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«El reparador de reputaciones» (1895), de Robert W. Chambers

Se trata de una historia corta publicada en la recopilación de cuentos El Rey de Amarillo (The King in Yellow) y es un excelente ejemplo del tipo de ficción de terror que escribía su autor, Robert W. Chambers. Dicha compilación incluye relatos de fantasía, misterio, ciencia ficción y romance.

La historia está situada en Nueva York en el año 1925, treinta años en el futuro del autor, y se narra desde el punto de vista de Hildred Castaigne, un joven cuya personalidad experimenta un cambio radical tras la caída de un caballo y el consiguiente golpe en la cabeza. Es recluido en un asilo para recibir tratamiento a cargo del Dr. Archer. Debido a su condición de enfermo mental y al tiempo narrador de la historia, nunca podemos estar seguros de hasta qué punto lo que se nos cuenta se ajusta a la “realidad”.

Aún recobrándose del accidente, Castaigne consigue una copia de The King in Yellow, una obra censurada –elemento común que aparece en los otros relatos de la compilación– que le afecta profundamente. Antes un rico y afable playboy, tras su accidente, Castaigne se ha convertido en un recluso excéntrico que pasa su tiempo sumergido en viejos libros y mapas en compañía de un personaje aún más extraño, Mr. Wilde –el “reparador de reputaciones” del título–, cuyo grotesco y desfigurado aspecto se lo debe al gato salvaje con el que convive y del que no quiere desprenderse por mucho que le ataque frecuentemente.

Wilde afirma ser el arquitecto de una gran conspiración que, entre otros métodos, utiliza el chantaje para influenciar y dirigir a hombres poderosos cuyas reputaciones fueron salvadas del escándalo gracias a esta oscura red. Hildred fantasea con que, con la ayuda de Wilde, se convertirá en heredero del “Último Rey” de la “Dinastía Imperial de América”, que Wilde asegura que proviene de un reino perdido de las distantes estrellas. Sin embargo, Castaigne cree que su primo Louis se interpone en la línea sucesoria, por lo que planea forzarle a abdicar de sus pretensiones, aceptar el exilio y no casarse nunca.

Louis, que cree que Hildred aún está mentalmente desequilibrado, se burla de él accediendo a no reclamar su derecho al trono, pero acaba enfadándose cuando Hildred insiste en que no puede casarse con su prometida, Constance. Es más, afirma que ha asesinado al Dr. Archer y ha hecho que maten a la muchacha. Cuando Hildred va al apartamento de Mr. Wilde, se encuentra con que el gato salvaje de éste le ha rajado la garganta, deshaciendo así sus planes para conquistar Estados Unidos. Cuando llega la policía, Hildred ve a Constance entre la multitud. Queda pues en el misterio si el loco Hildred cometió realmente algún crimen o sólo los imaginó y si lo que hace la policía es devolverlo al asilo o encerrarlo en la cárcel.

Por otra parte, el futuro que describe el protagonista, aunque de forma somera, es una extraña mezcla de utopía y distopia: Estados Unidos ha ido prosperando gracias al ascenso de una nueva elite aristocrática que ha conseguido eliminar de las ciudades la pobreza y los horrores arquitectónicos, convirtiéndolas en lugares agradables para vivir. Las artes, subvencionadas por un gobierno centralizado y poderoso, prosperan. Un Congreso de Religiones ha eliminado el fanatismo y la intolerancia. El establecimiento del Estado Negro independiente de Suanee ha eliminado el problema racial –los indios han sido integrados en el ejército–. La diplomacia y las fuerzas armadas han conseguido éxitos en el ámbito internacional, asegurando un periodo de paz mientras en Europa, las cosas van mucho peor: “los Estados Unidos tuvieron que contemplar con desvalida pena cómo Alemania, Italia, España y Bélgica se debatían en la angustia de la Anarquía mientras Rusia, vigilante desde el Cáucaso, se inclinaba para atraparlas una por una”.

Aunque todo parece próspero en el ámbito doméstico, hay otros elementos que ensombrecen el panorama, por mucho que el narrador no lo vea así. Por ejemplo, “la exclusión de los judíos nacidos en el extranjero” se interpreta como “medida de autopreservación nacional”. No sólo se ha legalizado el suicidio sino que se facilita a través de las fácilmente accesibles “Cámaras Letales Gubernamentales”, un detalle este especialmente terrorífico que el narrador deja caer de pasada con total naturalidad.

Narración de terror psicológico con pinceladas de ciencia ficción, este cuento es uno de los mejores y más grotescos relatos sobre la paranoia y los delirios de grandeza.

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos. 

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".