De laurel siguen siendo los ramos que se llevan a la iglesia para ser bendecidos el domingo antes de Pascua, el Domingo de Ramos. Laurel bendecido que se quemaba en las casas para ahuyentar a las brujas y sus males.
Un laurel, en el que se enrosca una serpiente. En él, apoyada, una joven leyendo. Junto a ella, otras dos jóvenes mujeres, mirando algo que ocurre a su derecha. En el cielo, la Luna. Completan el cuadro tres amorcillos y un cisne. Según leo en la página de El Prado, todo ello representa la Armonía, pues el cisne es el símbolo de la música… No soy quien para desdecir a los grandísimos expertos que tiene El Prado, pero yo veo un símbolo sexual en ese cisne. El cisne en el que se convierte Zeus cuando quiere ¿seducir? (¿forzar? ¿violar?) a Leda.
Da Vinci y Miguel Ángel pintaron sendas versiones de este mito griego. No se podía representar una cópula humana en aquel arte renacentista pero sí valía una zoofilia. Ambos cuadros pasaron a engrosar las pinacotecas privadas de los monarcas franceses hasta que fueron destruidos. Quizás seguían siendo demasiado atrevidos…
Laurel, tres jóvenes mujeres, la serpiente, el cisne, la Luna… La Armonía (1541-1544), de Hans Baldung Grien. Discípulo de Durero. Conocido como el pintor de las brujas, por las muchas obras que hizo sobre ellas. Grien es el creador de otra obra maestra del claroscuro, una xilografía fechada en 1510, conocida como El sabbat de las brujas, donde toma prestada parte de la iconografía de su maestro, representada en esa bruja que cabalga a lomos de una cabra, portando el caldero en el que elabora sus ungüentos mágicos.
Cada obra de estos grabadores renacentistas es un libro abierto, dispuesto a ser descifrado. Un libro donde se relatan, al por menor, las creencias de aquellos hombres que vivieron en la Edad de Oro de la magia, la brujería, la hechicería, la alquimia. Un conocimiento, en forma de arte, que sólo fue tenido en cuenta muchos siglos después, cuando las vanguardias del siglo XX se despojan de las pesadas vestiduras impuestas por el racionalismo salvaje y vuelven sus ojos a las esencias y creencias que nos han conformado como europeos.
Esa es nuestra cultura. Esos, nuestros demonios familiares. Entendiendo, por demonio familiar, el concepto que se tenía en la Edad Moderna, muy diferente a lo que, de seguro, se os está pasando por la cabeza…
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