Cualia.es

«El Castigador: En el principio» (2004), de Garth Ennis y Lewis LaRosa

De este Punisher publicado en 2004 brota ininterrumpidamente un flujo de dolor, violencia y munición de gran calibre. Gracias a esta receta, Garth Ennis situó al Castigador en el top ten de esos justicieros empeñados en convertir los bajos fondos en un lugar donde todo el mundo conoce su nombre.

Para entender a este personaje hay que investigar sus porqués. Y eso es lo que hace Ennis en cómics como el que hoy nos ocupa. Un relato negro, tan oscuro como el encefalograma de su protagonista. De hecho, todo el peso del mundo cae sobre sus hombros, haciendo aflorar una personalidad pétrea, marcada por terribles cicatrices. Pero sobre todo, moldeada por el afán de venganza.

Ennis mueve los hilos en dos direcciones. Por un lado, sumerge al Castigador en tramas que parecen un delirio. Algo así como una pesadilla conspiranoica, en la que ya no distinguimos a un mafioso de un agente de la CIA. Y por otro, nos obliga a ver cómo se retuerce el alma de Frank Castle, condenada a un descenso a los infiernos que recuerda a los grandes autores de la novela hardboiled.

En realidad, Ennis se plantea aquí un reto muy inteligente: convertir a su antihéroe en un tipo que nos importe. Algo que consigue a pesar de su crueldad, de su falta de empatía o de su instinto casi animal para moverse entre las sombras.

El Castigador que dispara desde estas viñetas ya es un veterano. Podríamos relacionarlo con el Eastwood de Sin perdón, pero en realidad, la novela negra también está repleta de excombatientes como él, incapaces de volver a pintar de blanco la verja de su jardín por la sencilla razón de que éste ardió en llamas. Ardió ese jardín y también se carbonizaron los demás recuerdos felices. En cualquier caso, sabemos que los tipos como Castle no están locos. El único problema es que la Muerte ya les ha visto la cara.

Uno da por hecho que el Castigador busca justicia hasta que comprende que siempre impone la pena capital. Visto así, el árbol genealógico de sus enemigos se convierte en el catálogo de presas de una espeluznante partida de caza. ¿Y saben lo mejor? Que nuestro héroe se lo toma como una obligación contractual. En el fondo, jamás regresó de Vietnam, y por eso sigue viendo la realidad a través de una mira telescópica.

Con una maestría narrativa que conocen bien sus seguidores, Ennis puebla este cómic con un sórdido repertorio humano: manipuladores, psicópatas, maleantes y traidores. Todos ellos entregados al máximo, como si fueran los teloneros en un concierto sangriento.

En esta ocasión, el punto de partida es resbaladizo: hay que detener ‒o asesinar‒ a Frank Castle. Así lo quieren tanto la Mafia como la CIA. En ese juego a dos bandas, sale a escena un peón inesperado, Microchip, el fiel Micro, que en otra época le hacía la vida más fácil a Frank y que ahora tiene otros planes.

Con Lewis LaRosa a los lápices y el entintado de Tom Palmer, la brillantez gráfica de estas páginas queda garantizada. Y ya que antes cité a Eastwood, no hace falta ser un lince para adivinar en quién pensaba LaRosa al dibujar ciertas poses del protagonista.

En todo caso, hay algo más relevante, y es que Garth Ennis figura entre los pocos guionistas capaces de persuadirnos de que la ferocidad y la expiación pueden ser una forma de arte.

Sinopsis

Contiene MAX Punisher 1-6 USA

El cazador se convierte en cazado en una saga que trae devuelta a Micro, el antiguo socio de Punisher… ¡Que ahora quiere acabar con él! Pero antes, está dispuesto a hacerle una oferta que Frank Castle no podrá rechazar.

Autores: Garth Ennis y Lewis LaRosa.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Marvel Comics, Panini Cómics. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.