Se suele decir que el problema de nuestro tiempo es que hacemos varias cosas a la vez. O que al menos lo intentamos, porque también se suele decir, aunque eso niega la afirmación anterior, que la multitarea es imposible y que no se pueden hacer varias cosas a la vez.
Yo creo que no es cierto. Ni que la multitarea sea el problema de nuestro tiempo, ni que la multitarea sea imposible.
La multitarea no solo es posible, sino que es la base misma de nuestra existencia. Ahora mismo estoy escribiendo este artículo en una mesa de un café y desde la ventana puedo ver la Puerta del Sol de Madrid. Aunque ahora no miro hacia la plaza, dado que estoy en un piso elevado, si percibo, gracias a mi visión periférica, objetos que se mueven en la calle. Se trata de personas que caminan, policías motorizados y algún que otro camión de carga y descarga. Todos recorren la parte lateral de la plaza, bajo mi ventana. En algún momento, hace apenas un instante, he desviado la mirada y he visto a una mujer que caminaba, pero lo he hecho sin dejar de escribir en mi libreta de tinta electrónica. Además, llevo ya un rato pensando en dar un pequeño trago al café que tengo delante de mí, sobre la mesa de color azul turquesa.
Lo hago ahora, sin dejar de escribir, y sostengo la taza en mi mano. Al mismo tiempo que realizo todas estas acciones, contemplo las letras que van apareciendo en mi libreta de tinta electrónica y, mientras pienso en la próxima frase que escribiré, mantengo en mi mente el nombre de Maria Konnikova, una pensadora a la que admiro, pero que en su libro Cómo pensar como Sherlock Holmes afirmó que no es posible la multitarea. Llevo un rato queriendo mencionarla, y también pensando en añadir después que en mi libro Cómo ser Sherlock Holmes afirmé que la multitarea sí que es posible.
Unos años después de la publicación de su libro y del mío, Konnikova admitió en un artículo que la multitarea sí es posible. No porque la convenciera yo, pues ni siquiera nos conocemos ni creo que ella haya leído mi libro, sino por los resultados de un reciente experimento al que, creo recordar, ella misma había asistido, y que había demostrado que era posible atender a dos estímulos en el mismo instante exacto.
Convencida, pues, Konnikova, ahora debo convencerte a ti, lector o lectora. Quizá ya lo estés tras leer la descripción de tareas que realizo al mismo tiempo que escribo este artículo.
Añadiré que cualquier conferenciante sabe que la multitarea es posible, puesto que, al mismo tiempo que habla, su mente va preparando lo siguiente que dirá, incluso ideas que reserva para bastante más adelante, lo que no le impedirá prestar atención a los rostros y a los gestos de sus oyentes: se dará cuenta de que éste bosteza, de que aquél sonríe con ironía, de que la mujer de la blusa azul se arregla el cabello, o de que aquella otra anota algo en su pequeña libreta. Y, al mismo tiempo, el conferenciante se mantendrá erguido en su silla o se paseará por la sala, manteniendo no sólo activo, sino incluso en alerta todo su sistema neuromotor y perceptivo, sin dejar de ser consciente en ningún momento de dónde se encuentra, con qué intensidad debe colocar el pie en el suelo a cada paso que da, o cómo mueve las manos y sonríe también él.
En fin, sirvan estas breves observaciones para mostrar que vivimos sumergidos en la multitarea, queramos o no.
Así que el problema no es hacer varias cosas a la vez, sino más bien el de qué cosas elegimos hacer a la vez. Si estás manteniendo una conversación con algún amigo, entonces no tiene sentido que abras otra vía de estímulos, como puede ser mirar la pantalla de un móvil y ponerte a navegar, como hacen tantas personas. Tampoco es razonable hacerlo durante una clase mientras el profesor habla. Eso, más que multitarea es focalización, pero focalización en el móvil. Y además es una falta de respeto a quien habla, puesto que esa actitud le hará sentir que no está siendo escuchado con la atención necesaria. Nunca me pareció mal que alguien dibujase o tomase notas durante una conferencia o una clase, y yo mismo lo he hecho a menudo, pero como dice Plutarco, no sólo el conferenciante, el orador o el maestro tiene que realizar bien su tarea, sino que el oyente también tiene que cumplir con su parte y demostrar atención e interés. Eso es mantener un verdadero diálogo, incluso cuando es sólo una persona la que habla.
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Querido lector, querida lectora, permíteme recomendarte otra lectura: Cómo escuchar, libro que contiene un encantador ensayo de Plutarco y también uno mío (Cómo escuchar… a los demás), que espero esté a la altura del maestro griego.
Y si te apetece escucharme, aquí van unas fechas de presentaciones:
18 de abril. Librería Áurea de Madrid.
Paseo de Juan Antonio Vallejo – Nájera Botas, 25.
22 de abril. Club Faro de Vigo
Salón de actos del MARCO (C/ Príncipe, 54).
Imagen superior: Pixabay
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