De aquí en adelante, durante lo que nos quede de vida, serán muchas las ocasiones en las que nos preguntaremos cuándo dejamos de hacer esto o aquello, gracias a una tecnología que nos evitó ese esfuerzo. ¿Leer un libro? ¿Disfrutar de un largometraje como es debido? ¿Conversar cara a cara, sin distracciones?
Pienso en todo esto mientras llego a las últimas páginas de este magnífico ensayo. Me encuentro en ellas con una serie de reflexiones que inducen a la melancolía. Por ejemplo, esta: «La adicción a la pequeña pantalla del móvil ‒nos dicen Armand Balsebre y Antoni Vidal‒ aleja a los individuos de la observación ‘realista’ de la realidad natural: hemos sustituido la observación natural de la realidad-real por la observación vicaria de la realidad representada. Los individuos no se comunican viéndose el rostro, sino mirando una pantalla».
Se nos ha puesto al alcance una galería infinita ‒el universo virtual‒, y presos del entusiasmo, deambulamos a todas horas por sus pasillos digitales. Todo ello sin caer en la cuenta del precio a pagar, y por supuesto, sin reflexionar sobre las cuestiones capitales con las que habrá que lidiar a medio y largo plazo.
Darwin en el desván describe ese fervor por nuestra parte, pero ante todo, es un profundo análisis de cómo ha cambiado del ecosistema comunicativo. Un cambio que, a ciertos niveles, nos sitúa ante una nueva perspectiva antropológica.
Sí, ya lo sé, no me lo repitan. Silicon Valley parece ser una plaza inexpugnable, y está claro que sus decisiones marcarán nuestro ritmo de vida, lo queramos o no. Pero antes de que la robotización nos alcance a todos, bien está meditar sobre este salto sin red.
Balsebre y Vidal estudian el progreso tecnológico y su influencia en la mentalidad de nuestro tiempo. Esta mudanza colectiva ya comenzó cuando sustituimos la lectura ‒es decir, la constancia y el pensamiento crítico‒ por el espectáculo televisivo, propenso a la distracción y a la liviandad. Como bien señalan los autores, los profesionales de la televisión tienen asumida esa correlación entre la pequeña pantalla y el despiste, y por eso mismo, «hace ya décadas, incluso en el periodismo televisivo, se fijaron como códigos normativos para combatir la desatención los siguientes elementos: la brevedad, la variedad, la novedad y el movimiento. (…) Ese código normativo incluye siempre que sea posible el humor, con objeto de reforzar la diversión, porque si lo que vemos por televisión no nos divierte, difícilmente le prestaremos atención».
Esa fiesta inacabable, perfeccionada gracias a la inteligencia artificial, también cumple con la promesa de traernos diversión y consumo en las omnipresentes pantallas digitales. Amazon, Google, Apple y Facebook ‒apuntan Balsebre y Vidal‒ «conforman una galaxia que de forma progresiva organiza nuestras vidas y el discurso del conocimiento». En esto, por cierto, se basa un nuevo paradigma, el tecnoliberalismo, que viene a ser el espejo del alma de nuestra sociedad: «la ideología que uniformiza, sin pausa, la orientación tecnológica del mundo y la vida de las personas».
Los gigantes de Silicon Valley son conscientes de que se les está yendo la mano, y «en un ejercicio de cinismo, apuntan como reclamo cualidades taumatúrgicas y emancipadoras para cada nuevo dispositivo que abraza el mercado».
Este nuevo comentario de los autores nos conduce, de forma inexorable, a un horizonte en el que la tecnología alumbrará un mundo posthumano. Un mundo donde, casi sobra decirlo, la inteligencia artificial permitirá «dotar de carácter instrumental al mapa del comportamiento de los seres humanos, que irá confeccionándose con la riada imparable de los datos que evidencian cuánto hacemos y cómo».
Profundo, relevante, de prosa ágil, atento a novedades que todavía hoy resultan vertiginosas, Darwin en el desván es algo más que un ensayo sobre máquinas y humanos. Créanme, a nadie ‒sea tecnófilo o tecnófobo‒ dejará indiferente.
Sinopsis
En los últimos cien años la humanidad ha convivido con la tecnología en una relación de progresiva dependencia. Pero desde finales del siglo XX el ser humano sufre una metamorfosis inducida que altera su naturaleza. Las tecnologías inteligentes, en contraposición a ingenios electrónicos primigenios como la radio, crean dispositivos que mediatizan la vida de las personas, invaden su privacidad e introducen una socialización líquida. La disputa por la hegemonía mundial entre Estados Unidos y China, además de obviar la sostenibilidad del planeta, impulsa y naturaliza la autonomía de la inteligencia artificial sobre los humanos. Llegados a este punto hemos de preguntarnos si la «máquina» seguirá colaborando con todos nosotros o nos suplantará dejando a Darwin en el desván.
Armand Balsebre nace en Barcelona en 1955, es catedrático de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad Autónoma de Barcelona, donde ejerce desde 1979 como profesor de periodismo radiofónico y creatividad audiovisual. Las investigaciones desarrolladas tratan sobre el lenguaje radiofónico, la historia de la radio, la historia de la publicidad, la publicidad radiofónica y la credibilidad audiovisual.
Antoni Vidal es profesor de Organización Empresairal en la Universidad Rovira i Virgili
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