Ahora que parece que muchos acaban de descubrir la faceta ardiente de la Pardo Bazán, Doña Emilia, voy a recordar una de las anécdotas más gloriosas de su larga lista de encuentros orgiásticos con Galdós, Don Benito…
Extracto de la carta que doña Emilia escribe a su amante, fechada en La Coruña, 20 de abril de 1889, Sábado de Gloria:
“Para disipar estas ideas tristes releo tu carta y me río con el episodio de aquella prenda íntima. ¿Qué habrá dicho el guarda de la Castellana al recogerla? ¿Qué impresión moral será la suya? ¿Cómo juzgará de las costumbres de la high-life? ¡Qué daría por estar diez segundos en su cabeza! Por fortuna esa prenda no tenía la marca que llevan otras de su mismo género: una E coronada. De lo contrario, capaces serían de llevársela a Peña Costalago.”
Aquel sábado 20 de abril Emilia había recibido dos cartas de Benito, una oficial y formal, otra íntima. Esta última es leída una y otra vez por Emilia:
“La verdad, no hay plato más sabroso que una carta así. Búrlate lo que quieras; aún se relame uno más después de lecturas semejantes (…)”
Es, en esa carta, donde Benito recuerda aquella anécdota de la prenda íntima… Emilia, genia y figura, había recogido a Benito en su carruaje y, sin poder esperar a otros escenarios más íntimos, decidió dar rienda suelta a sus deseos… en román paladino: la gallega se tiró al canario a la altura de Atocha, con tal efusividad, que sus bragas salieron volando por la ventanilla del coche, siendo recogidas por un guardia que allí estaba.
Y por si la anécdota no fuese suficiente, creo necesario recordar la razón que mueve a Benito a rememorar tan glorioso momento: después de meses de distanciamiento, Galdós reconoce que no puede vivir sin Emilia, y no sólo por la pasión que unía sus encuentros, que también, sino por la admiración intelectual que sentía por aquella mujer de armas tomar. Así que, después de mucho meditarlo, decide volver a escribirla con la intimidad de antes. ¿Cuál fue la causa del distanciamiento? Emilia, mujer pasional donde las hubiera, había mantenido, durante meses, una relación paralela con José Lázaro Galdiano. Pensó que Benito no se enteraría, pero no fue así. Y decidió confesar lo ocurrido:
[Madrid, 26 de febrero de 1889] “Acabo de leer tu carta. Voy a sorprenderte algo diciéndote que adivinaba su contenido. Sé quién te enteró de todos esos detalles portugueses, y comprendí a qué aludías al anunciarme un cargo grave. Apelas a mi sinceridad: debí manifestarla antes, pues ahora ya no merece este nombre: sea como quiera, ahora obedeceré a mi instinto procediendo con sinceridad absoluta. Mi infidelidad material no data de Oporto sino de Barcelona, en los últimos días del mes de mayo —tres después de tu marcha. Perdona mi brutal franqueza. La hace más brutal el llegar tarde y no tener color de lealtad. Nada diré para excusarme, y solo a título de explicación te diré que no me resolví a perder tu cariño confesando un error momentáneo de los sentidos fruto de circunstancias imprevistas. Eras mi felicidad y tuve miedo a quedarme sin ella. Creía yo que aquello sería para los dos culpables igualmente transitorio y accidental. Me equivoqué: me encontré seguida, apasionadamente querida, y contagiada. Solo entonces me pareció que existía problema: solo entonces empecé a dejarme llevar hacia donde —al parecer— me solicitaban fuerzas mayores, creyendo que allí llenaba yo mayor vacío y hacía mayor felicidad. Perdóname el agravio y el error, porque he visto que te hice mucho daño; a ti, que solo mereces rosas y bienes (…)”Para entonces, Emilia llevaba seis años separada de su marido. Seis años de relación con Benito. Lázaro Galdiano, por su parte, once años menor que su amante, venía de la cama de Emilio Castelar, presidente de la I República…
Imagen superior: Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 10 de mayo de 1843-Madrid, 4 de enero de 1920) y Emilia Pardo Bazán (La Coruña, 16 de septiembre de 1851-Madrid, 12 de mayo de 1921).
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