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Douglas R. Hofstadter: «Las analogías son el núcleo del pensamiento humano»

A pesar del pesimismo con el que muchos observan el siglo XXI, aún cabe descubrir a grandes eruditos. Pensadores que, al estilo de los humanistas del Renacimiento, combinan distintos saberes y cambian nuestra vida por medio de conclusiones inesperadas.

Uno de estos tipos admirables es el escritor, ensayista y profesor Douglas Richard Hofstadter. Su padre, Robert Hofstadter, ganó el premio Nobel de Física, y su influjo explica la curiosa carrera académica de Douglas. La ambición de éste como físico lo condujo al Laboratorio de Inteligencia Artificial del MIT. En la Universidad Bloomington de Indiana dio clases de literatura comparada, filosofía, psicología, ciencias cognitivas e informática, y luego accedió a la Cátedra de Ciencias Cognitivas de la Universidad de Michigan, desde donde realizó nuevas aportaciones al campo de la cognición humana.

La habilidad de Hofstadter para los idiomas es proverbial (tradujo del ruso al inglés Eugenio Onegin, de Pushkin). Asimismo, es compositor y un distinguido melómano.

Por su carácter excepcional, las aportaciones de Hofstadter a todas estas disciplinas son la culminación de un determinado enfoque de la inteligencia artificial (IA).

Para trazar el eje de toda esa correspondencia de saberes, disponemos de su obra más conocida: Gödel, Escher, Bach un Eterno y Grácil Bucle (Basic Books, 1979; Tusquets, 1987), un maravilloso libro (y éxito de ventas) por el cual fue premiado en 1980 con el Pulitzer y el American Book Award.

Al repasar los capítulos finales de dicho ensayo, vemos cómo el autor sugiere, de forma resumida, sus opiniones en torno a los futuros derroteros de la IA: “En una oportunidad −escribe−, Wittgenstein hizo una observación graciosa: Si un león hablara, no lo entenderíamos. Esto me hizo pensar en el cuadro de Rousseau con el manso león y la gitana dormida, en el páramo iluminado por la luna. Sin embargo, ¿cómo lo sabe Wittgenstein? Mi sospecha es que todo programa IA, si bien nos será inteligible, tiene que parecernos bastante ajeno. Por eso mismo, nos costará mucho trabajo establecer si estamos ocupándonos de un programa IA, o tan sólo de un programa misterioso”.

Animado por lo perturbador de esta y otras ideas suyas, entrevisté a Hofstadter en septiembre de 1999. En su momento, aquel diálogo fue publicado por la revista Cuadernos Hispanoamericanos. Por el interés que aún despiertan, recupero aquí aquellas declaraciones del pensador americano en su integridad.

Nuestra conversación, realizada por medio del correo electrónico, se inició con una advertencia suya, relativa al modo en que él y yo nos comunicaríamos.

Le agradezco mucho que acceda a esta entrevista, profesor Hofstadter.

En esta oportunidad, tan sólo podré responder a sus preguntas de la manera más breve posible. De hecho, limitaré mis respuestas a unas pocas líneas por cuestión. Lo cual, a todas luces, resulta insignificante…

Entiendo.

Es todo cuanto la escasez de tiempo me permite aportar. No obstante, quizá ese límite que me impongo resulte algo sugestivo. Quizá sea estimulante desde el punto de vista intelectual. Un ajuste de esa naturaleza con frecuencia nos obliga a encauzar los pensamientos por sendas inesperadas. Y también a expresarlos de forma inusual.

Comencemos por algo que usted afirma sobre la inteligencia artificial. Dice que lo esencial en la IA es la representación del conocimiento…

Así es.

Sin embargo, en lo que se refiere al software que emula procesos de pensamiento caben distintos campos de especialización, y por lo tanto, distintas estrategias para obtener esa representación. ¿Podría detallarnos en qué área concentra sus esfuerzos?

Junto a mi grupo investigador estudio la cognición humana. Y a la hora de abordar esta materia, nos concentramos en un punto decisivo: la analogía.

Supongo que se refiere a metáforas, ¿no es cierto? A equivalencias del tipo: el átomo se corresponde al sistema solar…

Así es. Las analogías son un ingrediente clave en el ámbito de la cognición. De hecho, son el núcleo del pensamiento humano. Gracias a una paulatina sucesión de analogías, llegamos a cada uno de los conceptos y categorías que se despliegan en nuestra mente y que se van conformando, de forma flexible, en nuestra memoria. Lo hacen dentro de un contexto cambiante, siempre a partir de la experiencia.

Interpretamos las cosas a partir de partir de otras que ya hemos comprendido y asimilado. Conectamos ideas nuevas con otras previas. Es algo fundamental en el proceso intelectivo, que nos permite dominar el caos y dotar de significado al mundo.

Por eso hemos desarrollado modelos de ordenador que operan en procesos de analogía, y por esa misma razón, nuestra línea de trabajo se vincula a las ciencias cognitivas, no a la informática propiamente dicha.

Sin embargo, esa emulación del pensamiento analógico se resuelve en programas informáticos. Es algo así como enseñar a las máquinas a razonar…

Cierto. Sin embargo, no olvide que el espíritu humano es algo de una enorme complejidad. No es posible replicarlo a corto plazo. La profundidad que han alcanzado algunos creadores no se puede aislar en un programa informático de estas características, por mucho que puedan asombrarnos los avances en este campo.

Hablamos de programas han sido ideados por usted y su equipo. Entre los frutos de ese trabajo figuran Copycat y Tabletop, dos programas que usó en esa investigación sobre la analogía. Hay otro programa suyo, Metacat, que amplió las posibilidades de Copycat. ¿Continúa usted trabajando en el diseño de todo ese software?

Bueno, yo me relaciono con el mundo de los ordenadores desde 1960, más o menos. He programado a lo largo de muchos años. Pero verá, ya he abandonado esa actividad. Son mis estudiantes quienes elaboran los códigos informáticos para las ideas que juntos desarrollamos. Yo me ocupo de las ideas, pero no intervengo en los detalles de cada programa, así que no podría extenderme sobre ellos.

Entonces, ¿cuál es su actual relación actual con los ordenadores?

Ahora me limito a emplearlos para escribir. Tenía una página personal en la red, pero ni siquiera fui yo quien se encargó de crearla. Todos los profesores de mi universidad han de tener una, y alguien, sin pedirme opinión, la diseñó para mí..

En realidad, lo que me interesa es el empleo de estas tecnologías para estudiar la inteligencia. No obstante, como antes le decía, la sutileza y las cualidades emocionales del espíritu humano son tan extraordinarias que llegaría a decepcionarme si consiguiéramos un programa capaz de componer una gran pieza musical o que hiciese un gran descubrimiento matemático. Sería algo así como minimizar la esencia humana.

Pensando en ese nuevo modo de adquirir conocimiento que es internet, Umberto Eco reclamó un dispositivo de orientación, un filtro que nos permita navegar con un criterio razonable. En realidad, ya existe un filtrado inicial, que es la barrera de cada idioma. El riesgo actual es que una sola lengua monopolice la red. ¿Cuál es su opinión sobre el impacto cultural que esto supone?

Verá, soy profesor de literatura comparada. Por ese motivo, me hallo profundamente involucrado en la tarea de traducir poemas sujetos a metro y rima. Con esos antecedentes, comprenderá usted cuánto amo la diversidad idiomática. Y lamento, por esa misma razón, que sea el inglés una lengua tan dominante en los recursos digitales. Pero ante una circunstancia como esa, no nos queda sino constatar que así es la vida.

Volviendo al problema de la IA, usted dirige en la Universidad de Indiana el CRCC (Center for Research on Concepts and Cognition), donde además actúa su grupo de investigación: FARG (Fluid Analogies Research Group). En la experiencia central de ese proyecto participan alumnos de disciplinas tan alejadas como la informática y la filosofía. ¿Qué proyecto motiva ese cruce de conocimientos?

El CRCC se interesa por diversas áreas de investigación. Figura entre ellas el modo en que opera la cognición humana, sobre todo en lo que concierne a la analogía, como ya le indiqué. También se investiga en el Centro cómo funcionan la creatividad y el descubrimiento ‒otro asunto esencial en mi trabajo‒, qué es la consciencia y cómo se relacionan palabras y conceptos.

En su monografía Fluid Concepts and Creative Analogies: Computer Models of the Fundamental Mechanisms of Thought (Basic Books, Nueva York, 1995), escrita por usted y los miembros del FARG, insiste en la complejidad del pensamiento humano. ¿Cómo resumiría los contenidos que abordó esa obra?

El libro que usted menciona es una sinopsis de varios modelos computacionales que sirven para recrear diversos aspectos de la cognición creativa. Figura entre ellos aquel que opera en el diseño de alfabetos y tipos de letra, con estilos «desenvueltos» y a la par coherentes.

Profesor Hofstadter, aquí terminan mis preguntas. Le agradezco mucho su amabilidad.

Guzmán, le pido disculpas por la brevedad, pero la única opción era una entrevista de este tipo. Espero que este diálogo, aunque breve, sea preferible a no haberlo tenido.

Imagen superior: cortesía de la Universidad de Indiana.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.

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