Reconozco que pese a que me encanta el terror de serie B no soy muy fan de Eli Roth: sus películas, incluida la saga Hostel, me parecen un poco tramposas y que van más allá de lo lúdico para recrearse en oscuridades más desagradables de lo que me agrada como espectador… Pero eso también forma parte de su personalidad artística y puede ser su mayor virtud: ¡su cine molesta de verdad! Eso en este género, obviamente, supone un punto a favor. Desde luego, osado y políticamente incorrecto lo es un cuanto, como prueba con The Green Inferno (retitulada Caníbales en Latinoamérica), un filme que muestra cómo un grupo de ecologistas estadounidenses es comido por una tribu de la selva virgen del Amazonas peruano.
¿Por qué The Green Inferno no se ha estrenado todavía en el Perú? Todas las películas de terror se estrenan en cines en el Perú, incluso aquellas producidas para su distribución directa en DVD. ¿Por qué The Green Inferno no?
Hasta ahora este filme se ha estrenado por todo el mundo, ya sea en salas comerciales, festivales de cine o en el circuito de DVD, excepto en el país donde se rodó.
Todo en este largometraje es perverso, desde su premisa hasta su concepción como homenaje al gran clásico del subgénero Holocausto Caníbal.
Para empezar, The Green Inferno es una coproducción entre Estados Unidos y… Chile.
Por lo tanto, como ya adivinaron, la mayor parte del reparto ¡es chileno! Varios de ellos encarnan personajes estadounidenses, incluida la protagonista.
¿Y el coguionista junto a Eli? Uruguayo… afincado y desarrollado profesionalmente en Chile.
Sólo hay dos actores peruanos con roles diferenciados: Antonieta Pari, como sacerdotisa lideresa de la tribu (nada que ver con su intervención en NN: Sin identidad) y Percy Chumbe, como jefe de vigilancia de la multinacional que explota la selva virgen… más probablemente todos los extras lugareños que ejercen de pobladores caníbales. Sobre el rodaje con los extras en la selva y su inexperiencia ante las cámaras, el director afirma: “¡Ellos creían que estábamos haciendo una comedia!”
Lo que resulta más interesante es la caricatura sin piedad que Roth dibuja de los activistas ecologistas o aquellos jóvenes involucrados en causas sociales “no porque crean en esa causa sino porque quieren hacer creer a los demás que les importa. ¡Quiero ver chicos así ser comidos!“.
La protagonista me empieza cayendo bien porque se llama Justine (como la heroína del Marqués de Sade) y tiene pegado en la pared de su cuarto un póster de la cinta francesa Betty Blue, en honor de la mítica Béatrice Dalle.
Justine es una estudiante gringa que contacta a una pandilla de activistas oenegeros, los cuales ya son presentados con joda, pues organizan una de sus protestas en el campus de su universidad… ¡con una huelga de hambre!
Su líder, Alejandro, es un cretino narcisista, pero pese a las advertencias de la mejor amiga de Justine (“Activism is so fucking gay!”, una de esas frases que Iñárritu jamás se permitirá incluir en sus películas), la muchacha cae de bruces en el seductor círculo de estos justicieros sociales que se masturban pensando en salvar a los más desfavorecidos: “¿Alguna vez han fantaseado con salvar a una tribu moribunda?”, arenga Alejandro al borde del orgasmo.
El padre de Justine, abogado que trabaja para las Naciones Unidas, es otro cretino atildado que advierte a su hija de lo peligroso que es unirse en la próxima misión del grupo: “Honey, Peru is a dangerous country, you know anything about it?”.
Y tanto que es peligroso, como descubren en su primera escala en la selva: dos adultos en moto sosteniendo bebés desprotegidos entre ellos, un vendedor que machetea la fruta con mirada poco fiable, tarántulas campando en la selva y por supuesto un otorongo (un jaguar) observando a los extranjeros a la orilla del río, tal vez lanzándoles una maldición… ¡no falta nada para construir el inquieto choque cultural con el “otrismo local”! Convenientemente manipulado para que resulte lo más otrista posible, claro…
Es todo tan lógico como cuando el Inspector Clouseau deducía que sin duda el maltratador asesino de la víctima era su esposo porque se trataba de un español…
El gran cliché que es aquí todo el escenario humano sólo queda redimido por la estupidez de los voluntarios:
‒What’s quechua? ‒pregunta uno de ellos.
‒She’s a singer. Shut up! ‒le responden.
En su acción de protesta en la selva, los muchachos cumplen su objetivo: logran nada menos que una denuncia mundial contra “las autoridades peruanas” por la explotación ilegal del Amazonas. Pero en el minuto 40 empieza el horror: un accidente en la avioneta les mete de lleno en la pesadilla que estábamos esperando…
La tribu de caníbales del Amazonas habla quechua, lleva el cuerpo pintado de arcilla roja y educan bien a sus niños, ya que les convidan a participar libremente en comerse a los visitantes extranjeros. En consecuencia, la segunda mitad de la película consiste básicamente en contemplar a varios idiotas del Primer Mundo siendo devorados por aquellos que ellos deseaban defender.
Lo más gracioso de la galería de atrocidades que siguen es que Roth nos muestra ojos sacados de sus cuencas, lenguas cortadas, todas las vísceras saliendo del torso humano, en fin, el desmembramiento de una persona por completo… ¡pero luego se acobarda a la hora de mostrar a una chica defecando! ¡Podemos ver representado explícitamente el destripamiento de un personaje pero no lo podemos ver haciendo caca!
Los tabús de los estadounidenses son bien ridículos…
En resumen, sospecho que quien más disfrutará viendo esta película es Philip Butters: porque claro, cómo no va a disfrutar viendo a un puñado de jovenzuelos chilenos siendo comidos por peruanos… ¡…aunque le llamen caníbal!
P.D. Si quieren compensar con otra película estadounidense rodada en el Perú, ciertamente más realista y conocedora del país, traten de ver La deuda (Oliver’s Deal, 2015), de Barney Elliott, un filme que pasó demasiado desapercibido.
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