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El rey indio que se apostó a sí mismo

El Mahabharata, un texto varias veces más extenso que la Ilíada y la Odisea juntas cuenta la historia de los bharatas, es decir de los indios. Curiosamente, en esta tremenda epopeya, el juego de dados tiene una importancia fundamental. La historia es larga y llena de desvíos narrativos, pero intentaré resumirla aquí.

Tres hermanos de la familia Pandava, Bhima, Arjuna y Yudhistira, son los protagonistas de la epopeya, que culmina en la terrible batalla de Kurukshetra, en la que se enfrentarán los Pandavas con sus rivales (pero también familiares), los Kaureva. De los tres hermanos, Bhima es una especie de Hércules imparable, mientras que Arjuna es un héroe complejo, que se debate entre el deber y sus escrúpulos morales en la batalla final, escena que se cuenta en el fragmento de la epopeya conocido como Baghavad Gita.

El tercer hermano, el rey Yudhistira es razonable, sensato, justo e incorruptible, un verdadero ejemplo moral: es casi la personificación del dharma o ley moral y natural.

Aunque sus hermanos y todos los que le rodean valoran y respetan la rectitud y bondad de Yudhistira, el rey tiene una gran debilidad en el juego de dados: “Nunca puedo rechazar un desafío”. Como dice aquel célebre adagio: “Dadle a los grandes hombres grandes debilidades”.

Duryodhana, enemigo de los pandavas, decide aprovechar la debilidad del rey Yudhistira y le invita a un juego de dados en el que el astuto Shakuni jugará en su lugar. Yudhistira acepta, aunque es completamente consciente de que Shakuni es un experto en el juego y que, además, hará trampas para vencerle: “Un rey no puede rechazar el desafío de otro rey”, dice, apelando a su sentido del deber, aunque algunos comentadores explican que es tan sólo una forma de justificar su vicio por los juegos de azar.

Se celebra entonces el combate de dados. El rey Yudhistira acepta incluso jugar con los dados que han sido fabricados con los huesos del padre de Shakuni, su rival en la partida. Son unos dados que permiten que aparezca la cifra deseada por quien los lanza, es decir, neutralizan el azar propio de este juego.

—¿No es eso poco ortodoxo? -protesta levemente Yudhistira.

—¿Rechazas el desafío? —le pregunta su rival.

—Lo que debe ser será.

Como se ve, el rey de los Pandavas parece pertenecer a esa especie de fatalistas que aceptan cualqueir cosa que pase, sin plantearse siquiera que si decidiera no jugar eso también tendría que pasar. Pero podemos suponer que es otra de sus excusas para no rechazar una buena partida.

El juego comienza y Shakuni gana una y otra vez. Llega un momento en el que Yudhistira pierde todas sus posesiones. Apuesta tras apuesta, cegado por la pasión del juego, el rey se juega a sus hermanos Bhima y Arjuna y a todos los soldados de su ejército. Por fin, se apuesta a sí mismo y pierde de nuevo.

No le queda ya nada, excepto su esposa Draupadi, a la que también pierde. Draupadi, por cierto es esposa de los tres hermanos (Bhima, Arjuna y Yudhistira), algo insólito en casi cualquier cultura, donde son los hombres quienes suelen tener varias esposas y no al contrario.

Los rivales del rey Yadhustira van a buscar a Draupadi, pero ella rehúsa quedar en manos de los vencedores. Entonces, un tal Duhsasana quita las ropas a la mujer delante de todos, pero Draupadi sigue vestida. Una y otra vez le arranca las ropas y una y otra vez ella sigue allí, sin que su desnudez sea mostrada.

Un silencio absoluto desciende sobre el inmenso salón. Hay sólo dos personas en el mundo. Allí está Draupadi, vestida y dominada por la ira. Allí está Duhsasana, exhausto y repentinamente asustado. Se adelanta entonces Bhima y sus palabras se escuchan en los tres mundos: “Duhsasana, cuando llegue la batalla final, yo mismo te abriré el pecho y beberé tu sangre”.

En el desenlace de esta historia, Draupadi obtiene la protección del propio padre de su rival, pues logra convencerlo de que ella no puede ser entregada como trofeo, puesto que su marido la apostó en el juego de dados cuando ya se había apostado a sí mismo, por lo que había perdido el derecho sobre ella y no podía jugársela en una nueva apuesta. El viejo rey ciego de os Kauravas, concede la razón a Draupadi, no porque haya quedado convencido por el impecable argumento, sino por el temor ante las consecuencias futuras, pues se ha dado cuenta de que los Pandavas cuentan con la protección del dios Krishna (que es la personificación de otro dios, Vishnu, en el Mahabharata). El viejo rey Kaurava concede a Draupadi varios deseos, que llevan a la liberación de los hermanos y del propio Yudishtira.

Tras esta escena del juego de los dados hay mucho más, pero no puedo detenerme aquí a analizar todos sus detalles. Sí me interesa señalar lo curioso que resulta que Yadhustira, el personaje que es la personificación de la ley, la ley que gobierna la vida de los seres humanos pero también la ley natural y la ley moral, tenga una relación tan estrecha con el azar. En Yudhistira se combinan la rigidez del deber, la fatalidad y la imposibilidad de escapar al destino (“Lo que ha de ser, será”), con el azar de un juego de dados. Esta curiosa mezcla de azar y destino es una de las ideas centrales de la filosofía del pensador griego Demócrito, creador junto a su maestro Leucipo de la teoría atómica.

Por otra parte, el importantísimo papel que el juego de los dados tiene en el Mahabharata parece indicarnos algo acerca de las representaciones de partidas de dados entre héroes de la Ilíada. ya se trate de Palamedes y Tersites o de Áyax y Aquiles. Quizá este juego de dados del Mahabharata señala hacia aquella escena perdida, que Homero no incluyó en su relato, pero que sí debió conservarse en las tradiciones populares de la guerra de Troya. Porque tal vez las coincidencias entre el Mahabharata indio y la épica griega no son casuales.

Imagen superior: Imagen superior: Bhima lucha con Duryodhana (ilustración de Evelyn Paul para el libro de W.D. Monro «Stories of India’s gods & heroes», 1911).

Copyright del artículo © Daniel Tubau. Reservados todos los derechos.

Daniel Tubau

Daniel Tubau inició su carrera como escritor con el cuento de terror «Los últimos de Yiddi». Le siguieron otros cuentos de terror y libro-juegos hipertextuales, como 'La espada mágica', antes de convertirse en guionista y director, trabajando en decenas de programas y series. Tras estudiar Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, regresó a la literatura y el ensayo con libros como 'Elogio de la infidelidad' o la antología imaginaria de ciencia ficción 'Recuerdos de la era analógica'. También es autor de 'La verdadera historia de las sociedades secretas', el ensayo acerca de la identidad 'Nada es lo que es', y 'No tan elemental: como ser Sherlock Holmes'.
Sus últimos libros son 'El arte del engaño', sobre la estrategia china; 'Maldita Helena', dedicado a la mujer que lanzo mil barcos contra Troya; 'Cómo triunfar en cualquier discusión', un diccionario para polemistas selectos. Además, ha publicado cuatro libros acerca de narrativa audiovisual y creatividad: 'Las paradojas del guionista', 'El guión del siglo 21', 'El espectador es el protagonista' y 'La musa en el laboratorio'.
Su último libro es 'Sabios ignorantes y felices, lo que los antiguos escépticos nos enseñan', dedicado a una de las tendencias filosóficas más influyentes a lo largo de la historia, pero casi siempre ignorada o silenciada. A este libro ha dedicado una página que se ha convertido en referencia indispensable acerca del escepticismo: 'Sabios ignorantes y felices'.
En la actualidad sigue escribiendo libros y guiones, además de dar cursos de guión, literatura y creatividad en España y América.

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