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Fuego santo

Todo parece indicar que uno de los motivos favoritos de El Bosco fue la representación de las Tentaciones de San Antonio. Favorito para El Bosco y para muchos de sus contemporáneos. Como tantas otras cosas relativas al pintor flamenco, no se sabe si fue un gusto propio o emanado de los encargos recibidos. Sea como fuere, hasta nosotros han llegado unas cuantas representaciones con esta temática, salidas de sus geniales pinceles.

Obras como el óleo sobre tabla de madera de roble conservado, en la actualidad, en el Museo del Prado. Un cuadro en el que no se representa la imagen tradicional de San Antonio, atacado por los demonios, sino la de un eremita en actitud pensativa, sentado junto al cochino que es su fiel acompañante. Un cuadro que destila tranquilidad aunque sea tan sólo en apariencia. Porque en los márgenes del cuadro podemos ver, dispersos, a los muchos demonios que van a presentar batalla. Organizándose para ello. Llevando escaleras. Ocultándose tras las colinas. Escondiéndose bajo un escudo.

Una batalla que ya ha dado inicio en la capilla eremitorio, cuyo fuego se observa a través de la ventana. Fuego que también amenaza la parte trasera que cobija al santo y que pretende ser apagado por un grupo de demonios, valiéndose de un cántaro lleno de agua… ¿Apagar? ¿Cómo? ¿No eran ellos los encargados de avivarlo?

Y es que este cuadro de El Bosco, como no podía ser de otra forma, tiene varias lecturas ocultas. Así, ese fuego que intenta ser extinguido alude al llamado ignis sacer o fuego santo, la forma en que era conocida, en época medieval, la intoxicación por Claviceps purpurea, el conocido cornezuelo del centeno, una epidemia que acabó con la vida de cientos de miles de europeos y de cuyo tratamiento estaban encargados los antonianos, la orden monástica situada bajo la advocación del santo eremita. Un tratamiento para el que se hacía un elixir milagroso en el que, dicen, se sumergían las reliquias del santo. Elixir fabricado en hornos alquímicos. Pequeños hornos portátiles, caseros. Como el que se observa a la derecha del santo anacoreta.

Nada es casual en el arte del flamenco. Tan sólo es necesario conocer sus claves.

(El grabado corresponde a Martin Schongauer y fue realizado entre 1470-1475).

Copyright del artículo © Mar Rey Bueno. Reservados todos los derechos.

Mar Rey Bueno

Mar Rey Bueno es doctora en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid. Realizó su tesis doctoral sobre terapéutica en la corte de los Austrias, trabajo que mereció el Premio Extraordinario de Doctorado.
Especializada en aspectos alquímicos, supersticiosos y terapéuticos en la España de la Edad Moderna, es autora de numerosos artículos, editados en publicaciones españolas e internacionales. Entre sus libros, figuran "El Hechizado. Medicina , alquimia y superstición en la corte de Carlos II" (1998), "Los amantes del arte sagrado" (2000), "Los señores del fuego. Destiladores y espagíricos en la corte de los Austrias" (2002), "Alquimia, el gran secreto" (2002), "Las plantas mágicas" (2002), "Magos y Reyes" (2004), "Quijote mágico. Los mundos encantados de un caballero hechizado" (2005), "Los libros malditos" (2005), "Inferno. Historia de una biblioteca maldita" (2007), "Historia de las hierbas mágicas y medicinales" (2008) y "Evas alquímicas" (2017).