Además de ser un admirable crítico y un profundo estudioso de la historia del cine, Eduardo Torres-Dulce ha ejercido como fiscal y como profesor de derecho penal. Sobradamente conocido por los aficionados gracias a su participación en programas de radio (Cowboys de medianoche) y de televisión (¡Qué grande es el cine!), ha escrito sobre el séptimo arte para muy diversos medios y es autor de dos libros fundamentales para el cinéfilo: Armas, mujeres y relojes suizos y Jinetes en el cielo.
Aparte de todo ello, Eduardo Torres-Dulce es un conversador culto y ameno, con quien siempre es un placer mantener un diálogo, especialmente si gira en torno a asuntos tan gratos para él como el cine y la literatura. Esta es la charla que mantuve con él, y que fue emitida originalmente en el espacio televisivo «13 eslabones», de 13tv.
Para un amante de la cultura, y en especial del cine y los libros, me imagino que tiene que ser dramático disponer de tan poco tiempo para estas pasiones.
Más que dramático, me parece penoso. Para qué le voy a decir lo contrario… Lo que pasa es que, a pesar de las obligaciones y de que estoy viajando con bastante asiduidad, siempre encuentra uno el momento para ver una película, para leer un libro o para mantener, como sucede entre usted y yo, una charla con un amigo sobre cine o sobre literatura.
«Sólo hay dos cosas más hermosas que un arma…» ¿Cuáles son, don Eduardo? Se lo digo porque es el título de uno de sus libros.
Los relojes suizos y las mujeres, si hay que hacer caso al diálogo de Howard Hawks en Río Rojo… Yo no soy muy partidario de las armas, dicho sea de paso. Y no es una declaración retórica. Me gustan en las películas, pero no soy partidario de ese derecho constitucional norteamericano que les permite disponer de ellas, me temo que para usarlas. Las armas están bien como elemento literario, en el cine negro –género en el que usted es especialista– o en el western. Pero se trata de objetos que deben ser cuidadosamente apartados de la sociedad.
Además, esa frase la dice en la película un malvado, Cherry Valance, interpretado por John Ireland. Es un fuera de la ley.
Sí, es un pistolero.
Cuánto nos enseña el western sobre la épica, sobre la vida y sobre la psicología humana, ¿no cree?
No quiero ponerme muy trascendente, porque a veces, cuando te pones muy trascendente al hablar de una pasión –y para mí, el cine es una pasión–, olvidas lo más importante que hay en el arte, que es el entretenimiento.
Nunca he llegado a comprender esa distinción entre cine comercial y cine artístico, o entre cine serio y cine de evasión… Creo, y lo digo sinceramente, que existen el cine bueno y el cine malo. Y el cine bueno siempre tiene que ver con el entretenimiento.
El entretenimiento ayuda a muchas cosas. Ayuda a evadirte de problemas de la vida que, pese al dictum marxista, me parece que es algo realmente importante. A veces, te permite enfrentarte con humor a circunstancias trágicas y rebaja muchas tensiones.
No conozco ninguna obra de arte que no sea entretenida, y esto es aplicable en literatura, en música… Mozart era un artista popular. Y Cervantes tampoco era un autor elitista, ni muchísimo menos.
A veces, hemos convertido el arte, y en concreto el cine, en un objeto exquisito de disquisición.
El western nos ha enseñado, como decía André Bazin, la historia de Norteamérica. Nos ha enseñado muchos principios y valores, aparte de entretenernos: la dignidad, el coraje, la resistencia, el sacrificio, la formación de una familia, el valor del individualismo, la ley, el orden…
También el honor.
Cierto. Son películas muy morales.
Quiero que compartamos este plano de La fiera de mi niña, de Howard Hawks, que nos sirve para hablar de la comedia. Hawks es otra de sus grandes pasiones…
Y esta, además, es una de mis películas favoritas. Después del western, la comedia es mi género predilecto.
Se trata, probablemente, del género más difícil de enjaretar dramáticamente, y también es el más difícil dirigir, escribir e interpretar. Es, asimismo, el menos apreciado por la crítica. Eso no sucede con el público, porque la risa es la liberación máxima del alma humana. En todo caso, basta con ver cuántas comedias han ganado premios. El público sale diciendo «Bah, bueno, me he divertido», y sin embargo hay en ellas un trabajo extraordinario.
Estamos viendo a Cary Grant, a Katherine Hepburn y a un leopardo en La fiera de mi niña, que es una obra de arte.
Creo que no se ha alcanzado nunca la cota de calidad que establecieron las comedias de los años 30 en Estados Unidos.
[Participa ahora en la entrevista mi compañera Susana Ollero, que formula una serie de preguntas breves]
Recomiéndenos un libro de cabecera.
Si pienso en un título actual, Libertad, de Jonathan Franzen. Y si hablamos de clásicos, La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson.
Elija una película que se llevaría a una isla desierta.
Centauros del desierto, de John Ford.
¿Qué banda sonora usaría como música de su vida?
La vida privada de Sherlock Holmes, de Miklós Rózsa.
Imaginemos que puede encarnarse en personaje cinematográfico. ¿Cuál elegiría?
Quizá John T. Chance, el sheriff que interpreta John Wayne en Río Bravo. O Sean Mercer, el personaje al que Wayne dio vida en Hatari.
Si John Ford estuviera vivo, ¿qué nos diría del cine de hoy?
El cine actual no le gustaría
En los momentos de mayor estrés, ¿cómo desconecta?
Viendo cine, leyendo poesía o escuchando viejos standards de jazz y música popular americana.
Me han dicho que ha llegado a ver una película al día. ¿Cuántas tiene tiempo de ver, actualmente, a la semana?
Lo de ver una película diaria es una maldad… Qué más quisiera yo… Eso lo hacía en los viejos tiempos, que ahora, desgraciadamente, quedan muy lejanos… ¿Cuántas películas veo? En las salas de cine, dos o tres a la semana, aunque ahora me cuesta un poco más que antes. Y en casa, otras dos en DVD o Blu-ray. En total, llego a las cuatro o cinco semanales.
Si decidiera perderse por una temporada, ¿dónde tendríamos que ir a buscarle?
En Irlanda, sin duda. O en los Mares del Sur.
De entre los países que le interesan, ¿le queda alguno por visitar?
Muchos. Por ejemplo, Tierra Santa, un territorio que es un referente extraordinario y que, como diría mi amigo Garci, para mí es una asignatura pendiente. Es un lugar donde han pasado todas las cosas que le pueden pasar a la humanidad, y que abarca lugares tan extraordinarios como el Sinaí, los Altos del Golán, o ya en Jordania, las ruinas de Petra…
¿Qué recuerdo conserva de su niñez?
La felicidad que sentía con mis padres y hermanos en cualquier sitio en el que nos encontrábamos.
Para terminar, díganos una frase cinematográfica que le emocione de una manera especial.
En realidad, hay muchas que me han emocionado, pero voy a quedarme con una que procede de un western, ya que me bautizan como fanático del género. La pronuncia McIntosh, el viejo explorador encarnado por Burt Lancaster en La venganza de Ulzana, de Robert Aldrich.
McIntosh acompaña a su teniente, Harry Garnett, en una peligrosísima incursión en territorio apache. El joven teniente se equivoca continuamente. Al final de la película, el explorador, que yace moribundo, pide un cigarrillo y le dirige un comentario a Garnett, cuando éste le pide perdón. [«No se atormente amigo. Tomó una decisión. Asúmala. Demonios, teniente, ninguno de nosotros es perfecto». «Supongo que liar un cigarillo no se le dará bien», añade. «Lo siento», contesta el teniente. Y McIntosh le dice: «No se preocupe. Aprenderá»]. Me parece una buena reflexión. Estamos continuamente aprendiendo de la experiencia la vida.
Entrevista realizada por Víctor Arribas durante la emisión del programa «13 eslabones» en la cadena 13tv, en 2012. Copyright © Víctor Arribas. Reservados todos los derechos.