Siempre hay buenas razones para volver a ver El ansia (The Hunger, 1983) del desaparecido Tony Scott. Despreciada por muchos en su día, incomprendida y en el fondo envidiada (en todos los sentidos… ¿quién no querría ser tan guapa y estilosa como cualquiera de sus protagonistas? Eso duele y hay quién no sabe llevarlo, odiando automáticamente todo aquello que es demasiado bello para ser soportado con resignación), la obra maestra del que algunos consideramos el Scott bueno (en fin, boutades aparte, tan bueno como Ridley) sigue sorprendiendo por su modernidad intrínseca y visionaria, su pureza bastarda en lo formal, su irresistible glamour y su erotismo y sensualidad combinados con el Grand Guignol y con un goticismo oscuro, clásico y pop al tiempo, cuyo aroma 80s no sólo no envejece sino que enriquece los matices de su bouquet, como en los mejores vinos.
Imagen superior: Miriam Blaylock (Catherine Deneuve) es una vampira cuyo compañero actual es John (David Bowie), un violonchelista a quien conoció en la Francia del siglo XVIII.
Narrada a través de prácticamente una sucesión de set pieces de elegancia pluscuamperfecta, acunada por una serie de fragmentos de música clásica tan evocadores como atmosféricos, apoyada en una fotografía deslumbrantemente tenebrista y neonoir, por una precisión pictórica y ¿por qué no? de fotografía de moda en el encuadre y el plano, por un vestuario puro retro de los 80 y, sobre todo, por un montaje paralelo, asincrónico y sincopado, cinematográfico en sentido estricto por más que algunos lo confundan con videoclip y publicidad´El ansia, sensiblemente próxima al cine mudo y experimental, prescinde de las farragosas explicaciones de la novela original de Whitley Strieber e incluso prácticamente de todo diálogo innecesario, evade cualquier preocupación por la lógica o por dotar de motivos profundos o de una genealogía histórica precisa a sus personajes, para centrarse en lo que importa: el sexo y la sangre, eros y tánatos, la belleza eterna y el horror a la vejez, la enfermedad y la muerte, en un tono decadente y esteticista más próximo en realidad al Wilde de Dorian Gray que a Drácula.
Una joya seminal para el vampiro moderno
Llena de sugerentes lecturas tanto metafóricas como directas (el perturbador descubrimiento de la sexualidad lésbica por Susan Sarandon, los símiles con el Sida y otros castigos a la promiscuidad de los 70, la adicción vampírica como equivalente a la drogadicción…), con un ritmo pausado pero envolvente, profundamente nihilista y amoral en última instancia, El ansia se mantiene tan potente y excitante hoy como el día de su estreno, desafiando así al mismo Cronos que devora a sus protagonistas.
Desde su comienzo mítico, verdadera declaración de principios del Gothic post-punk, hasta su final grotesco y espeluznante, que tanto irrita a Camille Paglia pero que en mi opinión es el justo y necesario clímax dionisíaco e infernal que equilibra la plástica geométrica y apolínea de la mayor parte del filme, la película ofrece un modelo absolutamente clásico en su posmodernidad y subrayado visual, icónico y preciosista, tan criticado en su momento como imitado después hasta la saciedad, copiado y adulterado.
Imagen superior: Deneuve y Bowie junto a Susan Sarandon, que en la película interpreta a la gerontóloga Sarah Roberts.
Si bien es cierto que Tony Scott no era ciego a influencias ajenas principalmente europeas (Rollin, Harry Kummel, Buñuel, Argento…), ninguna aportación posterior al vampirismo cinematográfico, literario o gráfico, sea de naturaleza estrictamente vampírica o no (pensemos en la maravillosa Neon Demon), es comprensible o pensable siquiera sin ella.
Si además la ocasión para revisitar esta joya sangrienta, tan seminal para el vampiro moderno como Blade Runner para el cyberpunk, es vaciar una buena botella de vino en compañía de gatos y vampiras… ¿Qué más se le puede pedir a la no-muerte? A mí, ya me pueden enterrar en el ático…
Sinopsis
Miriam (Catherine Deneuve), una bella vampira, se aprovecha de los asistentes a los clubes de Nueva York junto con su amante John (David Bowie). Cuando John comienza a envejecer rápidamente, busca la ayuda de Sarah (Susan Sarandon), una experta en envejecimiento prematuro. Sin embargo, la insaciable Miriam quiere a Sarah para ella sola y la seduce, lo que deja a Sarah con una sed de sangre cada vez mayor.
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