Guzmán Urrero
Podría haber sido un autor de novelas políticas, podría haber creado novelas policiacas, incluso podría haber escrito narraciones de corte psicológico. Podría haber hecho una de esas cosas, pero el británico China Miéville decidió hacer todas a la vez, y para conseguirlo, se acercó al mundo extraño y fascinante de la ciencia-ficción.
Las de Mièville son obras con significación social, en las que se advierte el peso de muchos antecedentes ‒desde Chandler a Kafka, pasando por el pulp, Marx y el movimiento surrealista‒. En otras palabras: se trata de libros capaces de llevarnos por los aires como sucede en la literatura fantástica, pero sin perder esa gravedad y ese pesimismo que han explorado los creadores de distopías.
Todo esto es algo que uno encuentra en El Consejo de Hierro (Iron Council, 2004), la obra que completa la trilogía Bas-Lag, tras La estación de la calle Perdido (Perdido Street Station, 2000) y La cicatriz (The Scar, 2002). ¿Y qué puede hallar el lector en esta tercera entrega? Pues una combinación de dos fórmulas ‒el steampunk y el weird western‒, que a la hora de la verdad, sirve a las verdaderas intenciones literarias de Miéville: introducir en la ficción un discurso político de actualidad.
No es ningún secreto que el escritor plantea en sus obras una crítica frontal a determinados aspectos del capitalismo y la globalización, y para ello, se aleja de los clichés más o menos épicos de la fantasía clásica, y sobre todo, de lo que el llamaba ‒ hablando sobre Tolkien en una entrevista‒ «los valores de una clase media moralmente en bancarrota». Por eso la trilogía Bas-Lag, y muy en concreto El Consejo de Hierro, no propone una ficción moderada, escapista o consoladora, sino provocativa, radical e ideológicamente compleja.
Leído a través del filtro de nuestra realidad, el libro aborda cuestiones explosivas, como el conflicto social, el terrorismo o la revolución, sobre las que Miéville teoriza a través de la fantasía. En este sentido, como creador de universos, el escritor no oculta su ideología ‒incluida una lectura marxista de los procesos históricos‒, pero ello no debe inquietar al lector de distinta tendencia, porque este sesgo tan marcado se traduce aquí en literatura de primera calidad, nada complaciente.
La estética subversiva de El Consejo de Hierro identifica al Miéville más provocador: el miembro del Partido Británico Socialista de los Trabajadores que no pierde la oportunidad de proclamar su pasión por una izquierda que supere la moderación socialdemócrata. Probablemente con esa idea en mente, el escritor convierte la ciudad-estado de Nueva Crobuzon en una alegoría de lo que el considera, esta vez en el mundo real, democracias corruptas, donde la discriminación es habitual y la tendencia a la tiranía y el conflicto es creciente.
En el libro la guerra desempeña un papel esencial, y tampoco es complicado descubrir en esa confrontación ficticia ecos de otros conflictos reales, como los que ha vivido el mundo en tiempos recientes.
Como decía, uno puede estar alejado de esa visión a veces conspiranoica y extremista de Miéville, pero eso es lo que menos importa. En realidad, nos encontranos ante un autor sofisticado, culto y sorprendente, y solo por eso ya vale la pena acercarse a sus creaciones.
Sinopsis
El consejo de hierro es el último volumen de la mítica trilogía «Bas-Lag», el thriller fantástico con el que China Miéville redefinió los límites de la fantasía contemporánea.
Son tiempos de revueltas y revoluciones, conflicto e intriga. Nueva Crobuzon está siendo desgarrada desde dentro y desde fuera. La guerra con la siniestra ciudad estado de Tesh y los disturbios en las calles están llevando a la metrópolis a su fin.
En medio de este caos, una misteriosa figura enmascarada alienta una rebelión, mientras la traición y la violencia se incuban en lugares inesperados. En su desesperación, un pequeño grupo de renegados escapa de la ciudad y atraviesa continentes extraños y alienígenas en busca de una esperanza perdida, una leyenda imperecedera…
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