Danzas españolas de Moritz Moszkowski), me recuerdan aquellos entrañables LPs de hace décadas, en cuya portada solía figurar, con vivos colores, alguna estampa andaluza. Cosas de la vida: a fuerza de escuchar esas composiciones, he acabado reconociéndolas ‒al igual que tantos otros oyentes‒ como si fueran algo propio.

Imagino que, salvando enormes distancias, esa pasión ibérica también vibró en la cantante y compositora francesa Pauline Viardot-García, hija del tenor y compositor Manuel García y hermana menor de la cantante María Malibrán.

En mayo de 1842, según nos cuenta Marta Vela, Pauline «viaja a la tierra de sus antepasados, invitada por el Liceo Artístico y Literario de Madrid». Y allí no deja de escuchar «una melodía de moda desde el año anterior, la Nueva jota aragonesa, interpretada al piano por su autor, Florencio Lahoz, un músico zaragozano recién llegado a la corte, que haría de esta obra una de las más celebradas de su modesta carrera (…) En 1846, Pauline vuelve a publicar en Gérard una de sus canciones españolas, que lleva luciendo varios años por teatros y salones de toda Europa. Se trata de una transcripción de aquel tema aragonés tan celebrado en Madrid».

La historia se repetirá en otras ocasiones, confirmando así que la jota aragonesa, con todo merecimiento, ha acabado ingresando en el repertorio clásico. Y además, gracias a autores tan eminentes como Manuel de Falla, lo ha hecho con un prestigio renovado en el tiempo.

¿Cómo es posible que esta peripecia musical no haya sido mejor difundida en nuestro país? Por suerte, Marta Vela la estudia a conciencia en este magnífico ensayo: un libro que, dejando aparte sus méritos académicos, está escrito con gran amenidad, lo que permite al lector curioso disfrutar de él tanto como lo harán los expertos en musicología. Sin duda, se trata de una obra de referencia.

Sinopsis

En este libro, la pianista, escritora y docente Marta Vela nos lleva tras los pasos de renombrados compositores (Liszt, Mahler, Debussy, Ravel, Satie…) que, a lo largo del siglo XIX, visitaron España, descubrieron la jota aragonesa y, fascinados, la integraron en sus obras, desde óperas hasta sinfonías, pasando por ballets y música de salón. Un libro lleno de curiosidades, erudición, anécdotas y hallazgos inéditos, narrado de forma amena y precisa.

Durante buena parte del siglo XIX, la jota aragonesa se erigió en representante de la música exótica como una suerte de lengua franca para todos los territorios europeos, junto a la ópera italiana, de San Petersburgo a Lisboa, de Londres a Moscú. Su recorrido internacional abarcó los grandes géneros, ópera, sinfonía, obertura orquestal, ballet, música de salón, repertorio virtuoso, etc., que participaron de la emergente cultura cosmopolita de la época, finalmente devastada por el abismo de muerte y destrucción de la Gran Guerra.

Presente en numerosas obras de renombrados compositores —Glinka, Liszt o Mahler—, la jota aragonesa se empezó a difundir a nivel mundial desde París, por parte de la famosa cantante Pauline Viardot-García, a través de una obra de Florencio Lahoz, compositor oriundo de Alagón, que inspiró diversas versiones en músicos tan dispares como Fontana, Gottschalk, Iradier, Saint-Saëns o la propia Viardot, quienes inculcaron el gusto por la música popular española a Debussy, Ravel, Fauré, Satie… y también a Manuel de Falla, cuya jota wagneriana cerraba en 1919 el círculo de su profusa transmisión.

Esta modesta historia cultural de Occidente explica la importancia de la jota como embajadora de Aragón y España en el mundo, y su relevancia como preludio del proyecto europeo actual, basado en el intercambio cultural entre territorios, de ahí que su adhesión a la condición de Bien Inmaterial de la Humanidad sea una reivindicación tan legítima como necesaria.

«Todo ello se presenta al lector en una exposición precisa que incita a seguir con creciente interés la aventura de estos personajes y su relación tan importante con una muestra universal de folclore, como es la jota aragonesa, raíz y clave de este documentado y laborioso trabajo de investigación», apunta en el prólogo Miguel Ángel Yusta.

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Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.