Los objetos plantean definiciones múltiples, y a veces, contradictorias. Recogerlas, y por supuesto ampliarlas, permite ir de lo físico a lo simbólico, de lo íntimo a lo rutinario. No sobra, creo, aclarar que, al trasluz de esos filtros, uno también puede catalogar los objetos atendiendo a su utilidad, a su precio, a su valor social, a su antigüedad o a las connotaciones personales que proyectamos sobre ellos.
Este es un fenómeno que anima a seguir las interesantísimas reflexiones de Fernando Broncano, que tienen, justamente, ese punto de partida.
De forma inteligente y esclarecedora, Broncano recuerda que los objetos se sitúan en el primer plano de la experiencia ‒nuestro destino, nuestra clave‒ desde el momento en que provocan una reacción emocional, y asimismo desempeñan un papel decisivo en la naturaleza del yo y en fenómenos cognitivos como la memoria, la percepción del tiempo, el placer o incluso el despliegue de la fantasía.
Convertidos en un depósito de afectos y recuerdos, los objetos son fundamentales en nuestra autoconciencia y generan estímulos muy sutiles. Como señala el autor: las cosas «se articulan entre sí y con las relaciones sociales que hacen posibles: no tienen existencia más que en el contexto de las relaciones con otros artefactos y con un complejo de instituciones».
A fin de analizar este mecanismo, Broncano confía en el juicio de Hannah Arendt, pero cree que ella se equivoca en un punto. Decía Arendt que los objetos no son simples instrumentos funcionales, pero allí donde ella veía trascendencia, él ve un fenómeno generalizado. «Las cosas ‒escribe el autor‒ son raramente funcionales en el mundo de los humanos». Siempre adquieren significado y crean de forma sistemática cambios en nuestra conciencia.
Ampliando el panorama, ese sistema de significados le permite a Broncano replantear qué es el consumo, tanto por los lazos sociales que anuda ‒o más bien desanuda‒ como por la lógica de la acumulación que lo impulsa.
Ese detalle de los lazos sociales no es un asunto menor. Queda en estas páginas de manifiesto cómo nuestras identidades, en otro tiempo ligadas a una comunidad cercana y peculiar, están ahora marcadas por formas mucho menos nobles de distinción: la simple novedad de un producto, su precio o el hecho de que se haya puesto globalmente de moda.
¿En qué medida el mundo y sus culturas van uniformizándose por culpa de la MacDonaldización y la Disneyficación? El autor reflexiona sobre ello antes de visitar esas zonas donde nos conectamos con el otro ‒los lugares de encuentro‒ y su contraste social y psicológico ‒el desarraigo, la soledad, el confinamiento‒. Con esta múltiple exploración cultural y filosófica, el libro completa un recorrido muy lúcido, que nos permite acceder a aspectos esenciales de la conciencia humana.
Sinopsis
Vivimos rodeados de objetos. Atesoramos unos, nos deshacemos de otros, pero toda esta materia que nos rodea significa mucho más que la función utilitaria que se le asigna. Son, esos objetos cotidianos, reductos de memoria, condensadores de afectos, disparadores de autobiografías, nodos en torno a los que se hacen y deshacen relaciones, formas políticas, económicas y poéticas.
En suma, nuestra identidad pasa, en mayor medida de lo que parece, por toda esa «cultura material» que nos rodea, compuesta de artefactos y prácticas, de encuentros y desencuentros.
En este ensayo, Fernando Broncano da cuenta, de forma clara y provocadora, de las metamorfosis de la materia en cultura.
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